
A veces se tiene que hacer un poco de lado el tema de gustos o las fobias para adentrarse al tema del análisis de los fenómenos sociales, como en el caso del cantante Bad Bunny quien goza de una enorme popularidad y un espacio en el gusto musical de millones de personas, sin embargo hay otros tantos que han señalado que su música no es de su agrado para decirlo cortésmente.
Pero más allá de lo musical llamó la atención lo que ha desatado una intervención en sus conciertos, un agregado físico que ha llamado “La casita”, que como su nombre lo indica es una casa pequeña que de pronto aparece en los mapas de la venta de boletos para sus conciertos y en ese escenario alterno dedica buena parte de su presentación.
Ahora, en su gira llamada “Debí tirar más fotos World Tour” (ya desde el nombre nos da una idea), busca generar un recuerdo imborrable en la mente de quienes asisten, pero sabe que la posición social es como la distribución en un concierto, con los boletos VIP con alto costo hasta adelante, y los de entrada general que pagan con grandes esfuerzos el público mayoritario hasta atrás. Justo para estos últimos está pensada esa interacción de “La casita”.
El objetivo es visibilizar esa injusticia y esa desigualdad, la mezcla que conlleva por ejemplo la gentrificación que ha hecho que muchas personas abandonen sus hogares porque ya no tienen suficiente dinero para mantenerlas, y han sido desplazadas por grandes consorcios que ahora rentan a través de aplicaciones digitales a un segmento con poder adquisitivo suficiente.
Ese símbolo lo lleva Bad Bunny al escenario y por eso coloca esa casita en las zonas generales, para hacer coherente el mensaje. De nada serviría que fuera en el escenario principal, pues entonces sólo sería una escenografía más.
Claro que esto trajo muchas reacciones, tanto positivas como negativas, por ejemplo, quienes pagaron los precios altos por los accesos preferentes y más cerca del escenario han reclamado, a tal grado que la empresa Ocesa, organizadora del concierto, emitió un comunicado de prensa donde se les dará facilidades a quienes deseen un reembolso al no sentirse satisfechos con esta propuesta.
No debe verse como una lucha de ricos contra pobres, quizá no es la función de un concierto, pero sí debe verse como un mensaje que quieren darnos los artistas, un guiño cariñoso para esos tantos fans que empeñan, ahorran, buscan la forma de tener un boleto que les asegure la entrada y allí dentro, ya en el concierto, hacer el momento memorable.
Bad Bunny difícilmente perderá seguidores con esta acción, por muchos que quieran su reembolso, sus conciertos seguirán llenos, se mantendrá en los primeros lugares de las listas de reproducción en plataformas digitales, cantará el 8 de febrero en el show de medio tiempo del Super Bowl como la figura que es. A muchos no nos seguirá gustando su música, pero sí seguiremos analizando el fenómeno social que representa y las actividades que de ella emanen.
@rvargaspasaye
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