¡Válgame Dios, chato! Uno se levanta, se toma su cafecito, lee las noticias y nomás no gana para sustos. Cuando uno cree que ya lo vio todo, ¡zaz!, que sale otro enredo. Y es que con la “ex corcholata” favorita, el paisano don Adán Augusto, esto parece un cuento de nunca acabar. Es como una de esas series que cada capítulo termina con un misterio peor que el anterior.
Que si los aviones de la Guardia, que si los relojes que ni Obama, que si el derroche… y ahora, ¡el gran final de magia fiscal!
Y es aquí donde a uno le da vueltas la cabeza, ¿me entiende? Porque nos dijeron, y nos juraron, que “no eran iguales”. Y se enojan si uno duda. Pero luego salen estos detalles… ¡detallazos, diría yo! Me acuerdo que en los tiempos de antes, con don Peña, hubo un secretario de Hacienda que también se hizo de una casita con un… digamos, un “pago en efectivo para ahorrarse los impuestos”. ¡Y qué escándalo se hizo! Y con justa razón.
Pero agárrese, chato, porque eso fue un pecadillo de monaguillo comparado con esto.
Resulta que leo en los papeles (en el Reforma, para ser exactos) que a nuestro don Augusto, el que se siente puro y casto, el ángel de la guarda de la nación… le salió un privilegio fiscal que ya lo quisiera uno para la cuesta de enero. Fíjese nomás: mientras a usted o a mí, si nos va bien, nos dejan caer la voladora del 35% de impuesto sobre la renta, ¡él, con sus millonadas de ingresos, nomás pagó el 2.4%!¡Así como lo oye! Se comió un cero. O más bien, el cero nos lo pusieron a nosotros. Es una matemática muy… pues, muy “transformadora”.
Y ahí es donde uno se pregunta: ¿Pos no que eran la encarnación de la honestidad? ¿No que ellos no jugaban a las “cartas” con los chamucos? Porque esto se parece mucho a un ángel que le anda dando descuentos al mismísimo diablo.
Uno ya no sabe ni qué pensar, de veras. Yo nomás pregunto: ¿cuándo van a parar las sorpresas con la “ex corcholata” de…augusto privilegio?
Con todo respeto, ¿no sería mejor ya cortar por lo sano? ¿No sería hora de darle una buena poda a esa rama antes de que se seque el árbol? Porque miren que nos juraron que no eran iguales… y la verdad, cada día que pasa, uno piensa que tienen razón.
¡Son peores!
Ahí, precisamente ahí… está el detalle.
