Emilio González, a punto de ser expulsado del PRI

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Por Ernesto Acero C.

Seguramente habrá diferencias en los detalles de esta historia. Esas diferencias tienen que ver con la frescura de los recuerdos de algunos protagonistas y con los filtros de la forma de pensar de algunas de las fuentes.

Esta historia se alimenta del resultado de conversaciones con el profesor Antonio Pérez Peña, con el ex gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza, con el ya desaparecido Liberato Montenegro Villa y con el también ya desaparecido amigo ex líder del Congreso local, el doctor Alejandro López Díaz. Falta consultar las fuentes periodísticas de esos años, que seguramente habrán de mostrar filtros derivados de la influencia desde el poder.

El profesor Pérez Peña en esos días, era un joven sobresaliente por su formación ideológica y sus posiciones políticas de avanzada. Por su parte, Rigoberto Ochoa era un prometedor joven dirigente que empezaba su formación. En el caso de Liberato, se puede decir que entonces era un experimentado joven político egresado de las normales rurales, que pocos años antes había llegado al estado a trabajar. El querido doctor Alejandro era el principal protagonista de esta historia.

Esta es la historia. Eran los años del gobierno de Julián Gascón Mercado. El dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, era el doctor Alejandro López Díaz, quien simultáneamente dirigía lo que entonces era la Gran Comisión de la Legislatura local (1963-1966).

Años antes, en agosto de 1961, Emilio Manuel González Parra había sido despojado de su triunfo en las urnas en las elecciones federales intermedias de ese año, para entregar la posición a un representante de la “izquierda atinada” (el Partido Popular Socialista –PPS–), a Manuel Stephens García. Existen diversas interpretaciones sobre ese hecho que, además de retratar la magnitud del poder presidencial, muestra el papel de algunos “partidos” que se definían como “de oposición”. Esas versiones explicativas del despojo del que fue objeto Emilio, requieren otro momento para abordarlo.

Lo que aquí nos interesa por el momento, es el intento desde el poder, de expulsar a Emilio González del PRI. El querido amigo Alejandro López Díaz, sostenía que la decisión de expulsar al entonces dirigente estatal de la Federación Estatal de Trabajadores en Nayarit (CTM), se había dado tras conversaciones con el doctor Julián Gascón Mercado, que ostentaba entonces la titularidad del Poder Ejecutivo estatal (1964–1969).

Durante meses, las relaciones del Gobierno estatal con el dirigente cetemista en el estado, se habían tensado. Las razones de esa tensión se relacionan con la actividad tabacalera en el estado que promovía el mandatario estatal. Quizá habría que agregar a lo anterior, las relaciones políticas que sostenía Emilio con el ex gobernador Gilberto Flores Muñoz, mismas que podrían explicar el despojo del que fue objeto años antes, de la diputación federal (1961-1964).

El ex gobernador Flores Muñoz, pretendía equivocadamente continuar influyendo en la vida política del estado, en especial, en el Gobierno local. Había logrado imponer sucesor tras su salida del gobierno, en la persona de José Limón Guzmán. También había logrado influir en el arribo al gobierno de Francisco García Montero. A ese periodo se le conoce generalmente como “floresmuñocismo”.

El discípulo de Gonzalo N. Santos, El Alazán Tostado”, era Flores Muñoz, que intentaba someter a sus intereses personales al gobierno que presidía Julián Gascón Mercado. No obstante, Gascón Mercado había llegado siendo una promesa implícita de acabar con el “cacicazgo” de Flores Muñoz.

De esto último existe un documento del mayor interés político, un Manifiesto anti caciquil, firmado por Antonio Pérez Peña a nombre de la Dirección Juvenil del PRI, por Gonzalo G. Langarica representando a la Juventud Popular Socialista y por Jesús T. Barrón representando a la Juventud Comunista Mexicana en el estado. De alguna manera, ese manifiesto se convierte en el signo de los tiempos en materia política. No se trata de cualquier documento, sino de uno que definió lo que sería el rumbo del gobierno de Julián Gascón.

Lo que sigue es un hecho de la mayor relevancia. Las cuatro fuentes de las que proviene esta historia, ponen de relieve la reacción de Emilio González ante lo que ocurría. Tras entrar en una fase de crisis extrema, Emilio convoca a sus leales hombres de confianza, para deliberar en torno a lo que prevalecía en el estado.

La reunión a la que convocó Emilio, se convirtió en una sesión para preparar la guerra política contra Julián y su gobierno. Al menos eso es lo que proponían todos los dirigentes de las diferentes secciones y sindicatos aglutinados en torno a la CTM de Nayarit. Todos proponían entrar en una franca confrontación contra el gobierno de Gascón Mercado, para doblegarlo. ¿A qué se atenían? Quizá a la fuerza de ese organismo que se había sumado a la campaña electoral para gobernador de Julián Gascón. Quizá se atenían a la fuerza que representaba la CTM en el ámbito nacional. Quizá solamente intentaban mostrarse “leales” y “dispuestos a todo” por el líder Emilio.

Como sea, el hombre nacido en Ixtlán del Río en 1913, escuchó atento los tambores de guerra que hacían tronar sus leales, sus incondicionales, sus capitanes y generales. El llamado generalizado fue a formular una declaración de guerra contra el gobierno de Julián Gascón Mercado.

La reacción de Emilio, aseguran las fuentes, fue de lo más interesante. Tras escuchar los llamados a la guerra, pidió a todos que escuchasen lo que era su determinación.

El que años más tarde sería Gobernador de Nayarit y luego líder del Senado, propuso a todos sus epígonos y corifeos, organizar una gran marcha, con la participación de todos los sindicatos, con todas las organizaciones afines y simpatizantes. Esa gran manifestación luego se convertiría en una gran concentración frente a la sede del Poder Ejecutivo. La marcha sería, ¡para manifestar el absoluto respaldo al gobierno encabezado por Julián Gascón Mercado y para reafirmar su militancia en el PRI! Eso, naturalmente, ¿ni por asomo lo esperaba el Gobierno!

La marcha de apoyo al gobierno y al PRI, se realizó. A partir de ese momento, la temperatura ocasionada por las bruscas fricciones entre el gobierno y Emilio, disminuyó. Con menos de 50 años de edad, Emilio mostraba su capacidad de maniobra y dejaba en claro que no era enemigo del gobierno. Años después, el mismo Alejandro sonreía (a carcajada limpia) al recordar esa historia, pues acabó trabajando para el gobierno encabezado por el mismo Emilio. Solía decir el doctor López Díaz, “¡Acabé comiendo de la mano de aquel que quise correr del partido, de la mano de Emilio!

Solamente que esa historia no se repite en la actualidad. Esto no puede ocurrir ahora en el caso del gobierno de otro doctor, ahora Miguel Ángel Navarro Quintero. A Navarro lo embiste una camarilla retacada de pecados, de una mafia que hasta ahora ha hecho cera y pabilo con la educación. En el doctor Navarro puede encontrarse bondad, más no ingenuidad, como él mismo lo ha dejado en claro.

El doctor Navarro es una figura política que se crece al castigo. Si los malhechores le buscan, van a encontrar hasta lo que no deseaban. El que busca halla, y el que pide, recibe.

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