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jueves, diciembre 4, 2025
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Encontrar la muerte luchando por la vida

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Leo en las notas policiacas, un hecho que, si bien no es algo que nunca haya ocurrido, siempre que veo este tipo de información, de inmediato me obliga a muchas reflexiones sobre la lucha por la vida que cada uno de nosotros estimados amigos y amigas, sentimos cada día.

La nota señala que un señor de nombre Jorge Eduardo Gómez Arreola de 54 años de edad, conducía por el libramiento de Tepic, un taxi de color amarillo, pero al llegar a la altura del puente de la avenida Jacarandas y libramiento carretero, de pronto sintió un agudo dolor principal en el centro o lado izquierdo del pecho y digo que en esa parte del cuerpo, porque el pecho es el síntoma más común, descrito como una presión, opresión, compresión o dolor intenso que dura varios minutos o desaparece y regresa, nada más que son dolores tan agudos que en muchos casos, la persona afectada, no los soporta y finalmente cede y fallece.

Tal como fue el caso del trabajador del volante Jorge Eduardo, quien, al sentir tan intensa dolencia, lo único que pudo hacer pensando en que podría perder el conocimiento y de seguir manejando hubiera consecuencias para terceros, entonces se orilló a un lado del camino y ahí fue auxiliado todavía con vida, pero ya inconsciente, para finalmente fallecer.

El historial médico del finado taxista denotaba que era un riesgo que el estuviera trabajando, pues meses atrás había sido operado por problemas cardiacos, y lo primero que se le aconseja a una persona con problemas cardiacos es que guarden reposo, que se la lleven con calma, que no hagan mucho esfuerzo, que cuiden su alimentación, y muchos etcéteras más.

Pero claro que estas recomendaciones que desde luego son científicas y como su nombre lo indica son recomendables, las pueden seguir aquellas personas que ya resolvieron su vida económica, sea que estén pensionados, o jubilados, tengan alguna empresa, o que, en todo caso, alguien está a cargo de ellas, digamos una hija, hijo, hermano, esposa o esposo, o cualquier otro familiar que obvio, tiene la capacidad económica para sostenerlos.

Pero sucede, como en el caso del taxista que mencionamos hoy, que, así como él, existen cientos o miles de personas que saben que están enfermas, que saben que deben seguir una dieta, un modo de vida apropiado para conservar su salud, todo eso lo saben, lo que no pueden es hacerlo por la falta de recursos para hacerlo.

Y es así, que, como el finado Jorge Eduardo Gómez Arreola, fallecen en el país y en el mundo, miles de personas con padecimientos terminales que lamentablemente tienen que mantenerse ellas, y en muchos casos, mantener familia, hijos, nietos, esposa, a veces a la mamá o al papá, o eventualmente a ambos, y pues con semejantes presiones económicas sobre sus hombros, difícilmente pueden quedarse en casa a cumplir con los consejos y recomendaciones médicas.

Claro que desde la perspectiva de muchos que ya tienen un cierto respaldo económico, aunque sea para sus necesidades muy básicas, es fácil criticar y decir, “si ya sabía que tenía que guardar reposo, para que andaba trabajando”.

Pero desde la perspectiva de los que tienen que luchar por su vida, por su sobrevivencia, es otra manera de pensar muy distinta, ahora imaginemos al hombre del que hemos estado hablando con su rutina de trabajo: a diario esperando que alguien le dijera que ocupaba un servicio de taxi, este señor que en paz descanse, tenía su base en el sitio del IMSS precisamente, así que a diario esperar que un enfermo, o dicho con más propiedad, que la familia de un enfermo lo contratara para llevar a un domicilio al paciente que salió del IMSS; pensar en sacar lo de la gasolina, en sacar lo del patrón,-si es que el taxi no era de su propiedad y trabajaba para un permisionario-; pensar en cubrir la cuota obligada y luego sacar su ganancia; pensar en la enorme competencia que hoy día tienen que enfrentar los taxistas tradicionales con las nuevas formas de contratar un servicio de transporte local, como los famosos uber, entre otros.

Si tenía hijos o hijas estudiando, pensar en los gastos de la graduación, de los materiales para su estudio, etcétera.

Y después de estas y otras preocupaciones, tener que trabajar la plaza, esto es, buscar por calles y recorridos que alguien le dijera la clásica palabra: “taxi”, para abordarlo, bueno abordarlo siempre y cuando los precios se ajustaran a lo que el cliente pasajero, trajera o esperara.

Ah, y se me olvidaba, todo lo anterior y otras preocupaciones, aparte de saber que su corazón corría todos los días riesgos, ya que había sido intervenido quirúrgicamente y sabía que su salud no era completa.

Todo lo anterior nos lleva a una sola reflexión, muchos buscando sobrevivir, terminan muriendo, y seguramente la historia continuará… ¡descanse en paz Jorge Eduardo! hasta mañana

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