Cansado de la pobreza que se vivía en su casa y ante la falta de la imagen paterna, en febrero de 1993, José de Jesús López Flores, de apenas 13 años de edad, decidió emigrar a los Estados Unidos en busca de trabajo, pero sobre todo con la esperanza de que le cambiara su suerte y que la fortuna lo socorriera en el vecino país del norte.
Su sueño era llegar a los Estados Unidos y, una vez que consiguiera trabajo, mandar dinero a su madre y algún día regresar a su tierra natal con el recurso económico necesario para establecer un negocio en su tierra natal.
Relata que, sin dinero para pagar el pasaje, abordó clandestinamente el tren rumbo a la frontera. Recuerda que era una tarde de febrero de 1993 cuando, sin avisar a su madre, emprendió su viaje hacia lo desconocido.
Sin embargo, el destino le tenía preparada una amarga sorpresa. Al pasar por Hermosillo, Sonora, sufrió un grave accidente al caer desde lo alto del tren. El incidente le costó una pierna y apenas tenía 13 años.
Después de estar internado durante un mes en un hospital público en Ciudad Obregón, regresó a su hogar en el municipio de Rosamorada, Nayarit.
Dos años después, él y su señora madre decidieron venirse a vivir a la ciudad de Tepic y, desde entonces, José de Jesús recorre las calles de la ciudad pidiendo la moneda.
Actualmente, se apoya en un par de muletas metálicas para trasladarse de un lugar a otro y se ha adaptado a una nueva forma de ganarse la vida; abre y cierra las puertas de tiendas de conveniencia, como los OXXO, y los clientes que entran y salen a cambio de esta acción le brindan una moneda.
José de Jesús recuerda que antes se colocaba en cruceros como el de Paseo de la Loma y la avenida Insurgentes para pedir ayuda, pero ante la indiferencia de los automovilistas, decidió buscar un espacio más socorrido.
A sus 45 años, nunca logró formar una familia. Vive con su madre en una pequeña casa y ambos sobreviven con lo que él logra reunir cada día. De acuerdo con sus propias palabras, logra recabar entre 250 y 300 pesos, cantidad que destina principalmente a la compra de alimentos.
José de Jesús confiesa que hay días en los que la tristeza lo invade, pues dijo que la indiferencia social le cala hasta los huesos: “Sobre todo cuando pasan horas y nadie me ayuda, pero esta vida me tocó vivir”, dice resignado.
Recuerda con nostalgia los sueños de su juventud: “Mi ilusión era trabajar en los Estados Unidos, mandarle dólares a mi madre, hacer una casa, ahorrar y venirme a mi tierra para instalar un negocio. Hoy tengo 45 años y más de 30 sobreviviendo sin mi pierna. La vida es dura, pero aguanto… nada es para siempre.”