¿Cómo se construye el espacio emocional de una película cuando no hay música, efectos ni artificios? Esa fue la pregunta que enfrentó el sonidista nayarita Alejandro Mayorquín al trabajar en Sujo, largometraje premiado en el Festival de Sundance y actualmente nominado al Ariel en la categoría de Mejor Sonido.
Los Premios Ariel, organizados por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, son el máximo reconocimiento a lo mejor del cine nacional. Obtener una nominación en este certamen equivale a un respaldo del gremio y una señal de excelencia técnica o artística. La categoría de sonido, aunque pocas veces aparece en titulares, es crucial para las atmósferas y narrativas que sostienen cada película.
En entrevista, Mayorquín explicó que el principal reto fue llenar los silencios con intención. “Este tipo de películas que son más minimalistas, más de personaje, es difícil a veces llenar ciertos momentos con evocaciones narrativas del sonido. El sonido construye el espacio-tiempo, pero también la parte emotiva y sensorial”, dijo. En Sujo, una historia íntima sobre un niño que crece rodeado de violencia, esa atmósfera sonora debía mantenerse contenida, sin ornamentos ni fórmulas fáciles.
Para el sonidista, más allá de premios y alfombras rojas, lo esencial es el proceso colectivo. “Lo que me genera más satisfacción es contribuir a una película de estas dimensiones y formar parte del equipo independientemente de las premiaciones”, expresó. Aunque reconoce que un Ariel tiene valor, su mayor meta sigue intacta desde que comenzó: seguir haciendo cine.
“Cuando inicié en esta carrera la idea era hacer cine, dedicarme al cine, y sigue siendo esa: seguir trabajando en proyectos. Que se den las premiaciones que se den. Finalmente, lo importante es hacerlo”, concluyó.
Desde Nayarit, Alejandro Mayorquín demuestra que el talento técnico también cuenta historias. Y que a veces, el cine se escucha, aunque no suene.