La revelación del presunto vínculo entre Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, y una estructura criminal asentada en el sureste del país ha provocado una sacudida política a nivel nacional que amenaza con fracturar la legitimidad moral de Morena y comprometer la estabilidad de su liderazgo en el Congreso.
Bermúdez, conocido como “El Comandante H”, fue titular de Seguridad durante la gestión de Adán Augusto López como gobernador de Tabasco y se mantuvo en el cargo incluso tras su salida, durante la administración de Carlos Manuel Merino. Según información judicial y financiera filtrada en las últimas semanas, el exfuncionario habría operado de forma paralela al aparato estatal, sirviendo presuntamente a intereses del crimen organizado. A pesar de que existe desde febrero pasado una orden de aprehensión en su contra, Bermúdez permanece prófugo.
El escándalo ha escalado con fuerza al plano nacional, no solo por la gravedad de los señalamientos, sino por el papel que jugó en su ascenso el actual presidente del Senado de la República, Adán Augusto López Hernández. La permanencia de Bermúdez al frente de la seguridad tabasqueña, incluso cuando ya circulaban advertencias sobre sus actividades, ha puesto en tela de juicio la responsabilidad política de López, quien hasta ahora ha evitado pronunciamientos públicos a fondo sobre el caso.
Desde la oposición, partidos como el PAN y el PRI han exigido que el Senado revise la conducta del legislador morenista y se abra una investigación sobre su eventual encubrimiento o negligencia. Sin embargo, la mayoría oficialista ha cerrado filas en torno a su líder, negándose a incluir el tema en la agenda legislativa, lo que ha desatado críticas por presunta opacidad y falta de voluntad para combatir la corrupción interna.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha intentado contener el daño. En declaraciones recientes afirmó que “no se protegerá a nadie” y que su gobierno no pactará con el crimen, aunque evitó referirse directamente al caso de Adán Augusto. No obstante, al interior de Morena se percibe una tensión creciente entre los sectores que buscan preservar la unidad del movimiento y aquellos que temen que el silencio dañe irremediablemente su credibilidad ante la ciudadanía.
El caso ha reabierto heridas profundas en el discurso político nacional: el fantasma de Genaro García Luna, secretario de Seguridad de Felipe Calderón actualmente condenado en Estados Unidos por narcotráfico, ha sido evocado por analistas y medios internacionales para dimensionar la gravedad del escándalo. En Nayarit por supuesto que se recuerda el caso del gobernador Roberto Sandoval y el fiscal de su sexenio, Edgar Veytia.
Mientras tanto, Adán Augusto López mantiene su posición como líder del Senado, pero su capital político ha comenzado a erosionarse. Su silencio ha sido interpretado como cálculo, pero también como falta de transparencia. De figura clave en la gobernabilidad legislativa, ha pasado a convertirse en un factor de incertidumbre para un partido que enfrenta su primera gran prueba de coherencia en el nuevo sexenio.
Con una sociedad cada vez más exigente en materia de rendición de cuentas, el caso del Comandante H no es solo un problema de Tabasco. Es una crisis que ha expuesto las fisuras de un sistema que prometió cambiarlo todo, pero que ahora lucha por demostrar que no ha caído en los mismos vicios del pasado.