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jueves, diciembre 11, 2025
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¿Puede haber figuras políticas carentes de infancia política?

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Hay muchos. Todos conocemos un nombre. Un caso. Muchos son los que se involucran en la esfera pública para hacerse de algo de dinero y dejar en el pasado, muy en el pasado, su infancia llena de hambre y miseria. Entienden la política como una forma de atesorar mucho, mucho dinero. Eso no es política, es politiquería, como bien decía López Obrador entre otros muchos otros más. Es verdad que “el que para la Iglesia vive, de la Iglesia vive” (“¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan?” –1 Corintios 9:13–). Solamente que algunos llegan al templo con las manos en las bolsas para salir del templo con las bolsas en las manos. Hay ratitas de toda laya.

En la nada ideológica se encuentra una buena parte de quienes aparentemente representan a la gente. Esos son los que se acercan a las esferas públicas –que deberían ser de naturaleza política–, para dejar su pasado de hambre, de pobreza material, moral y espiritual. Un buen número de protagonistas de la escena pública se han acercado a figuras relevantes que se mueven con el impulso de las ideas y de la vocación de servicio. En la ilógica lógica del expresidente Luis Echeverría, un buen número de políticos carecen hasta de infancia política y son ideológicamente huérfanos. ¿Cómo se han logrado colar a los altos cargos de la representación popular? Diría López Obrador con ácidas palabras: ‘acercándose a un buen árbol, atenidos a que buena sombra les ha de cobijar’.

Algunos se atienen a dejar su pobreza moral y material, atenidos a la memoria de sus padres. Otros se roban los huesos de personajes que inventan como “héroes desconocidos”. Otros se atienen a sus dones histriónicos y otros más se hacen expertos en el glorioso arte de la adulación. La adulación lleva a inventar virtudes de las que carecen algunos poderosos. Otros de plano se atienen a sus dones cleptocráticos. Nada de eso es política: es politiquería.

Como cajas vacías habría que concebir, hoy más que nunca, las denominaciones ideológicas. ¿Izquierda y derecha?: eso son cajas vacías, cajones de sastre en las que cabe todo tipo de sobrante retórico. ¿Quién no conoce la historia de un singular socialista como Adolfo Hitler? Hitler militó, dirigió y convirtió en partido único al Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (heredero del Partido Obrero Alemán fundado en 1919, año en el que, por cierto, también se fundaba en México el Partido Comunista). Pol Pot, que luchó al lado de Ho Chi Minh y que dirigió el Partido Comunista Khmer en Camboya, posee una historia verdaderamente terrorífica. La izquierda la representaba Pol Pot, aunque manteniendo a su país y la región entera en medio de un gran mar de sangre.

Este es parte de un texto publicado en la revista Gente, en 1977, en el que se describe lacónicamente en un pie de foto el infierno del Khmer Rojo: “Se calcula que un millón de personas han muerto. Un millón de cadáveres son la columna vertebral de esta realidad atroz. Pero, ¿por qué hay tanto silencio en torno a Camboya? ¿Por qué únicamente los testimonios de algunos refugiados, las notas periodísticas de ‘Le Point’, de París, algunos relatos orales y algunas fotos borrosas y desgarradoras son las únicas voces que se alzan contra tanto crimen?” Fin de la cita.

La verdad es que sobran ejemplos de los excesos en los que han incurrido las supuestas “izquierdas” (y los excesivos y criminales silencios de las ‘derechas’). Por lo menos eso es lo que tenemos como producto de las denominaciones que vagaron libremente a lo largo del siglo XX. En el caso de lo que ocurrió en la desaparecida Unión Soviética (ex URSS), todos sabemos de los grandes crímenes cometidos por el “Tío Pepe”. De hecho en la historia de México podemos encontrar una relación estrecha entre el nombre de Stalin y el de León Trotsky, entre el victimario y la víctima a quien no se le perdonó ni en el destierro.

Un recuerdo más. Y ya. De nombre Benito Amilcare Andrea Mussolini Maltoni, hijo de un obrero anarco-socialista, también optó por un socialismo ecléctico que lo llevó a convertirse, como siempre a partir de las fuerzas que mueve la fortuna, a convertirse en un tirano. En esa aventura podemos rastrear al nombre de Ezra Loomis Pound, genio de las letras, quien desde su sensibilidad izquierdista apoyó la causa fascista de Benito Mussolini.

La verdad es que las etiquetas se han extraviado, son inútiles. ¿De qué sirve autodefinirse como izquierdista, como jacobino, si da lo mismo actuar como derechista o como girondino? Para colmo, si a quienes se declaran de izquierda los interrogamos en ese sentido, ¿qué vamos a encontrar?, ¿un discurso neomarxista?, ¿un discurso francamente comunista?

Ahí está la historia, que nos muestra que para ser de izquierda no se ocupa declararse como tal. Tampoco es necesario declararse como de derecha para actuar en esas coordenadas. De hecho, hay ejemplos de sobra que nos hablan de cómo han actuado de manera conservadora los liberales, y de cómo los liberales se han cerrado conservadoramente frente al devenir.

Hoy conviene preguntarnos, ¿qué significa ser de izquierda y qué ser de derecha? Sería sumamente gracioso someter a un intenso interrogatorio ideológico a las monas vestidas de seda, a los beverlyricos de la “política” que vemos de manera cotidiana. La verdad es que muchos de los protagonistas “políticos” actuales no podrían dar una respuesta a una pregunta de corte ideológico. La verdad es que no se deben esperar respuestas en la esfera de lo ideológico y ni siquiera en la de lo político. De la misma manera, a estas alturas ya debiera estar claro que frente a eso no hay confusión, dicho sea en la misma lógica del razonamiento sartoriano.

Hoy, hablar de izquierda y derecha, de “centro”, implica hablar de la nada, de esas cajas vacías a las que hacía referencia Ortega y Gasset. Hay protagonistas “políticos” que son eso, cajas vacías esfinges sin secreto. Para darnos una idea de si existe o no una actividad ideológica, podríamos preguntarnos, ¿es de izquierda o de derecha tal o cual protagonista? Para ser de izquierda o de derecha ¿basta con autodefinirse como tal? La evidencia de décadas nos demuestra que no basta con declararse como izquierdista para ser de izquierda.

Las izquierdas que en América Latina nacionalizan, contrastan con la izquierda china que privatiza a ritmo superior al que lo han hecho los “neoliberales”.

La izquierda y la derecha son denominaciones útiles, o más bien, pueden serlo. Izquierda y derecha sí contienen significado, aunque otros hayan vaciado las denominaciones de ese contenido político. La ausencia de verdaderas izquierdas y derechas es causa y efecto, a la vez, de la fase depresiva por la que atraviesa el ciclo de la política. En los tiempos de crisis dentro de la esfera política, en las que cualquiera resulta ser “político”, las ideologías se vacían de contenido. Y lo que vemos, son denominaciones “ideológicas”, de izquierda y de derecha, como simples cajas vacías.

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