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jueves, agosto 7, 2025
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Del modelo que fue pervertido al regreso del poder al pueblo

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“… di tan fuerte golpe en la tierra con el pie, que la pierna se me hundió hasta la rodilla en la sepultura reciente y, como lobo cogido en la trampa, sigo preso, tal vez para siempre, en la fosa de mi ideal”

Charles Baudelaire

(SEGUNDA DE TRES PARTES)

UN PODER DICOTÓMICO.

LAS TRAMPOSAS REELECCIONES EN EL CONGRESO DE LA UNIÓN.

El Poder Legislativo en México es uno y solamente uno, aunque dicotómico. El artículo 50 del Pacto de la Unión así lo define: “El poder legislativo de los Estados Unidos Mexicanos se deposita en un Congreso general, que se dividirá en dos Cámaras, una de diputados y otra de senadores”. Poder Legislativo, Congreso de la Unión, Congreso general, sumadas la Cámara de Diputados más la Cámara de Senadores: es lo mismo. Este dispositivo ha sido ignorado al menos desde 1917, ya con el texto reformado de la Constitución de 1857. El Senado de la República no es un Poder Legislativo y otro la Cámara de Diputados.

Los tramposos van por adelante. Son tramposos porque se les permite. Son desleales e imbéciles. Llevan ventaja numérica, solamente para empezar. Me refiero a esos que incursionan en la esfera pública con fines estrictamente personales, como aquellos que hacen como que legislan. Esa es la razón por la que la eliminación de la figura de “legislador vitalicio” y la de “reelección no consecutiva”, van a quedar hechas trizas. Los idiotas son prolíficos e hiperactivos. En esa esfera, las cosas van a volver a ser lo que eran hasta hace poco. Veamos el caso de figuras tales como la de “legislador vitalicio” y la de “reelección consecutiva”.

La Constitución promulgada por Venustiano Carranza en 1917, omitió legislar sobre la posibilidad de que Senadores y Diputados pudiesen reelegirse para un periodo inmediato. Solamente definía los requisitos para ser Senador, que eran los mismos que para ser diputado excepto el de la edad. Para ser diputado se requería haber cumplido 25 años y 35 para ser Senador.

Ante la omisión, Senadores y Diputados decidieron que podían reelegirse y hasta de manera consecutiva: un periodo sí y otro también. Con los años eso se pervirtió y los Senadores se convertían en Diputados o los Diputados en Senadores. Saltaban de un lado a otro del mismo cuerpo, el del Poder Legislativo (Cámara de Diputados más Cámara de Senadores). Así, numerosos legisladores ejercieron como Diputados y Senadores durante lustros y hasta durante décadas.

Ejemplo de lo dicho es el caso de Gonzalo N. Santos, conocido como “El Alazán Tostado”. Durante varias legislaturas permaneció como diputado federal para luego convertirse en Senador de la República (diputado en las Legislaturas XXXI, XXXII, XXXIII, XXXIV y XXXV y Senador en las Legislaturas XXXVI y XXXVII). Fue gobernador de San Luis Potosí en dos ocasiones, la primera con 24 años de edad y por seis días y luego por seis años, de 1943 a 1949. Cabe recordar que este ladino se convirtió en tutor político del nayarita Gilberto Flores Muñoz qué, siendo Senador por San Luis Potosí (–de 1940 a 1946– heredó al “El Alazán Tostado”), fue nominado candidato a la gubernatura de Nayarit en donde asumió el papel de gobernador por primera vez, para un periodo de seis años mediante el divertido método de torcer un poco el brazo de la Constitución.

El 29 de abril de 1933 se publica en el Diario Oficial de la Federación el decreto mediante el que se reformaba el artículo 59 de la Constitución Federal. En su primer párrafo prevenía que “Los Senadores y Diputados al Congreso de la Unión no podrán ser reelectos para el periodo inmediato”. Eso implicaba que los legisladores podían reelegirse, aunque de manera no consecutiva: así es como les convino interpretar la Ley de Leyes a los profesionales del prevaricato.

