Históricas Meridiano | Jorge Enrique González
Era cura. Complejo, contradictorio y polémico. Hombre de ideas y de letras.
Dirigió y escribió el primer periódico al servicio de la independencia de México. Poco después se fue al bando oficial como radical enemigo de los rebeldes.
Tepiqueño, nació en una casa frente a la plaza principal de la ciudad.
Oyó los pecados de pobres y ricos en los templos de Ixtlán y Mascota.
Locuaz, mitigaba el calor de sus territorios usando una sandía partida como sombrero.
Provocador, predicó una teología a la medida de sus ideas: “El único pecado original del hombre es la ignorancia…”, dijo y escribió. Imaginemos el escándalo en aquella conservadora y mocha madrasta nuestra, la Guadalajara de inicios del siglo XIX.
Fue tal vez el único verdadero sabio, entre los clérigos, pensadores y poetas de esta “tierra santa, tierra del Señor”, harta ahora de pecados originales en todos los ámbitos.
Hoy, 7 de noviembre, celebramos los 250 años de su nacimiento. Meridiano recordará al religioso a su manera: con una serie de textos que permitan la comprensión de su nada ligera existencia.
El sabio de la sandía
La historia suele preferir a los héroes de una sola pieza. Aquellos que, como el bronce de sus estatuas, no muestran fisuras. Francisco Severo Maldonado y Ocampo no fue uno de ellos. Su figura es un laberinto de genialidad y contradicción, un hombre tan brillante que fue considerado un “auténtico visionario”, y tan desconcertante que fue condenado por “traición”.
Nacido en Tepic el 7 de noviembre de 1775, el joven Francisco Severo fue enviado a Guadalajara para estudiar en el Seminario Conciliar. Lejos estuvo de ser un estudiante promedio; fue un prodigio. Destacó de inmediato en gramática, retórica, filosofía y humanidades, ingresando luego a la Real y Literaria Universidad de Guadalajara. A los 26 años, ya era doctor en filosofía y teología.
Pero su intelecto venía acompañado de un carácter explosivo. Su biógrafo, Juan B. Iguiniz, lo describió como poseedor de un “carácter extravagante y exageradamente presuntuoso” (Fregoso Gennis, 2001, p. 55). La anécdota de la sandía como sombrero para el calor sofocante de Ixtlán no es la única. Se cuenta que tras recibir su doctorado, se topó con miembros del cabildo catedralicio y les escupió verdades: mientras él estudiaba, ellos dormían, por lo que el venerable cabildo era “como el Arca de Noé, de animales de toda especie” (Fregoso Gennis, 2001, p. 56).
Como bien apunta su biógrafo, era “extravagancia, no locura, puesto que sus obras muestran una lucidez y claridad de conceptos, propios de una inteligencia privilegiada” (Fregoso Gennis, 2001, p. 56).
Este mismo ímpetu lo llevó a ser un revolucionario en el aula. Causó revuelo al traducir y usar como texto el Tratado de las sensaciones de Condillac, una teoría del conocimiento considerada radical, ganándose “enconados ataques” y el apodo de “ayancado” (afrancesado o yanqui) por su admiración al federalismo norteamericano.
Su verdadera transformación, sin embargo, ocurrió en sus parroquias. Tanto en Ixtlán como en Mascota, Maldonado tuvo contacto directo con las “clases indígenas y marginadas”. Vio de primera mano las “desigualdades económicas y las radicales diferencias sociales” que forjaron su “espíritu inconforme, revolucionario, utópico” (Fregoso Gennis, 2001, p. 57). Se obsesionó con las “clases oprimidas y explotadas”, a las que designó con el término “proletarismo”, mucho antes de que se popularizara.
La pluma de la insurgencia
Cuando la revolución de 1810 estalló, Maldonado no dudó. Mientras Miguel Hidalgo estaba en Guadalajara, el cura de Mascota se presentó para ofrecer sus servicios. No ofreció una espada. Sus armas eran “la palabra y la pluma” (Fregoso Gennis, 2001, p. 82).
Hidalgo, consciente de la necesidad de un órgano de difusión, le encargó la tarea histórica de dirigir el primer periódico insurgente de América: El Despertador Americano.
Maldonado se entregó por completo a la causa. No sólo escribió; según se sabe, sus “arengas revolucionarias… fueron frecuentes en los púlpitos de los templos de Guadalajara” (Fregoso Gennis, 2001, p. 61).
El periódico, del cual se publicaron siete números entre diciembre de 1810 y enero de 1811, era pura pólvora. Impreso en la legendaria “casa de los perros” de Guadalajara y vendido al “precio exorbitante de dos reales”, sus 2,000 ejemplares se agotaban de inmediato.
En sus páginas, Maldonado llamaba a los “¡Nobles americanos! ¡virtuosos criollos!” a volar “al campo del honor, cubríos de gloria bajo la conducta del nuevo Washington [Hidalgo] que nos ha suscitado el cielo” (Fregoso Gennis, 2001, p. 84).
Atacaba sin piedad el sistema colonial: “¿Qué manos son las dueñas del comercio, quiénes lo han aprisionado en un solo y detestable puerto, manteniendo el feroz monopolio…?”. Denunciaba que los “gachupines” ocupaban todos los virreinatos, intendencias y dignidades, mientras impedían la industria local. Su visión era continental, llegando a pedir alianzas a los “¡Generosos ingleses!” y a los “¡Americanos del norte!”.
La caída y la “traición”
El 17 de enero de 1811, irónicamente el mismo día que salía el séptimo número de El Despertador, el ejército insurgente fue aniquilado en la Batalla de Puente de Calderón. La causa estaba perdida en Guadalajara.
