La cita fue a las 9:30 de la mañana en el patio central de la Escuela Secundaria Federal Número 13, Maximino Hernández, que se localiza en la calle Leyes de Reforma en la colonia Lázaro Cárdenas. Poco a poco, madres y padres de familia fueron llegando al evento de clausura, con rostros de orgullo y nostalgia.
En la mesa del presídium se encontraban los maestros y directivos del plantel, mientras que al frente se ubicaban los alumnos y alumnas de tercer grado, protagonistas de esta emotiva despedida.
Los docentes se esmeraron en cada detalle de la organización, desde el programa artístico hasta el acomodo de los estudiantes. La mañana, soleada y sin amenaza de lluvia, parecía prestarse para grabarse en la memoria de todos.
Durante el acto, se presentaron números artísticos que reflejaron el talento de los jóvenes. Algunos ejecutaron piezas con violín, guitarra y guitarrón, mostrando con orgullo sus habilidades. Las alumnas deslumbraron con bailes folclóricos, y los maestros no dejaron pasar la oportunidad de expresar palabras de aliento y reconocimiento a los alumnos egresados.

El reloj marcaba las 11:10 de la mañana. El momento más esperado se acercaba: el último pase de lista. Un gesto simbólico que sellaba el cierre de una etapa. Los estudiantes se notaban nerviosos, pues sabían que, después de este instante, nada volvería a ser igual.
En las aulas, los maestros compartieron generosamente su conocimiento. De los egresados quedarán recuerdos imborrables y anécdotas que los acompañarán por siempre.
Los directivos, al inicio del ciclo, fueron cercanos y comprensivos, pero también supieron aplicar disciplina cuando fue necesario. Aun así, su guía fue esencial en el crecimiento y desarrollo de los egresados.
Reconocimiento especial a los padres de familia, quienes trabajaron sin descanso para ofrecerles a sus hijos lo necesario.
Para los egresados, la vida continúa. En agosto comenzará una nueva historia, en otro plantel, con nuevos retos. Pero esta escuela siempre ocupará un lugar especial en sus corazones.
Al final del evento, amigos y compañeros se despidieron con fuertes abrazos; algunos rostros se cubrieron de lágrimas. En silencio, uno a uno de los asistentes se fueron retirando de la escuela. Con cada paso hacia la puerta principal, los egresados sabían que también era un adiós. No todos fueron grandes amigos, pero sí compañeros leales. Tras la clausura, la escuela que por tres años los acogió se fue quedando vacía, en espera de una nueva generación.
El reloj marcaba las 12:45. Todo había acabado. A partir de ese momento, más de 180 alumnos buscarán ingresar a otro plantel educativo para dar continuidad a sus proyectos de estudio.