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martes, septiembre 30, 2025
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El retrato hablado de Claudia

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Hay que leer con calma el artículo que este lunes publica Jorge Zepeda Patterson en El País, porque es una especie de boleta de calificaciones del primer año de la Presidenta. Una declaración en toda regla, firmada por su biógrafo autorizado. Es el análisis visto desde el palco, desde la barrera de sombra donde se sientan los que saben cómo se mueve el toro y, a veces, hasta le soplan al torero. Y lo que nos cuenta es que la Presidenta, contra varios pronósticos, ha resultado ser una lidiadora de primera.

El diagnóstico de Zepeda es certero en su punto de arranque: el verdadero reto para Claudia Sheinbaum no fue ganar la elección, hazaña que logró con casi el 60 por ciento de los votos, sino, más complicado, ganarse el derecho a mandar en un país de “machos alfa”. El famoso club de Tobi, pues: dueños del dinero, generales, líderes sindicales y demás barones que, según el autor, estaban listos para el “ninguneo”, para tratarla como un florero caro mientras ellos seguían moviendo los hilos en las sobremesas de manteles blancos. Y el ninguneo es un arte sutil, ese de invitarte a la junta pero no escucharte, de sonreírte en público y meterte el pie en privado. Lo que Zepeda argumenta es que, un año después, esa jugada no les funcionó. La conclusión: la silla no le quedó grande.

Aquí es donde la cosa se pone buena, porque el biógrafo detalla cómo domó a las dos bestias más grandes de la arena. Primero, el vecino del norte, Donald Trump. Su regreso a la Casa Blanca, con su conocida misoginia y su animadversión por los latinos, parecía la “tormenta perfecta”. Muchos, apunta Zepeda, pensaban que se necesitaba otro macho en Palacio para plantarle cara. Pero ella, sin caer en provocaciones ni en sumisiones, ha logrado navegar esas aguas turbulentas, ganándose un respeto que el propio Trump, según el texto, ha reconocido en varias ocasiones.

Luego, el fantasma de Palacio Nacional: la sombra inmensa de Andrés Manuel López Obrador. La apuesta de todos era que Sheinbaum tendría que romper con su creador, cometer una suerte de “parricidio político” para poder gobernar de verdad. Su jugada, describe Zepeda, fue mucho más hábil: se proclamó la “obradorista número uno”. Con eso, se adueñó de la inmensa base social del movimiento y ganó el derecho a pilotear la nave, ajustando el rumbo, con modernización y correcciones a lo hecho por su predecesor, sin que nadie pueda acusarla de traición. Una estrategia posible, claro, gracias al silencio absoluto que ha guardado AMLO desde su rancho. “Qué güeno”, dijera Tolón, el amigo de Tilín, que salen de nuevo en la tele.

Pero claro, ése es el juego de las grandes ligas. La verdadera prueba, la que se siente a ras de suelo, apenas comienza. Zepeda lo resume en una frase brillante: la llegada de una “izquierda con Excel”, el experimento de una “científica de formación con conciencia social”. La idea es poderosa. Promete orden después de los “tirones y empellones” del sexenio anterior; promete sanear finanzas y modernizar la administración.

El asunto es que una hoja de Excel es un mundo perfecto. Los números cierran, las celdas obedecen y las proyecciones son elegantísimas. Pero la realidad no cabe en una fórmula. El precio del aguacate, la combi que no pasa, el miedo a la hora de sacar dinero del cajero, el trámite que se atora por una firma… esa es la realidad que no se deja ordenar tan fácil. El gran peligro de una izquierda con Excel es enamorarse de la pulcritud de los datos y olvidarse del desmadre de la calle.

Lo que logró en este primer año, como bien dice el texto, fue asegurar la “cabina de mando” y darse la posibilidad de gobernar con plenas facultades. Fue una proeza, sin duda. Pero ahora falta que las proyecciones en la pantalla de la computadora se conviertan en una realidad que se sienta en el bolsillo y en la tranquilidad de la gente. El biógrafo nos da una buena foto del piloto. Ahora falta ver qué tal el vuelo para los pasajeros.

Ahí se las dejo y pronto nos leemos. Si el director paga este martes, nos vemos mañana.

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