Aquí es donde la figura de Maldonado se quiebra y comienza la controversia. Fregoso Gennis lo describe como “el intelectual, estudioso y erudito que nunca pretendió ser héroe” (Fregoso Gennis, 2001, p. 63). Maldonado huyó y se ocultó en Mascota.
No duró mucho. Fue denunciado ante las autoridades realistas y puesto a disposición del temible brigadier José de la Cruz. El bando realista no escatimó insultos; fue llamado “oprobio del sacerdocio y ejemplar de la perversidad del corazón humano” (Fregoso Gennis, 2001, p. 63). Se ordenó la confiscación de sus bienes, especialmente sus “demoníacos libros”.
Fue entonces cuando De la Cruz le ofreció un “indulto” (perdón) . Pero el perdón venía con un precio terrible. El documento oficial, fechado el 20 de agosto de 1811, deja constancia de que Maldonado, para salvarse, tomó “a su cargo la oferta voluntaria, ser el editor del Telégrafo de esta ciudad” (Fregoso Gennis, 2001, p. 64).
Como señala Fregoso Gennis (2001, p. 65), este “supuesto indulto no fuera otra cosa que un castigo impuesto por el sagaz brigadier, que de esta manera además de sancionar al cura rebelde, lo humillaba”.
El resultado fue El Telégrafo de Guadalajara. El mismo hombre que había llamado a Hidalgo “el nuevo Washington” , ahora lo describía como “el apóstata más rapaz y sanguinario que jamás se ha visto” (Fregoso Gennis, 2001, p. 99). A la insurgencia que había defendido con fervor , ahora la llamaba “meras cuadrillas de bandoleros”.
¿Cómo explicarlo? Fregoso Gennis (2001, p. 94), citando al maestro Diego Huízar Martínez, ofrece la clave: “Francisco Severo Maldonado jamás sintió vocación de héroe ni mártir. (…) Ególatra hasta lo hiperbólico (…) ‘París bien vale una misa’ y cambió la dirección del sedicioso periódico (…) salvándose así de las garras del endriago que fue el brigadier De la Cruz” .
Salvó la vida. Su reputación quedó manchada.
Redención: El visionario de Anáhuac
Si la historia de Maldonado terminara aquí, sería la de un intelectual brillante pero cobarde. Sin embargo, al salvar su vida, Maldonado salvó también las ideas que lo convertirían en uno de los pensadores más adelantados de su siglo.
Pasada la guerra, su intelecto fue reconocido. Fue nombrado miembro de la Soberana Junta Provisional Gubernativa por Iturbide. Fue entonces cuando produjo sus obras cumbre: El Nuevo pacto social (1821) y el Contrato de asociación para la república de los Estados Unidos de Anáhuac (1823).
Estos tratados, casi desconocidos hoy, son su verdadera herencia. En ellos, el cura que había sido llamado “socialista” y precursor del “agrarismo y sindicalismo mexicanos”, plasmó una utopía para la nueva nación.
Sus propuestas eran asombrosas para la época:
1.- Reforma agraria radical. Maldonado atacó frontalmente el latifundismo. Denunció el “derecho horrible de la propiedad territorial, perpetua, hereditaria y exclusiva” , argumentando que la ruina de las repúblicas antiguas fue “la acumulación de la propiedad territorial en pocas manos” (Fregoso Gennis, 2001, p. 127).
2.- Un banco nacional para el pueblo. Propuso la creación de un banco nacional. Su objetivo principal no era el lucro, sino la “redención del terreno nacional comprándolo a sus actuales propietarios (…) para repartirlo al precio más barato posible entre el mayor posible número de ciudadanos” (Fregoso Gennis, 2001, p. 126).
3.- Educación gratuita y obligatoria. Décadas antes que Juárez, Maldonado propuso en su Contrato que “Todo mexicano al llegar a la edad de siete años, será forzosamente educado a expensas de la patria”. Esta educación incluiría no sólo leer, escribir y contar, sino un “catecismo de la política” para que los niños conocieran sus “obligaciones y derechos del ciudadano” (Fregoso Gennis, 2001, p. 124).
4.- Libre comercio. Abogó por un “sistema liberal de comercio exterior” con el fin de “extirpar el contrabando y el monopolio” (Fregoso Gennis, 2001, p. 128).
5.- Precursor de la OEA. Su obra incluía “Apuntes sobre un Tratado de confederación general entre todas las repúblicas americanas” , un plan para consolidar la libertad del continente y terminar amistosamente las disputas .
Murió en Guadalajara el 8 de marzo de 1832 .
Francisco Severo Maldonado sigue siendo un personaje incómodo. Fue el cura que imaginó un “pecado original” basado en la ignorancia, el intelectual que usó una sandía como casco, el propagandista que sirvió a dos amos opuestos.
Fue un hombre que, ciertamente, vivió en una “época que no lo comprendió”. Quizás su mejor definición la da el propio Fregoso Gennis (2001, p. 133): fue un “hombre de ideas” y no la “imagen tradicional de hombres de armas”. Un hombre que pugnó, por encima de sus propias contradicciones, “por crear una nación justa en todas sus manifestaciones”.
Para saber más:
Fregoso Gennis, C. (1984). Francisco Severo Maldonado. Guadalajara: UNED Gobierno de Jalisco, Secretaría General, Unidad Editorial.
Fregoso Gennis, C. (2001). El Despertador Americano: Primer periódico insurgente de América. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.



