Nada sencilla será la tarea que le ha sido encomendada a Pablo Gómez Álvarez. Su encargo debe concluir con la presentación de una iniciativa de reformas en materia electoral. Aunque posee formación como economista, tiene un conocimiento enciclopédico en materia electoral. Su trayectoria de vida incluye experiencias como perseguido y preso político. Se involucró de lleno en movimientos estudiantiles, como el de 1968 y el de 1971, el primero reprimido por el gobierno de Díaz Ordaz y el segundo por el de Luis Echeverría. A Pablo Gómez se le puede considerar víctima de la Guerra Sucia, periodo en el que los disidentes fueron asesinados, desaparecidos o encarcelados.
Esa trayectoria nos hace suponer que la propuesta de reforma que presente a principios de 2026, será de naturaleza democrática. Es seguro que habrá muchos afectados por la iniciativa que se presente en 2026, pero serán muchos más los beneficiados. Los agraviados serán aquellos que han convertido en negocio la esfera pública y que pasaron de mendigos a príncipes. Cuando se abran las anchas avenidas de la democracia, la gente de la calle es la que puede salir ganando con la reforma ‘claudiana’.
Muchos son los mentecatos que van a opinar en las consultas para procesar la reforma electoral. La opinión abunda en boca de los tontos. Sin duda alguna así es. Y no me refiero a la “gente de a pie”, a esa gente que trabaja y trabaja sin descanso, a diario, para ganarse la vida y para llevar el pan a la mesa de sus familias. La gente sencilla navega por el océano de la vida, orientada con la brújula de la lógica e impulsada con las velas del sentido común.
Para los aduladores, para los que repiten sin cesar lo que no entienden. Esos son los destinatarios de estas palabras. Se trata de esféricos imbéciles, de “funcionarios” estúpidos, disfuncionales, que por azares del destino ocupan o han ocupado espacios de la administración pública de cualquier tipo o de cualquier nivel. Pendejos, pues, que han procurado la suerte y que se han sofisticado en el arte de la simulación y la adulación, para ascender en la ruta del dinero. Y lo han logrado, aunque sin dejar de ser zoquetes.
En algunos casos, sus mezquinos intereses personales van a revestirse de preocupación por los intereses del pueblo. Ese es el “mejor” de los escenarios, pues seguramente que vamos a escuchar de ellos una sarta de estupideces. Bazofia pronunciada por “legisladores”, por “tribunos” que ladran lo mismo que los perros de rancho, sin saber la razón de sus propios ladridos.
La anécdota nos dice que el general revolucionario monta su caballo tras orinar. Se percata de como un perro ladra y tras él, se desata una sinfonía de ladridos provenientes de todos los rumbos. Muy filosófico, el insurrecto militar resume su experiencia en una trascendental frase: “En la política mexicana ocurre lo mismo que con los perros: nomás el primer cabrón supo porque ladró”. Hasta la fecha.
Cuando el pueblo llano opina lo hace cargado de sentido común. Cuando algunos “diputados”, o “senadores”, o etcéteras, opinan, lo hacen desde lo más alto de su arrogancia y cima de imbecilismo. Lo vamos a ver. Veremos a una sarta de ignaros con credenciales académicas, engolando la voz o como asumen posturas cuasi papales. ¡Qué flojera!
Los peor de toda escena grotesca es la presencia de burros pedagogos. Decía Fray Servando: “…Llámense cien hombres, no digo de los campos, ni de los pueblos donde apenas hay quien sepa leer, ni que existen siquiera en el mundo angloamericano, de México mismo, de esas galerías háganse bajar cien hombres, pregúnteseles qué casta de animal es república federada, y doy mi pescuezo si no responden treinta mil desatinos”. Veremos como sube, como la espuma, el número de opiniones que son pura repetición sin sentido y sin lógica y sin gramática. Los organizadores, en este caso, Pablo Gómez, deberá hacer sobrehumano esfuerzo para separar el trigo de la paja. Deberá separar las voces de los ecos.
Ahora ya vemos como brillan por su ausencia los razonamientos, la exposición de argumentos en favor de propuestas concretas. Lo que abunda es el posicionamiento. Lo que prolifera en una escena malamente denominada “política”, es la exhibición de intereses personales o de grupos de presión. Eso no abona a una democracia que sirva a la gente, sino a una democracia que sirva a minorías endogámicas.
Ya hay oposición a un proyecto que todavía no se presenta. Se multiplican las descalificaciones contra Pablo Gómez. Esas críticas provienen de personas sin calidad moral para abrir la boca, tan solo. Ya se inventan oposiciones estúpidas a una propuesta de reforma para que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador se reelija al final del sexenio de Claudia Sheinbaum. Lo que vemos son críticas grotescas, delirantes, destrampadas, pues ignoran, olvidan y soslayan el espíritu antirreeleccionista de la presidenta Sheinbaum. Ella es la que impulsó y promovió la aprobación de las reformas para impedir la reelección de diputados, Senadores, alcaldes, etcétera. Ni por asomo promoverá Sheinbaum una reforma para abrir las puertas a la reelección presidencial.
Es lamentable, pero se debe reconocer que el glorioso templo de la teoría y praxis democrática ha sido invadido por mercaderes de la política. Algunos de esos mercaderes presumen títulos de doctor, otros exhiben dinero y poder mal habidos, obtenidos con compadrazgos, a través de la corrupción moral, intelectual y administrativa. El escudo moral con el que se protege Pablo Gómez puede ser a la vez escoba para expulsar a los mercaderes del templo de la democracia. Esa expulsión deberá ejecutarse en las urnas por los electores, como ya lo han empezado a hacer desde 2018.
Ya veremos que, si se elimina un buen número de cargos, la gente de a pie no verá afectado su nivel de vida. A muchos legisladores, regidores, entre otras piezas, se los pueden comer los leones y la gente ni siquiera se daría por enterada. ¡Bienvenida la limpia!