7.7 C
Tepic
viernes, agosto 1, 2025
InicioNayaritNo buscaba prodigios, sino ganas de aprender

No buscaba prodigios, sino ganas de aprender

Fecha:

spot_imgspot_img

Fundación Álica rindió homenaje a Rogelio Ochoa Estrella, maestro de la rondalla Wanawari durante 25 años

Antonio tenía diez años cuando entró por primera vez a un salón lleno de guitarras. No sabía leer una partitura ni distinguir un ritmo, pero alguien le ofreció una silla, un instrumento y tiempo para aprender. Ese alguien era Rogelio Ochoa Estrella.

Durante 25 años, el maestro Rogelio formó a niñas, niños y adolescentes en la música desde la Fundación Álica. Lo hizo sin filtros ni requisitos. A sus clases llegaban pequeños de distintas colonias, muchos provenientes de comunidades indígenas, y todos aprendían desde cero. “Muchos niños se van de vagos, no estudian”, dijo Rogelio en su homenaje. “La música les ayuda mucho para eso”.

La rondalla que construyó, llamada Tiri Wanawari, que significa “el canto de los niños”,  se convirtió en una escuela de sensibilidad y llegó a presentarse en el Senado de la República y frente al presidente de México. Pero su verdadero escenario estaba en cada ensayo.

“Me siento muy agradecido porque fueron 25 años en los que estuve aquí dando lo mejor de mí”, dijo Rogelio. “Yo puse toda mi vida, mi empeño, mi entusiasmo… y ellos creyeron en mí”.

Este sábado, la Fundación Álica de Nayarit le rindió un homenaje por su trayectoria. Varios de sus exalumnos volvieron con guitarras al hombro para tocar una última vez junto al maestro. Fue un acto sobrio y cálido. Tocaron, cantaron, y uno de ellos, Antonio Martínez, tomó el micrófono: “Gracias por su paciencia infinita, por su entusiasmo contagioso, y por creer en nosotros, incluso cuando nosotros dudábamos de nuestras propias habilidades”.

Martha Elena Echevarría, directora de la Fundación, recordó cómo los niños llegaban sin saber nada y, en una semana, ya tocaban sus primeras canciones. “Eso es lo que más nos sorprendía”, dijo. “No era solo enseñar música. Era despertar algo más profundo”.

Los niños volvían cada semana a ensayar. Rogelio los esperaba con guitarra en mano.

Más artículos