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viernes, diciembre 19, 2025
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Prudencia y empatía desaparecen en diciembre

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¿Cuántos accidentes hacen falta para aprender a manejar? En Tepic, una ciudad pequeña donde el tráfico debería ser un mal menor, cada diciembre parece que todos olvidan cómo conducir. Las calles, siempre angostas y congestionadas, se transforman en un campo de batalla donde lo único que importa es llegar primero, ganarle al semáforo o conseguir el último lugar de estacionamiento. Es como si viviéramos dentro del videojuego Burnout, donde los puntos no se suman por destreza, sino por las imprudencias, el choque, el adelantamiento peligroso, o el atropello.

Este comportamiento irresponsable se ha convertido en una tradición cada diciembre, y aunque decir que “todos manejan mal en diciembre” ya suena a cliché, la realidad es mucho más alarmante de lo que creemos. En lugar de aprovechar que Tepic es una ciudad pequeña, muchos conducen como si cada trayecto fuera una carrera contra el reloj. La prisa por llegar, por no perder tiempo, se ha vuelto una obsesión. Salimos justo a la hora límite y, en lugar de admitir que hemos sido imprudentes, nos quejamos de que vamos tarde. La puntualidad en los tepiqueños pareciera que se fue de sabático, y en ese afán por adelantar al otro, las reglas de tránsito, la prudencia y la seguridad se olvidan por completo.

Los semáforos, los carriles y hasta las señales de tránsito parecen ser meros obstáculos para quienes solo buscan ganar unos segundos. Las calles se congestionan aún más por desfiles y mercados, pero nadie frena, nadie cede, y el caos se multiplica. El resultado es inevitable, accidentes, lesiones, y una ciudad cuya capacidad de respuesta ante emergencias se ve colapsada por nuestra falta de responsabilidad.

La falta de empatía es alarmante, y lo veo todos los días. ¿A cuántos les ha tocado que el conductor transporte público, o el particular, no tenga la más mínima consideración por el peatón, por el ciclista, o por quienes tienen alguna discapacidad motriz? ¿A cuántos les ha tocado correr entre los autos para cruzar una calle, o esperar minutos eternos porque el semáforo nunca parece cambiar? Como peatón y conductor, lo he vivido. Y lo peor es que el problema no es sólo la imprudencia, sino la total indiferencia ante el otro.

Este tipo de caos no es inofensivo. La estadística ya no tiene cómo ignorarlo. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, hasta octubre de 2025, de las 221 investigaciones por homicidio culposo registradas en Nayarit, 151 son por accidentes de tránsito. El 68 por ciento, más de la mitad de los homicidios culposos en el estado están relacionados con imprudencias viales. ¿Cuántos más necesitamos para darnos cuenta de que nuestra falta de responsabilidad al volante no solo afecta nuestra tranquilidad, sino que termina con vidas?

Las cifras son alarmantes. De acuerdo al boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud, del 30 de noviembre al 6 de diciembre de 2025, se registraron 5 peatones lesionados por accidentes de tránsito y 86 personas hospitalizadas debido a colisiones con vehículos. Los números son un espejo de la misma realidad, más de 3 mil 289 personas hospitalizadas hasta el 6 de diciembre por accidentes de transporte. Las cifras van en aumento y, en menos de dos meses que escribí una nota al respecto, ya se sumaron 700 hospitalizaciones más (de finales de octubre a principios de diciembre). ¿Por qué el aumento? La respuesta está en la misma raíz, la falta de respeto por el otro, el afán de llegar rápido a cualquier costo, la irresponsabilidad generalizada al volante.

Y no nos engañemos, Tepic no es una metrópolis colapsada de tráfico. La ciudad no es más grande que muchos municipios, y los trayectos no superan los 45 minutos. Pero aquí estamos, todos los días atrapados en el mismo círculo vicioso, el tráfico no fluye, el caos crece, y todos se comportan como si estuvieran manejando en una pista de carrera, sin pensar que a veces la línea entre un buen viaje y una tragedia está a una imprudencia de distancia.

¿Es realmente tan difícil entender que las fiestas no valen la pena si se trata de poner en riesgo la vida de alguien? No hay razón, ni excusa, ni justificación para anteponer nuestra impaciencia, egoísmo y falta de respeto a la seguridad de los demás. Cada imprudencia podría significar una silla vacía en la cena de Navidad o Año Nuevo. ¿Eso realmente vale la pena? Claro que no.

Es momento de ser conscientes. Este diciembre, la empatía debe ser lo primero. El volante no es un juguete, y la vida no es un juego. Por mucho que nos cueste ceder el paso, por mucho que nos incomode la espera, tenemos una responsabilidad. La vida de los demás está en juego y, lamentablemente, el precio de nuestra indiferencia se paga con sangre.

Así que este diciembre, antes de meter el pie al acelerador, pensemos bien, todos tenemos un destino, y todos queremos llegar a él. Pero no olvidemos que llegar de manera segura no tiene precio.

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