7.7 C
Tepic
martes, agosto 12, 2025
InicioLetras del directorLas sábanas de la granja

Las sábanas de la granja

Fecha:

spot_imgspot_img

¿Es la realidad una novela, o es una novela más real que los hechos? ¿Y puede la historia de unos animales parecerse a la de ciertos países? Repasemos una novela y comparemos su historia con la de algunos países como Cuba, México o Nicaragua.

En la novela alegórica de George Orwell, La rebelión de la granja, la historia comienza con una promesa de libertad. Hartos de la tiranía del granjero, los animales se rebelaron y lo expulsaron. Llenos de euforia, proclamaron su propia ley, el Animalismo, y en el muro del granero pintaron un código sagrado que definía su nueva sociedad.

En ese muro podía leerse: “Cualquier cosa que camine sobre dos patas es un enemigo; cualquier cosa que camine sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo; ningún animal usará ropa; ningún animal dormirá en una cama; ningún animal beberá alcohol; ningún animal matará a otro animal; todos los animales son iguales”. Estos siete mandamientos eran la base inquebrantable de su utopía, su constitución moral.

Sin embargo, a medida que los cerdos, erigidos como líderes, se acostumbraron al poder, la pureza de la revolución se desvaneció. Para justificar sus crecientes privilegios, el cerdo todopoderoso manipuló la ley que antes había sido sagrada.

Los cerdos se mudaron a la casa de la granja, el mismo lugar que antes simbolizaba la opresión humana. Allí, comenzaron a dormir en las camas (desafiando el mandamiento “Ningún animal dormirá en una cama”) y a beber alcohol (rompiendo la norma “Ningún animal beberá alcohol”).

El mandamiento original sobre las camas se alteró para añadir que la prohibición era dormir en una cama “con sábanas”. Cambiaron el discurso: el problema no era la cama, sino las sábanas, una invención humana. El líder se encarga de reescribir la historia para justificar estos actos. Los cerdos no están “durmiendo en camas”, sino en “sistemas de descanso”.

El mandamiento sobre el alcohol se modificó para decir que no se bebería “en exceso”. El alcohol era ahora necesario para su “salud”. El uso del dinero de la granja para comprar lujos, como camas y whisky, fue presentado como un sacrificio necesario para el bienestar de todos los animales.

Y cuando el líder supremo purgó a los disidentes, la ley sobre no matar se reescribió para permitirlo “sin causa”. Matar se hacía para beneficio de todos.

Al final, la decadencia fue total. La granja, que prometía una utopía, se había convertido en una réplica de la tiranía que derrocaron. Los Siete Mandamientos, olvidados por todos, fueron borrados del muro y reemplazados por una única y cínica verdad: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

Leí La rebelión de la granja en mi juventud por puro placer. La recuerdo de vez en cuando, a veces con la imperfección de la memoria, cuando me entero de la explosión de las revoluciones y la rápida involución de sus credos, convicciones y promesas de utopía que desembocan en el recrudecimiento de todo aquello que criticaron y ofrecieron erradicar para siempre.

Las revoluciones armadas y pacíficas de los siglos XX y XXI son un catálogo de la versión humana de la rebelión animal imaginada por George Orwell. Con los recientes escándalos por derroche, viajes y lujos de figuras icónicas del movimiento gobernante en México, la novela y una palabra vinieron a mi mente: sábanas.

La narrativa oficial empieza a matizar su equivalente del cuarto mandamiento: “Ningún animal dormirá en una cama”. Le agregará “con sábanas”. Porque sus muchachos pasearon por el mundo sin “recursos públicos” y como merecidas vacaciones. Y a eso todos tenemos derecho, faltaba más. Más ellos, que nos han dado todo; más ellos, que tanto sacrificio han empeñado para cambiar este país.

Tal vez el único mandamiento cuatroté que permanecerá sin cambios es: “No somos iguales”.

Más artículos