El párrafo segundo pretendía ser cláusula contra posibles trampas, mismas que como luego veremos, lograron prosperar. En esa parte del texto constitucional se consignaba lo siguiente: “Los Senadores y Diputados Suplentes podrán ser electos para el periodo inmediato con el carácter de propietarios, siempre que no hubieren estado en el ejercicio; pero los Senadores y Diputados propietarios no podrán ser electos para el periodo inmediato con el carácter de suplentes”. Los legisladores nayaritas eran los diputados M. Jiménez y Guillermo Flores Muñoz y los Senadores eran Gustavo R. Cristo y Esteban Baca Calderón.

La disposición plasmada en el segundo párrafo de dicho precepto, pretendía evitar (verbigracia) que un diputado propietario fuera el suplente del que le seguía, para luego hacer renunciar al propietario y asumir el cargo de diputado. Lo mismo en el caso de los Senadores.

Luego, inventaron una trampa que se convirtió en comportamiento cultural, en el que no se comprendía la magnitud de lo que se hacía. La trampa consistía en asumir el cargo de Diputado Federal por tres años, luego acceder a un escaño en el Senado por seis años para luego regresar al Legislativo como Diputado Federal por otros tres años: ya van doce de un tirón. Se podía saltar a una curul en un Congreso Local para luego volver a las andadas por otros doce años en el Legislativo Federal. De esa manera se podía ejercer el cargo de “legislador” de manera vitalicia.

Ejemplos de ese proceso de lo que algunos alegremente han denominado “profesionalización”, son los nombres de Blas Chumacero, Emilio González, Carlos Sansores, Alfonso Sánchez Madariaga, Alfonso Garzón, José Conchello, Abel Vicencio Tovar, Eugenio Ortiz, Juan Hinojosa, entre otros. Algunos de los mencionados fueron “legisladores” durante décadas.

La siguiente reforma al artículo 59 constitucional federal se publica en el DOF el 10 de febrero de 2014. Tal reforma fue muestra de la tremenda picaresca de los actores de la escena pública.

Esta nueva reforma disponía ahora que “Los Senadores podrán ser electos hasta por dos periodos consecutivos y los Diputados al Congreso de la Unión hasta por cuatro periodos consecutivos. La postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato”. Es evidente que los “reformadores” mostraron su voracidad y, al modo de Gonzalo N. Santos, entendieron que, en política, la moral es árbol que da moras o sirve pa’ pura chingada.

El primero de los dos enunciados llevaba a la creación de la figura de “legisladores vitalicios”. Lo anterior debido a que un Senador podía serlo hasta doce años de manera consecutiva. Luego, como si la Cámara de Senadores y la de Diputados fueran dos poderes distintos y no uno, se podía pasar el tiempo como diputado por otros doce años y repetir el ciclo hasta el infinito. ¡Vida le haría falta a un legislador de esos!

El segundo de los enunciados, el relativo al condicionante para la reelección, fue un intento por asegurar la “lealtad” de los “legisladores” para quien los colocase en el cargo. Se trataba de evitar que un “legislador” se saliese del huacal y se sometiese a la voluntad de sus titiriteros o secuaces. Jamás funcionó una cláusula que se aprobó por mentes retorcidas de profesionales de la traición. Podría decirse que las (re)definiciones de “lealtades” ahora se manifiestan en los primeros meses de un ejercicio legislativo. Lo hemos visto.

Ahora la Presidenta Claudia Sheinbaum ha promovido un homenaje a don Francisco I. Madero al promover la no reelección de “legisladores”. Los que se resisten, evidentemente carecen de valores morales y de principios ideológicos.

Claro que se debe desear lo ideal y afanarse en lograr ese objetivo. Lo que resulte es otra cosa, quizá apenas se logre lo que se pueda. De cualquier forma, lo que se revela indispensable es actuar con la máxima racionalidad, altura de miras y fortaleza moral. Decidir requiere construir equilibrios, sin empirismo, sin bizantinismo: lo planteaba con meridiana claridad don Jesús Reyes Heroles, “Recordemos que la teoría absoluta –y los absolutos son peligrosos–, la teoría sin práctica, puede llevar a la esterilidad; pero la práctica absoluta, sin teoría, puede llevar a la barbarie”. Cierto, y lo que vemos una y otra vez, son cocodrilos metidos a redentores, a los que se debe tratar con látigo.

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