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miércoles, julio 30, 2025
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Volantín | Tensión en el aire: El peso mexicano, la bolsa y la sombra de Trump

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A pesar de la aparente calma que reflejan las gráficas del mercado cambiario y bursátil, la realidad subyacente es mucho más compleja. El peso mexicano y la Bolsa Mexicana de Valores registraron movimientos marginales el pasado viernes, aunque cerraron la semana con ganancias acumuladas. Sin embargo, lo que podría interpretarse a simple vista como una muestra de estabilidad financiera, en realidad es el respiro tenso de un país que camina por la cuerda floja, en medio de incertidumbres que se agudizan con cada declaración del presidente estadounidense, Donald Trump, y su reiterada amenaza de imponer aranceles a múltiples países, incluido México.

Y es que más allá del rebote técnico o de las operaciones especulativas propias del mercado, lo que domina el ánimo de los inversionistas es la fecha del 9 de julio, que Trump fijó como límite para la entrada en vigor de su política proteccionista. Esta amenaza, aunque no nueva, se ha vuelto una constante en la relación comercial de Estados Unidos con el mundo, y particularmente con México, socio estratégico, vecino inevitable y blanco predilecto del discurso trumpista.

La imposición de aranceles como medida de presión, sea por temas comerciales o migratorios, representa no sólo una distorsión del orden multilateral que sustentó la globalización durante décadas, sino también un golpe directo a la certidumbre de los mercados. En un entorno donde los capitales se mueven a la velocidad de un clic y la percepción lo es todo, basta con una insinuación de castigo arancelario para provocar salidas masivas de recursos, volatilidad en el tipo de cambio y pérdidas abruptas en los índices bursátiles.

Pero hasta ahora, ni la moneda mexicana ni la Bolsa han reaccionado con pánico. ¿Por qué? En parte, porque los operadores financieros apuestan a que Trump, como en ocasiones anteriores, está blufeando, utilizando la amenaza como arma de negociación, especialmente en momentos clave de su agenda electoral. En parte también, porque el gobierno mexicano ha mantenido una postura de diálogo y contención, tratando de evitar el enfrentamiento directo.

En este contexto, resulta fundamental recordar que la economía mexicana, pese a su apertura, sigue siendo vulnerable. La estructura de nuestras exportaciones continúa altamente concentrada en el mercado estadounidense. Más del 80% de nuestras ventas externas se dirigen al vecino del norte, lo que nos hace especialmente susceptibles a cualquier medida unilateral emanada de la Casa Blanca. A esto se suma la falta de dinamismo interno, una inversión pública disminuida, y la persistente inseguridad jurídica que inhibe a los inversionistas.

La pregunta obligada es: ¿está haciendo México lo suficiente para blindarse ante este tipo de amenazas externas? La respuesta, lamentablemente, es negativa.

En cuanto al comportamiento del tipo de cambio, es importante señalar que, aunque el peso se ha mostrado relativamente estable en los últimos días, esto se debe en buena medida al diferencial de tasas de interés respecto a otras economías, particularmente Estados Unidos, lo que ha incentivado la entrada de capitales golondrinos en busca de rendimientos. Este tipo de flujos, sin embargo, son volátiles y se evaporan ante el menor signo de riesgo.

Por ello, no hay espacio para el triunfalismo. Los supuestos avances semanales en la Bolsa y la apreciación del peso no pueden considerarse logros estructurales. Son movimientos tácticos de un ajedrez financiero global que opera bajo la lógica del beneficio inmediato y la especulación. Si el próximo martes 9 de julio Trump decide hacer efectiva su amenaza arancelaria, veremos entonces cómo se desmorona en minutos cualquier ganancia reciente, y con ello se evidenciará la fragilidad de nuestra estabilidad económica.

Vale la pena insistir en que la diplomacia económica no puede quedarse en las buenas intenciones. Se requiere una política exterior activa, profesional, que entienda que el comercio no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para el desarrollo. México necesita robustecer su presencia en Asia, en Europa, en América Latina; necesita apostar por una política industrial moderna, por la innovación y la tecnología; necesita recuperar la confianza interna, impulsar el Estado de derecho, y dar certidumbre a los que apuestan por este país.

La relación con Estados Unidos seguirá siendo complicada mientras Trump esté al mando. Su estilo rupturista, su desprecio por las normas internacionales y su obsesión por el proteccionismo lo convierten en un factor de riesgo permanente. No hay que olvidar que su narrativa se alimenta del conflicto, y que en su lógica electoral, México es un blanco rentable para ganar aplausos nacionalistas. Pensar que las amenazas se disiparán por sí solas es ingenuo. Hay que prepararse para escenarios complejos, y actuar con decisión.

El papel del Banco de México también será clave en este contexto. Más allá del control de la inflación, se requerirá de una intervención oportuna y estratégica para contener episodios de volatilidad, así como de una coordinación estrecha con la Secretaría de Hacienda para evitar señales contradictorias que alimenten la incertidumbre. La política fiscal debe mantenerse prudente, pero también sensible a las necesidades de estímulo productivo. Y sobre todo, el Ejecutivo federal debe enviar mensajes de firmeza y competencia técnica, alejados del populismo que tanto daño ha hecho en otros tiempos.

Finalmente, no está de más recordar que los mercados son sensibles, pero no irracionales. Reaccionan con base en expectativas, y esas expectativas se construyen día a día, con hechos, decisiones y discursos coherentes. Si México quiere sortear la amenaza arancelaria y salir fortalecido de esta coyuntura, debe abandonar la pasividad, sacudirse la ingenuidad, y asumir que el mundo actual exige liderazgo, visión y estrategia. No basta con esperar que Trump cambie. Lo que debe cambiar es la manera en que México se prepara para enfrentarlo.

Porque si algo ha dejado claro esta semana de ganancias marginales, es que el verdadero examen está por venir, y el resultado dependerá de qué tan listos estemos para enfrentar lo que se decida —o se imponga— desde la Casa Blanca.

Opinion.salcosga23@gmail.com

@salvadorcosio1

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