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viernes, agosto 1, 2025
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De los planos al Palacio Nacional: el ascenso de Patricia Urenda

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En entrevista con Antonio Tello, repasó su camino desde la iniciativa privada hasta convertirse en una de las figuras de mayor confianza del presidente López Obrador en Nayarit. Ratificada por Claudia Sheinbaum como delegada de Bienestar, afirma: “Ése es el poder que vale: el de poder ayudar”

¿Quién imaginaría que una joven que vendía tapices en una tienda de decoración en Tepic acabaría recorriendo los pasillos del Palacio Nacional como emisaria presidencial? Ese trayecto, que comenzó entre planos, muestrarios y catálogos de interiores, la llevó a asumir una de las encomiendas federales más delicadas en Nayarit: coordinar la política social del Gobierno de México.

Este lunes, Patricia Urenda conversó con el periodista Antonio Tello en 8NTV. Habló de su trayectoria, los programas sociales y su visión del estado que recorre casi a diario. Repasó los años junto al presidente López Obrador, las decisiones técnicas que le cambiaron el rumbo profesional y los nuevos retos bajo el gobierno de Claudia Sheinbaum.

Urenda no proviene de las filas tradicionales de la política. Estudió contabilidad técnica en el CONALEP, trabajó desde joven y más tarde cursó arquitectura en el Tecnológico de Tepic. Esa combinación de administración y obra pública le sirvió cuando asumió la titularidad de la Secretaría de Infraestructura en el gobierno estatal. Terminó en una de las encomiendas más visibles del sexenio anterior: coordinar el Plan Nayarit, una serie de 24 obras federales bajo supervisión directa del presidente López Obrador.

Lo recuerda. En la charla con Tello menciona los tramos de autopistas, la transformación de las Islas Marías y la base naval en Boca de Chila. “Me presentaron en la Zona Militar como parte de Presidencia”, dijo. La confianza fue pública y constante. Hasta recibió una dedicatoria personal del mandatario en uno de sus libros. Su nombre no apareció en campañas ni en discursos, pero en los hechos, formó parte del círculo operativo más cercano al presidente en la entidad. Su presencia era habitual en Palacio Nacional, donde participaba en reuniones semanales y daba seguimiento a proyectos incluso fuera del estado.

Ya en la recta final del sexenio, le ofrecieron encabezar la delegación federal de Bienestar. Aceptó. “Hasta ese momento no era necesario figurar”, contó, “pero el cargo lo requería”. Con la llegada de Claudia Sheinbaum, fue ratificada, algo que pocos lograron.

A partir de entonces, su agenda se llenó con los nuevos programas sociales. El primero: Salud casa por casa, una estrategia de atención preventiva para personas mayores o con discapacidad. Médicos y enfermeras los visitan en sus hogares. El seguimiento varía según cada caso, pero la lógica es evitar que las enfermedades se agraven por falta de atención.

Otro eje es la beca Rita Cetina, que ahora cubre a todas las secundarias y busca extenderse a primaria y preescolar. “Antes sólo llegaba a ciertas zonas. Hoy será universal”, explicó. También se puso en marcha un fondo para comunidades indígenas, derivado del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS). En Nayarit, son 57 comunidades las que recibirán recursos directos, sin intermediarios, para decidir en qué invertir: calles, agua, electricidad. “Eso es empoderar al pueblo”, dijo.

El programa Mujeres Bienestar también arrancó. Dirigido a mujeres de 60 a 64 años que dedicaron su vida al hogar, comenzará a operar a nivel nacional en agosto. “Sólo una presidenta pudo haberlo visualizado así. Es un reconocimiento”.

A estos se suman los ya conocidos: La Escuela es Nuestra, Jóvenes Construyendo el Futuro, Producción para el Bienestar, Fertilizantes, entre otros. Forman parte del marco constitucional vigente.

Urenda explicó que el equipo de Bienestar en Nayarit trabaja jornadas extenuantes. “Muchos creen que estos puestos son cómodos, de escritorio, pero la realidad es distinta. Hay giras, censos, reuniones comunitarias, entrega de tarjetas, seguimiento de expedientes. El ritmo es constante.” Asegura que la diferencia está en la cercanía: “Los resultados no llegan desde el aire. Hay que ir, escuchar, explicar. A veces en una cancha, a veces en un cerro.”

Buena parte del trabajo, dice, consiste en adaptarse rápido, responder sin burocracia y sostener vínculos con actores diversos: personal médico, comités comunitarios, alcaldes, servidores de la nación, padres de familia. “Hay días en que terminas agotada, pero también satisfecha. Porque sabes que ese recurso, esa beca o esa visita, sí cambió algo.”

También abordó los temas difíciles. Ante irregularidades detectadas en certificados médicos para el programa de discapacidad, se revisaron expedientes y se descartaron documentos falsificados. “No podemos permitir trampas en un programa tan sensible”, dijo. Y a quienes preguntan por apoyos no recibidos, les pide que acudan directamente a la delegación, en Tepic. “Sin cita. Sin intermediarios. Así debe ser.”

Al final de la conversación, Tello le preguntó cómo ve al estado después de tanto recorrido. Urenda fue clara: “Nayarit tiene todo para despegar. Agua, cultura, turismo, agricultura. Falta organización y acuerdos básicos.” Habló del canal Centenario, del distrito de riego Alejandro Gascón Mercado, de la infraestructura ya existente. “Sólo falta que se use bien.”

Rechaza el papel de funcionaria de oficina. Prefiere estar en campo, entregando tarjetas, organizando censos. “Me gusta servir”, resumió. “Y ése es el poder que vale: el de poder ayudar.”

En su visión, el bienestar es un programa y una práctica cotidiana. Escuchar a las personas, entender sus contextos y resolver sin burocracia. Desde su oficina, abierta al público, hasta las asambleas comunitarias en zonas de difícil acceso, Urenda insiste en que la política social debe sentirse. “Que la gente sepa que no está sola. Eso hace la diferencia”, concluyó.

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