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miércoles, noviembre 5, 2025
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Retratan empresarios un país herido

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En su asamblea anual, la élite empresarial de Nayarit cambió la oración por la protesta. Encendieron velas por la violencia y escucharon, junto al poder político y militar, la cruda autopsia de un país "de rodillas" por la extorsión y con un sistema de salud colapsado

Crónica Meridiana | Jorge Enrique González

No es día primero de mes para encender una veladora a la Divina Providencia. Es media mañana y la crema y nata del empresariado local, congregada en la Asamblea Anual de Coparmex Nayarit, ha encendido la suya. En cada mesa, una pequeña flama tiembla bajo el aire acondicionado. Es una luminosa protesta por la violencia. Una protesta silenciosa, elegante, con olor a cera, parafina para ser más preciso, y café americano, marcada por la noticia reciente del asesinato de un alcalde en Michoacán, Carlos Manzo, justo en la víspera del Día de Muertos.

El presídium es un catálogo del poder nayarita. Están todos. El verde olivo del general Carlos Alberto Guerrero Curiel, comandante de la 13va Zona Militar. El blanco impecable del capitán Luis Guillermo Tiburcio, de la Zona Naval. El cuello almidonado del monseñor Engelberto Polino Sánchez, el nuevo obispo de Tepic. Los representantes del Congreso y del Tribunal Superior. La alcaldesa de Tepic, presente y atenta. Y, en representación del gobernador Miguel Ángel Navarro, la subsecretaria de gobierno, Isis Minerva Ortiz.

Hay manteles largos y el tintineo de los cubiertos contra la loza. Pero la atmósfera es pesada.

La voz de Liliana Verónica Hernández Magallanes, la presidenta local de Coparmex, pide encender esas velas. “Que esta luz simbolice la esperanza de un México en paz”, dice. “Guardemos unos segundos de silencio por las vidas que se han perdido, por las familias que hoy viven con miedo”. Y los guardan todos, empresarios y poder público.

El silencio es denso. Un silencio de empresarios, de gente que mide el tiempo en dinero y el riesgo en hojas de cálculo. Hoy, miden el riesgo en vidas. “Vivir seguros es un derecho de los mexicanos, no un sueño”, concluye Liliana.

Ella, Liliana Hernández, es la anfitriona. Su discurso es un ejercicio de equilibrio diplomático. Está parada frente a las autoridades que acaba de saludar, incluyendo a los militares, y les agradece. Reconoce el esfuerzo por mantener a Nayarit “entre los estados más seguros del país”. Es el cumplido necesario.

Pero inmediatamente después, gira el bisturí implacable.

“Seguiremos insistiendo”, dice, y su voz no titubea, “porque estamos convencidos que la colaboración público y privada es la base para generar inversión, empleo y bienestar”. Y entonces, la demanda: “Es el momento que el gobierno confíe y apueste también por los empresarios locales”. Es un reclamo envuelto en seda. Un “aquí estamos, invirtiendo, generando empleo, úsennos”. Llama a los suyos a no ser “espectadores”, sino “protagonistas”. Habla de casi 55 años de Coparmex en el estado, de no limitarse a “producir”, sino a “participar”.

Su intervención termina y da paso al ritual central: la toma de compromiso del nuevo Consejo Directivo 2025-2027. Suben los consejeros. Reciben su pin. Se toman la foto.

Entonces, siguiendo el orden del día, sube el presidente nacional.

Juan José Sierra Álvarez no viene de Tepic. Viene de un México que arde más allá de la burbuja de seguridad nayarita que Liliana acaba de reconocer. Y no trae sedas.

Comienza con un saludo al gobernador, pidiendo un “diálogo real, un diálogo de veras”. Y de inmediato, lanza el primer golpe: “Quisiera iniciar estas palabras… con un rechazo a la violencia, con los hechos del asesinato del alcalde Carlos Manzo… hechos lamentables en Michoacán”.

Sierra pide a la élite nayarita ponerse de pie. No para aplaudir, sino para guardar un minuto de silencio. El desayuno se convierte por sesenta segundos en un funeral.

Lo que sigue es la autopsia. Sierra Álvarez, el líder nacional, desgrana los números que definen al país, y los números no son buenos. Habla de las MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas) como el “corazón de la economía”. Representan más del 97 por ciento de las unidades económicas y generan más del 70 por ciento del empleo formal.

Pero ese corazón, dice Sierra, está enfermo.

“La inseguridad”, afirma, “sigue siendo el principal obstáculo”. Y suelta las cifras que hielan el café: una de cada dos empresas ha sido víctima de por lo menos un delito. El 24 por ciento de las MIPYMES siente que la inseguridad amenaza su permanencia. El robo a negocio preocupa, sobre todo porque 4 de cada 10 son violentos.

Pero la verdadera plaga tiene otro nombre: extorsión. “Lo que más nos preocupa es la extorsión”, dice Sierra, “que ha crecido 82 por ciento en la última década”. La llama “el delito que tiene de rodillas a miles de empresarios”. Y en una acusación directa a la burocracia, añade que a veces la propia autoridad, “en aras de hacer cumplir la ley, se convierte… en el mayor extorsionador”. “Ese impuesto al de extorsión”, remata, “es el más alto que pagan los empresarios”.

El presídium escucha. El general, el obispo, la alcaldesa, la representante del gobernador.

Sierra no ha terminado. Cambia de la seguridad a lo social. Habla del INEGI. Y suelta la segunda bomba: el colapso del sistema de salud. “En 2018, había en nuestro país 22 millones y medio de personas sin acceso a la salud”. Hoy, dice, “duplicamos la cifra. 44 millones y medio de personas en nuestro país no tienen acceso a la salud”.

El diagnóstico es brutal: “En la dimensión social retrocedimos”.

El líder empresarial se adentra en la política. Critica la reforma a la Ley de Amparo, que, asegura, “representa un riesgo para la certeza jurídica” y debilita el “principal escudo” contra el abuso de autoridad. Advierte sobre la independencia judicial y califica la inminente reforma electoral como “riesgosa e inoportuna”.

Es un discurso de guerra pronunciado en un desayuno de paz.

Pero Sierra, como buen empresario, debe cerrar con una oportunidad. Habla del nearshoring, la relocalización de las cadenas de suministro. Es la “ventana histórica”. Nayarit, dice, puede ser un punto para atraer inversiones. Pero la oportunidad tiene un precio, una condición triple: “siempre que exista seguridad, energía y certeza jurídica”. Las tres cosas que acaba de pasar veinte minutos diciendo que están bajo asedio.

“Nuestro papel no es de espectadores, sino de protagonistas del cambio”, concluye.

El evento se clausura. La gente se levanta. Los nuevos consejeros reciben felicitaciones. Los meseros recogen los platos y las tazas vacías. Sobre las mesas, las velas que se encendieron como protesta ahora están apagadas, dejando un rastro de humo frío y olor a cera, pa-ra-fi-na, quemada. La crema y nata del empresariado se despide. Salen del salón con aire acondicionado, de vuelta al país en llamas que Juan José Sierra Álvarez acaba de describir.

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