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lunes, octubre 13, 2025
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El origen del rebozo de Tepic: la herencia que llegó en la Nao de China

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Una ruta comercial del siglo XIX convirtió a Tepic en productor y exportador de la prenda más emblemática de México

Has escuchado ese verso que dice: “¿Cuándo me traes a mi negra, que la quiero ver aquí… con su rebozo de seda… que le traje de Tepic”?

Pero, ¿de dónde llegó el rebozo a Tepic?

Sí, ese rebozo que nuestras abuelas guardaban como un tesoro: donde arrullaban al bebé o, en un velorio, secaban sus lágrimas.

Pues bien, según los que saben, desde el siglo XVI hasta el XVII la famosa nao de China viajaba desde Asia cargada de mercancías. Entre ellas venía el alampay filipino o los paños de enrebozar, primos lejanos de los rebozos que conocemos hoy.

La nao desembarcaba en el puerto de Acapulco y, desde ahí, las mercancías se repartían por toda la Nueva España.

Pero, en 1813, en plena Guerra de Independencia, el cura José María Morelos y Pavón tomó el camino entre Acapulco y la Ciudad de México, conquistó Chilpancingo y, por supuesto, cerró el puerto de Acapulco: nada entra, nada sale.

Ante tal evento, se autorizó que la última nao de China desembarcara en el bello puerto de San Blas y que su mercancía se vendiera en Tepic. Esa fue la primera vez que los paños de enrebozar se comercializaron en Tepic. Fue el inicio de una costumbre que, con el tiempo, se cosió al corazón del folclor nayarita.

Entre 1813 y 1817 se estableció el Parián de Tepic como punto de distribución de los rebozos. Y no, no hablamos del famoso restaurante de carnitas… El Parián era un mercado central o tianguis techado que funcionó como punto de venta y distribución de mercancías.

Sin embargo, para 1824, Tepic ya contaba con su propia fábrica de rebozos. En 1829 salió el primer embarque de seda rumbo a Sonora. Podríamos decir que, con esto, Tepic pasó de ser un punto de paso a convertirse en productor y exportador.

Se dice, se cuenta, se rumorea que el rebozo, tal como lo conocemos hoy, nació en la Nueva España como prenda mestiza: una fusión de tradiciones indígenas, modas españolas y técnicas asiáticas.

Caprichos de la moda que convocaron a tres continentes para hacer un nudo: nadie pidió permiso, pero el resultado quedó tan elegante como inevitable.

Fuente: Francisco Samaniega arqueólogo e investigador en el Centro INAH Nayarit

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