Inéditas Meridiano | Por Jorge Enrique González
La Virgen de Guadalupe, la de la Barranca del Pichón, no tiene quién le escriba. Corrijo: no tenía. Porque Pedro López González (Xalisco, 1944), el cronista, ya lo hizo. Le escribió un libro de historia, tradición y religiosidad, a petición de Mónica Miguel. Estaba programado para publicarse en 2020, pero la pandemia hizo que la obra duerma el sueño de los justos. Lo correcto será decir que la Guadalupana no tiene quién le imprima la crónica de sus más de cien años de devoción tepiqueña.
Todo empezó a principios del siglo XX. El vicario cooperador de la parroquia del Sagrario de Tepic, José Trinidad Velázquez, atendía a los católicos de La Fortuna. Hasta allá fueron a buscarlo dos hombres de la Barranca del Pichón. Gabriel Estrada y Santos Alonso le solicitaron que fuera a su rancho a celebrar misa.
Autorizado por el párroco de Tepic, el sacerdote ofició en el caserío la primera misa el 12 de octubre de 1906 en una improvisada y rústica capilla, a la que alguien llevó una estampa de Nuestra Señora María de Guadalupe. Regresaría a partir de ese día los 12 de cada mes. Desde entonces y hasta la fecha es una tradición adoptada por los tepiqueños.

Estos primeros momentos de uno de los cultos guadalupanos más concurridos de la diócesis fueron documentados en un texto de Manuel Garibi Tortolero publicado en El Eco Guadalupano, un boletín fechado el 12 de noviembre de 1922, localizado y consultado por López González en la biblioteca pública Juan José Arreola, de Guadalajara, Jalisco.
Según estos primeros datos consignados, la capilla de tierra cruda con techo de zacate fue reducida a cenizas por el ataque de grupos antirreligiosos. Apenas investido como tercer obispo de Tepic, Manuel Azpeitia y Palomar, promovió la construcción de un templo más sólido. Donó un óleo de la Guadalupana que había pertenecido al colegio católico San Francisco Javier, de Tepic, que entregó personalmente al Pichón en una procesión el 12 de enero de 1920, concluida con misa solemne.
Pero antes de estos datos, hay hechos interesantes en 1914. Ese año la feligresía tepiqueña organizó jornadas de oración cada martes en el Pichón para clamar por la liberación del obispo Andrés Segura y Domínguez, encarcelado por sus incendiarios sermones contra la Revolución Mexicana. Eso no lo iba a permitir el nuevo régimen.
En 1918 estuvo presente en las romerías el primer gobernador de Nayarit, José Santos Godínez, severamente cuestionado en los círculos políticos locales, tan dados entonces y ahora al deporte de la crítica.
Pero López González señala que el terreno del santuario perteneció a la hacienda de La Escondida, propiedad de Domingo de Aguirre. Sus herederos, los hermanos Bernardino y Domingo Hormaechea y Esteban y Gonzalo Gangoiti hicieron la donación correspondiente.
En 1930, a un año de conmemorarse el cuarto centenario de la aparición de la virgen del Tepeyac, el obispo Azpeitia se propone una edificación digna en la Barranca del Pichón. Nombra al sacerdote Francisco Escobar para gestionar el proyecto. Desde el inicio don Vidal Gómez presidió el comité proconstrucción hasta el 12 de diciembre de 1948. Por testimonio fotográfico sabemos que en 1945 el santuario tenía uso litúrgico en el interior; en la fachada se observan tres sencillos campaniles o espadañas.

Durante muchos años del pasado siglo había una ruta de autobuses urbanos Estadio de Futbol de Tepic-Santuario del Pichón. Multitudes hacían el recorrido a pie. Era moda llevar a niñas y niños vestidos con coloridos trajes indígenas, a la espalda una jaula con pájaros de juguete. El que esto escribe conservó el suyo como culto a la nostalgia, hasta que su esposa lo tiró a la basura en una escrupulosa limpieza de la casa.
Hasta su muerte en 2020, la actriz y directora de escena Mónica Miguel (Tepic, 1939) pagó con sus recursos importantes obras de mantenimiento en el santuario y reconstrucción de las áreas de descanso para peregrinos. No hay placas que le reconozcan el gesto ni muchos testimonios que den cuenta de sus aportaciones. Mujer mediática por su profesión, en esa materia se apegaba al espíritu bíblico que se lee en Mateo 6:3-5: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
Fue ella quien pidió al historiador hacer la microhistoria del culto mariano. Seguramente hubiera financiado su publicación, pero literalmente no le alcanzó la vida para hacerlo. Acostumbrado a esperar, López González ha escrito más libros de los que han entrado a la imprenta, que llegan a la nada despreciable suma de 99, todos sobre historia de Nayarit.