Alejandro Paredes Paredes, un hombre de la tercera edad, desafía a diario las inclemencias del tiempo y los dolores crónicos para vender nopales y aguacates en el transitado cruce de las avenidas Independencia e Insurgentes, en Tepic. Esta labor incansable, que realiza a sus 75 años, es su única fuente de ingresos para él y su esposa.
Cada jornada de este 2025, don Alejandro invierte cerca de 500 pesos para surtirse y, una vez terminada su venta, consigue una ganancia neta de alrededor de 200 pesos. Este ingreso, apenas suficiente, lo destina por completo al sustento familiar. Originario de Puebla, el estado ubicado en el centro-oriente de México, conocido por su rica historia y arquitectura colonial, don Alejandro ha encontrado en Tepic su hogar desde hace más de quince años, forjando en el comercio ambulante una forma de vida digna, aunque repleta de desafíos.
Padre de tres hijos —Yareli, Luis y Josefa—, quienes residen en Tijuana, Baja California, aprovecha este espacio para enviarles una bendición y todo su cariño.
A cada paso, don Alejandro arrastra el dolor que le causa el desgaste del cartílago de su rodilla, una condición que hace que sus huesos rocen directamente. Pese a la dificultad para caminar, su espíritu no cede: “Hay que moverse, no queda de otra”, comenta con una sonrisa que apenas disimula el cansancio.
Al preguntarle si el temor a un accidente entre el tráfico que lo rodea le pasa por la mente mientras ofrece sus productos, su respuesta es sincera y cruda: “Claro que sí, señor, todos tenemos miedo, pero ¿qué más podemos hacer? Hay que salir adelante”. A pesar de los riesgos y el desgaste físico, don Alejandro no pierde el ánimo ni la esperanza: “La fe es lo último que debemos perder”.