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jueves, julio 31, 2025
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Angustia a productores de Tequilita caída del precio del agave

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Cientos de familias agrícolas de San Pedro Lagunillas enfrentan angustia por la caída del precio del agave y sus deudas impagables

En Tequilita, municipio de San Pedro Lagunillas, Nayarit, 638 familias productoras de agave enfrentan una creciente angustia por la drástica caída en el precio de su cultivo, lo que ha generado deudas impagables con las cajas solidarias. Desde 2019, la mayoría de sus 2 mil hectáreas de tierra cultivable, un 80% del total, han sido destinadas a plantaciones de maguey, esperando una cosecha que ahora parece incierta.

La situación es crítica, ya que las familias realizaron estas plantaciones con créditos de las “cajas solidarias”, instituciones financieras de carácter social y comunitario que ofrecen créditos y servicios de ahorro a sus miembros, a menudo en zonas rurales donde el acceso a la banca tradicional es limitado. A pesar de los años transcurridos, los productores no han podido abonar siquiera los intereses de estos préstamos, lo que los obliga a reestructurar sus deudas constantemente, generando una carga financiera insostenible.

Productores recuerdan con nostalgia los años anteriores a la actual crisis, cuando el precio de la tonelada de agave podía negociarse entre 15 mil y más de 20 mil pesos, lo que hacía rentable la inversión y la siembra. Sin embargo, en la actualidad, su única esperanza es que las tequileras compren su producto a por lo menos 6 mil pesos la tonelada, un precio significativamente menor que, sin embargo, podría ofrecer un respiro.

La desesperación entre los productores de Tequilita es palpable. El agave, materia prima fundamental para la producción de tequila y mezcal, es un cultivo de ciclo largo, que puede tardar entre cinco y siete años en madurar antes de ser cosechado. Esta característica implica una inversión considerable de tiempo y recursos, con una espera prolongada para el retorno económico. Sus parcelas están ocupadas por plantas de agave ya maduras, lo que les impide sembrar otros cultivos que podrían generar ingresos a corto plazo. Esta situación los mantiene en un ciclo de inversión continua sin posibilidad de recuperación, afectando directamente la economía familiar y la paz de la comunidad.

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