
¡Qué bonito, qué bonito! Resulta que los “servidores de la nación” sí quieren transformar al país, pero si no es mucha molestia, preferirían hacerlo sin la incomodidad de levantarse e ir a la oficina.
La noticia es para enmarcarla: un grupo de diputadas y diputados de Morena hizo tremendo berrinche. ¿La causa de su indignación? ¿El sufrimiento del pueblo? ¿La injusticia? No, hombre. Su coraje fue porque les pidieron que dejen la comodidad de las sesiones semipresenciales y, agarre usted aire, se presenten a trabajar en el recinto legislativo de San Lázaro. Como si ir a la chamba fuera un castigo y no la obligación por la que se les paga una millonada.
La comodidad que dejó la pandemia se les volvió adicción. Para qué ir a sentarse a una curul si se puede “votar” mientras uno está, según los reportes, en fiestas, restaurantes o playas. El caso más reciente y cínico fue el del impresentable Cuauhtémoc Blanco, captado jugando pádel mientras a distancia votaba en la Comisión de Presupuesto. Y no nos olvidemos de la otra joya: los que organizaron un bailongo con la Sonora Santanera en el recinto, a la misma hora de la sesión ordinaria. Confundieron el Congreso con el Salón Los Ángeles.
El escándalo fue tal que el coordinador, Ricardo Monreal, tuvo que salir a poner orden. Y no como un líder político, sino como un director de primaria regañando a chamacos malcriados. La vicecoordinadora Gabriela Jiménez tuvo que mandar una circular “por orden de Monreal”. El mensaje no tiene desperdicio: se les acabó la fiesta. Tienen que ir “de lunes a viernes” la próxima semana para discutir el Presupuesto de Egresos de la Federación 2026. ¡Toda la semana!
El regaño es tan ridículo que la circular aclara que, aunque un día no haya votaciones, “su presencia es necesaria para pasar lista”. Como en la secundaria, o pasas lista o te ponen falta. Y la cosa no para ahí. La bancada de Morena acordó aplicar descuentos a los legisladores por faltar a las sesiones y a las comisiones. ¡Les van a descontar de su sueldo! Qué nivel de vergüenza. Hasta van a crear un “fondo” con el dinero de los faltistas. A lo mejor con eso les alcanza para pagarle a la próxima Sonora, ahora sí en fin de semana. Para que no haya dudas, Monreal también mandó decir que se acabaron los bailes: ahora el 90 por ciento de los eventos serán legislativos y solo un 10 por ciento “culturales”. Se acabó el recreo, pues.
Pero la joya de la corona, el clavo que le faltaba a este ataúd de la congruencia, es la reacción de la oposición. Tuvo que salir la presidenta de la Cámara, la panista Kenia López Rabadán, a darles lecciones de moral laboral. Ella es la que tuvo que salir a decir lo obvio: que las sesiones serán “absolutamente presenciales”. Tuvo que recordarles, como si hablara con niños, que los ciudadanos que pagan impuestos “merecen que sus legisladores trabajen”.
El mundo al revés. La derecha neoliberal y conservadora exigiéndole a la izquierda transformadora que, por favor, haga el trabajo por el que se le paga. Kenia López hasta les tuvo que rogar que se constituya un Comité de Ética para poder sancionar a los flojos. Se supone que esta transformación venía a barrer con los “aviadores” y los privilegios del viejo régimen. Y resulta que la bancada más grande de la historia, la del partido que se dice del pueblo, es la primera que hay que amenazar con quitarle dinero de su dieta para que se digne a pararse en la oficina. Qué pena.
Ahí se las dejo y pronto nos leemos.



