El asesinato del presidente municipal de Uruapan, Michoacán, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, el sábado uno de noviembre, ha generado un profundo dolor en México, entre otras razones, por haber sido un funcionario con temple, que abiertamente se manifestó por combatir a las organizaciones criminales y la repetida solicitud de apoyo al Gobierno Federal.
Las marchas de protesta en ciudades como Morelia, Uruapan y Apatzingán, trajeron destrozos y quema en edificios públicos. Son muestra de una ciudadanía que está cansada de esta violencia que mata, desaparece, secuestra, extorsiona, asalta, viola, roba, despoja.
Pero la muerte de Carlos Manzo no llegó sola, sino que hizo florecer la peor versión de políticos mexicanos, que fácilmente culpan de la inseguridad en el país a los partidos contrarios, cuando son responsables todos los que han gobernado: del PRI, PAN y ahora de MORENA, que han sido omisos ante el mayúsculo problema.
Muy pequeñas las palabras de la presidenta Claudia Sheinbaum al responsabilizar a los ex presidentes Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto de este profundo mal, y al mismo tiempo prontamente poner a salvo a Andrés Manuel López Obrador y a ella misma.
Si bien, dicho sea de paso, se reconoce en Sheinbaum que esté dando ciertas muestras de atender la problemática a través del secretario de Seguridad Omar García Harfuch, por otra parte se le nota débil cuando se trata de combatir lo que ningún presidente ha querido: ir al fondo, atacar la complicidad de altos funcionarios que se coluden con narcotraficantes para ser uno solo.
Ahora mismo es un pendiente del gobierno de Sheinbaum la situación del senador Adán Augusto López, a cuyo secretario de Seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, se le atribuye haber sido líder del grupo criminal La Barredora.
La tarea es múltiple: cómo hacer que los jóvenes o niños no sean enganchados por los criminales, cómo evitar que estos posean tan poderosas armas, cómo insistir para que la juventud no abandone la escuela, cómo hacer que los gobiernos destinen los recursos a los rubros verdaderamente importantes como la salud y educación, en apoyo al campo, no en frivolidades y ocurrencias.
Carlos Manzo habló también de otra parte crucial: que sea en las familias donde se ponga la alerta y la corrección cuando se advierta que los jóvenes empiezan a andar en malos pasos. Tan sólo el muchacho que disparó un arma en su contra, y que después fue abatido, podría no llegar a 20 años.
Las manifestaciones tras el asesinato de Manzo Rodríguez, algunas de ellas violentas, son también de llamar la atención: en muchas regiones del país hay un hartazgo por estar sometidos a grupos criminales y gritar en las calles significa una salida frente al terror que se ha impuesto.
Días antes vimos también otras manifestaciones, la de productores del campo que bloquearon carreteras para demandar un mejor precio a sus cosechas.
Son evidencias muy claras del sentir de la población y de un llamado de alerta para quienes gobiernan en el país, que lo último que necesita es escuchar culpas de unos y otros, sino que requiere hacer un frente muy amplio contra el crimen organizado, y que haya una voz con calidad moral para convocarlo.
Desde siempre debió dejarse de solapar a políticos o altos funcionarios coludidos con esos grupos de delincuentes.
* Esta opinión es publicada con autorización de su autor. Oscar Verdín Camacho publica sus notas en www.relatosnayarit.com



