El periodismo deportivo no es solo una profesión; es una pasión que me ha dado dirección, propósito y una conexión profunda con mi gente y mi tierra. A lo largo de más de veinte años, he tenido el privilegio de contar historias de esfuerzo, de lucha y de triunfo; historias que muchas veces nacen lejos de los reflectores, en canchas improvisadas, en entrenamientos silenciosos y en sueños que parecen imposibles.
Soy Carlos Alegre Marín, periodista deportivo orgullosamente nayarita. Y aunque vengo de Tepic, una ciudad que muchas veces ha sido ignorada en el panorama nacional, siempre he creído que el valor de una historia no se mide por su origen, sino por la verdad y la emoción que lleva dentro. Por eso, en cada línea que escribo, pongo el corazón. Porque el lector merece calidad, merece respeto, y sobre todo, merece sentir que esas historias también le pertenecen.
Mi recorrido no ha sido fácil, pero ha estado lleno de personas que han sido fundamentales en mi vida, tanto personal como profesional. En primer lugar, mi madre, María Eugenia Marín Gómez, es la raíz más profunda de todo lo que soy. Ella me enseñó con el ejemplo lo que significa el amor verdadero, la perseverancia, la humildad y la fuerza para salir adelante, incluso en los momentos más difíciles. Gracias a ella aprendí que nunca hay que rendirse, que siempre hay que dar lo mejor de uno mismo, sin importar el reconocimiento o la recompensa. Sus palabras y su apoyo silencioso han estado conmigo en cada paso, en cada viaje, en cada cobertura.
También tengo una gratitud enorme por los maestros que creyeron en mí cuando yo apenas comenzaba a trazar este camino. El profesor Francisco Flores Soria fue un faro en mis primeros años, una guía firme que me ayudó a entender que el periodismo no solo se trata de informar, sino de formar conciencia, de construir puentes entre las personas y la verdad. Su confianza me impulsó a ir más allá.
El maestro Román Delgado Sandoval, con su sabiduría y su forma apasionada de enseñar, me marcó profundamente. Él me hizo ver que detrás de cada atleta hay una historia humana, y que esas historias son las que realmente transforman. Gracias a él, comprendí que un periodista debe tener sensibilidad, ética y una responsabilidad enorme con su audiencia.
Y no puedo dejar de mencionar al profesor Arturo Hermosillo, quien ha sido para mí más que un maestro: ha sido un amigo, un respaldo, una voz de aliento en los momentos clave. Siempre ha estado ahí, apoyándome con sinceridad, dándome ánimo cuando las fuerzas flaqueaban, y creyendo en mí incluso cuando yo mismo lo dudaba. Ese tipo de apoyo no se olvida. Se atesora, y se honra con trabajo, con constancia y con gratitud profunda.
Hoy, después de tantos años, sigo de pie, cubriendo el deporte de mi tierra con el mismo amor con el que comencé. Porque creo en los atletas nayaritas, en su entrega y en su lucha. Porque sé que detrás de cada logro hay una historia que merece ser contada. Porque creo que desde Tepic también podemos hacer periodismo de calidad, con dignidad y con pasión.
El periodismo deportivo es lo máximo para mí. No porque sea fácil, ni porque siempre sea justo, sino porque me ha permitido conectar con lo más auténtico del ser humano: su deseo de superarse. Mientras tenga voz, seguiré escribiendo. Mientras tenga fuerza, seguiré contando. Porque estoy aquí gracias a quienes me formaron, me acompañaron y nunca dejaron de creer en mí. Y porque esta tierra, mi Nayarit, merece ser contada con el corazón.