Pocos lo saben, pero lo que hoy es uno de los santuarios más importantes de la región, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en la Barranca del Pichón, nació gracias a la decisión de un hombre devoto y un ejido que cedió su tierra hace más de 80 años. El templo, que hoy 12 de diciembre reúne a miles de nayaritas, tuvo sus primeros años de vida en el cerro de Cristo Rey.
A inicios de la década de los 40, los devotos decidieron mover la iglesia a donde está hoy por la importancia de la región y la necesidad de construir un templo de mayor dimensión. Joel Jiménez Ochoa, presidente del comisariado ejidal Lo de Lamedo, explicó que el predio era una parcela que pertenecía a don Santos Alonso.
Alonso, originario del Pichón y uno de los primeros comisarios ejidales de Lo de Lamedo y luchador agrario, donó la parcela únicamente por su devoción y su fe a la Virgen de Guadalupe.
Inicialmente, la donación generó un conflicto territorial. Jiménez Ochoa recordó que el lindero de Lo de Lamedo pasaba detrás del Cerro de Cristo Rey. Cuando el templo se estableció en la nueva ubicación, el Ejido de Barranca Blanca reclamó el predio.
Para evitar la disputa, a fines de la década de los setenta, la mesa directiva ejidal combinó “el afán de no pelear y decidieron que el lindero fuera el Arroyo”, un nuevo límite territorial aceptado por fe.
La construcción de la iglesia inició entonces en la década de los 40 con el apoyo de la gente, quienes aportaban desde “ladrillito” hasta mano de obra. Con el desarrollo del santuario, Lo de Lamedo se convirtió en un centro de comercio, especialmente durante las festividades. En aquella época, la gente cultivaba caña blanca, y la zona era conocida por la venta de camotes, chayotes, tamales, buñuelos, café y atole.
Hoy en día, el terreno donde está asentado el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe pertenece legalmente a la iglesia, gracias a las leyes que reconocieron a las asociaciones religiosas. Sin embargo, la explanada y el camino que conduce al templo son administrados por el ejido, lo que permite a los habitantes comercializar sus productos durante las celebraciones.
Entre las décadas de los 80 y 90, el exgobernador Celso Delgado invitó al entonces secretario de Reforma Agraria, Víctor Cervera Pacheco, a conocer el santuario con el objetivo de crear un complejo turístico. Jiménez Ochoa enfatizó que el turismo religioso “genera una economía muy importante” y citó a Talpa y San Juan de los Lagos como ejemplos de santuarios principales en México que generan gran economía.
Aunque el proyecto turístico nunca se concretó, los habitantes aún esperan que pueda retomarse algún día.



