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jueves, septiembre 11, 2025
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Ojos que no ven

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El rechazo a la muerte del toro en la plaza reviste una cierta contradicción e hipocresía.

Se repudia la muerte del cornúpeta en el escenario circular pero nadie se queja de la manera en que millones de animales mueren en el rastro.

Lo que pasa es que esos sacrificios no se ven. ¿Se imaginan cuántos millones de animales son victimados cuando se fumigan los campos de siembra desde las alturas? Por ser pequeños, ¿esos animales son menos importantes que un elefante?

Se puede entender que la visibilidad de la muerte perturba la sensibilidad de algunas personas, pero entonces la solución es sencilla: a quien no le gusten las corridas, que no vaya.

La imposición de una ley que impide que el toro muera en la Plaza México es autoritaria, liberticida y antidemocrática. Su muerte es digna, en el marco de un ritual, de una ceremonia y una reglamentación.

Por cada toro que muere en la plaza, existen otros siete vivos en las ganaderías, enormes espacios ecológicos donde pacen cientos de otras especies en total libertad bajo la mirada del ganadero, el ecologista por excelencia.

A propósito de sinsentidos, las redes sociales se llenaron de júbilo, sí, leyeron ustedes bien, de júbilo, ante la muerte del forcado Manuel Trindade el pasado 23 de agosto en la plaza de Campo Pequeño en Lisboa, Portugal.

Un toro de 695 kilos se arrancó de largo y acabó estrellando al joven forcado contra las tablas, provocándole graves lesiones cerebrales que lo llevaron a la muerte horas más tarde en el Hospital San José de la urbe lisboeta.

No me cabe en la cabeza que un ser humano celebre el fallecimiento de un congénere al que no conocía y que ningún daño le había causado. “Ganó el toro” expresaron con sorna y simplismo muchos inconscientes. En estos tiempos, numerosas personas anteponen el animalismo sobre el humanismo. Aberrante criterio, inaudita jerarquización de conceptos. Tengo la impresión de que la humanización de los animales cobró impulso hace un siglo, cuando Walt Disney creó al Ratón Miguelito en 1928. La peregrina idea se puso de moda años más tarde con el surgimiento de filmes como Dumbo y Bambi.

Al escribir sobre este tópico, ahora mismo recuerdo la desacertada cita que José Tomás hizo de Disney al darle “voz” en un texto a “Navegante”, el toro de Pepe Garfias que estuvo a punto de quitarle la vida en la Monumental de Aguascalientes el 24 de abril de 2010. La dulzona mención contrastaba con el tremendo valor, la correosa reciedumbre del diestro de Galapagar.

Los aficionados admiramos y respetamos al toro de lidia pero el ser humano, con su razonamiento, inteligencia, conciencia, racionalidad, discernimiento y reflexión, ocupa un lugar cimero en la creación. Lo cual, claro, no significará nunca aprovecharse o ensañarse o burlarse de un animal.

Y la fiesta no es sañuda ni burlona. 

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