“Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, / Que de buey engordado donde hay odio. / El hombre iracundo promueve contiendas; / Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla”
Proverbios 15:17-18
En política, el odio, la envidia, las pasiones más simples y bajas, derivan en suicidio y en anti política. El odio, el deseo de hacer daño a los demás, nada tiene que ver con la política. El odio es politiquería. La política es arte y ciencia que acerca a los contrarios. La política es tolerancia y es ánimo incluyente, es respeto por quienes piensan y actúan de manera diferente a nosotros. Atinado, inteligente y glorioso es el aforismo que dicta: “En política, los amigos cerca, y los enemigos, más cerca”.
Son ostensibles los problemas mentales de una persona como Donald Trump, el Presidente de los Estados Unidos de América. Es un alma envenenada incapaz de tener elevados sentimientos. Quizá sus desordenes mentales sean consecuencia de su avanzada edad o quizá sean consecuencia de los excesos y abusos. Ese sería un problema personal si no es porque ostenta el cargo de gobierno más importante de ese país. El odio que anida en su persona le empeora su condición y lo convierte en una amenaza para el resto del mundo.
En un funeral que Trump convirtió en mitin político, confesó ser víctima de ese veneno mortal llamado “odio”. En esa reunión, sostuvo que odia a sus oponentes y que no quiere lo mejor para ellos. El odio es un sentimiento que lleva a desearle lo peor al objeto de esa vil pasión. Una persona que odia, con poder, se convierte en una amenaza para la integridad de quienes le rodean. El que odia él mismo se pone en peligro, pues el odio es veneno que una persona ingiere para que muera su interlocutor.
Ese odio que anida en el alma de Trump, tiene seguidores por millones: ¿por qué es así? Quien ostenta la Presidencia de los Estados Unidos, es apoyado por millones de personas, dentro y fuera de ese país. El odio que manifiesta y declara recibe aplausos y lo tiene en la Presidencia de ese país por el número de votos que lo llevaron al cargo.
Ese es el quid de esta cuestión. El odio que ha envenenado el alma de Trump tiene el apoyo de millones de personas que odian, de millones de personas que desde antes que él mismo ya cargaban con ese sentimiento vil. ¿Por qué recibe tanto apoyo de millones de personas un sujeto que odia tanto y que promete tanto daño a sus “oponentes”? Parece que millones de personas que odian tienen en Trump a un fiel representante de esos sentimientos destructivos. El peligro es que sus “oponentes” pueden ser todas las demás personas, el resto del mundo. Su ruptura real con Musk prueba ese aserto y nada prueba su hipócrita reconciliación y falso besuconeo.
¿Qué es lo que ocurre en un mundo en el que la política es tirada al olvido? ¿Qué ocurre en un mundo en el que se apoya tanto a los que odian renunciando a cualquier vestigio de naturaleza política? ¿Por qué prospera en vastos territorios el odio, la ingratitud y la envidia?
Los contrastes sociales quizá alimentan el odio. El odio prospera en vidas que se ven en la marginalidad del bienestar. Parece que no basta con resolver las necesidades elementales, como el vestido, la alimentación o la vivienda. La gente sospecha que hay más, que puede ser más equitativo el reparto de la riqueza. Parece que la ostentación genera un malestar social de grandes proporciones. Algunas personas que manifiestan furia, coraje, no pueden ocultar que se sienten marginados y subestimados en su potencial. Los extremos entre quienes tienen de sobra y los que tienen apenas lo más elemental, parecen alimentar el odio y la frustración social. Eso puede ser, pero no lo es necesariamente. Amplios sectores de la población tienen lo suficiente con lo más elemental, y no necesitan una vida de ostentaciones para ser felices. No todo mundo es esclavo de las posesiones materiales. Hay quienes saben que son más libres en la medida que necesitan menos, y más esclavos de las posesiones terrenales en la medida que necesitan más de lo que requieren para llevar una buena vida.
El consumismo se ha exacerbado y eso tiende a esclavizar a las personas. El efecto demostración se sustenta en la necesidad que muestra una persona por tener más cosas, lo que sea, pero más. Así, nada puede satisfacer el hambre de tener. Esa insatisfacción lleva a la furia, al enojo, al malestar.
Esa es la base de simpatizantes que tiene Trump. Es una base social de personas molestas, insatisfechas con su vida y peor, con la vida de otros. Cuando Trump declara su odio a sus “opositores”, lo que realmente está haciendo es convocar al odio a sus bases que ya de por si muestran furia social.
Naturalmente que sería estúpido esperar signos de naturaleza política en Trump. El presidente de ese país carece totalmente de naturaleza política. No es político; Trump es empresario y malo.
Lo que debe quedar claro a los opositores de Trump, es que algo están haciendo muy mal o han hecho las cosas demasiado mal. Tan mal que la gente se agarra de un clavo ardiendo, se agarra de la locuacidad senil de Trump. Es necesario que se entienda que, cuando la gente apoya lo peor, es porque la alternativa no es peor, sino fatal.
¿A los brazos de quien deben correr los que repudian el odio de Trump? El personaje curioso llamado Trump está mal, muy mal. Si millones de personas simpatizan con Trump, cabe preguntar: ¿qué tan peor es la alternativa como para que Trump tenga tanto apoyo popular?