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jueves, agosto 21, 2025
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La depresión tiene rostro de mujer, el suicidio de hombre

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En Nayarit, las mujeres concentran mil 628 diagnósticos de depresión, lo que equivale al 66.1 por ciento del total en lo que va del año. Sin embargo, son los hombres quienes encabezan la mortalidad ya que entre 2020 y 2024, en promedio el 81 por ciento de los suicidios registrados correspondió a varones

En las calles de Tepic y de todo el estado, nadie imaginaría que detrás de las sonrisas apresuradas, del ir y venir cotidiano y de la rutina que parece inquebrantable, miles de personas libran una batalla invisible, la depresión.

Este trastorno del estado de ánimo, que para muchos aún parece lejano o ajeno, se ha vuelto una sombra que toca la vida de miles en Nayarit. En 2025, la Secretaría de Salud ha registrado 2 mil 461 casos, un promedio de 11 personas al día, 77 cada semana, un aumento del 22 por ciento respecto al año anterior. Abril ha sido el mes más crítico, confirmando 420 diagnósticos, seguido de julio con 415. Una cifra que, aunque parece abstracta, esconde nombres, rostros y familias enteras que han sentido de cerca el peso de esta enfermedad.

La depresión no es, como suele pensarse, “estar de malas” o atravesar un mal día. Es perder las ganas de disfrutar lo que antes era cotidiano, dormir demasiado o no poder conciliar el sueño, dejar de comer o comer sin control. Es, en definitiva, sentir que nada importa, que nada tiene sentido.

Las estadísticas muestran un dato que llama la atención, en Nayarit, el rostro de la depresión es mayoritariamente femenino. En lo que va del año, según el Boletín Epidemiológico al corte de la semana 32 (del 3 al 9 de agosto del 2025), mil 628 mujeres han sido diagnosticadas frente a 833 hombres. La diferencia es notable, y revela que, en muchos casos, ellas cargan con un peso emocional más fuerte, quizás por las responsabilidades sociales, laborales y familiares que enfrentan.

Pero cuando se trata de la desesperanza más profunda, las cifras cambian de rostro. Aunque las mujeres son quienes más reciben diagnósticos de depresión, los hombres son quienes más se suicidan. Detrás de esa disparidad se oculta un fenómeno silencioso, mientras ellas buscan ayuda con mayor frecuencia (por ello más diagnósticos), muchos hombres callan hasta que el silencio se convierte en tragedia.

La crisis no sólo se mide en diagnósticos, también en las acciones desesperadas de quienes sienten que ya no hay salida. Sólo los casos de envenenamiento con fármacos psicotrópicos crecieron en más de 170 por ciento respecto a 2024.

La ideación suicida (ese pensamiento que convierte la vida en una carga insoportable) también se ha disparado, en lo que va del año, 196 personas en Nayarit han confesado haber considerado quitarse la vida, un aumento superior al 60 por ciento frente al año pasado.

Si bien los intentos de autolesión con objetos cortantes han disminuido, otros métodos se incrementaron. Los saltos desde lugares elevados aumentaron un 40 por ciento, mientras que los casos de ahorcamiento crecieron un 20 por ciento. Cada porcentaje esconde una historia interrumpida, un intento de poner fin a un dolor que, para muchos, parecía insoportable.

El dolor también se refleja en los números de años pasados. En 2022, 142 familias lloraron la pérdida de un ser querido por suicidio; en 2023 fueron 94, y en 2024 la cifra cerró en 85. Más del 80 por ciento de las víctimas eran hombres, lo que confirma una tendencia, la depresión se diagnostica más en mujeres, pero el suicidio golpea con más fuerza a los hombres.

Detrás de cada número hay una silla vacía en la mesa, una voz que ya no se escucha en casa, una ausencia que se vuelve insoportable. Cada estadística tiene un rostro, y cada rostro tiene una historia.

Los especialistas recuerdan que la depresión no es un destino final, sino una enfermedad tratable. Existen terapias, medicamentos y acompañamiento profesional capaces de devolver la esperanza. Lo fundamental es no minimizar los síntomas ni restar importancia a los comentarios de desesperanza.

A veces, escuchar, acompañar o simplemente estar presente puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Porque más allá de los boletines epidemiológicos y de los porcentajes, lo que está en juego son vidas que buscan, desesperadamente, una razón para seguir adelante.

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