Ya hemos puesto de relieve la relevancia de los valores en el desempeño político del doctor Miguel Ángel Navarro Quintero. Valores como la lealtad, la honestidad, la solidaridad, han sido guías de vida para el hoy mandatario nayarita. A ello debe agregarse la importancia de valores como la responsabilidad, el respeto, el talante contemporizador y el talento administrativo y político. Lo dicho suena como algo lógico, sencillo de entender y absolutamente obvio, como verdad de Perogrullo. No obstante, no todo mundo ve en los valores un punto de referencia teórica y guía de la praxis política.
No se trata aquí de poner de relieve lo que debe ser normal. Se trata de poner de relieve que, en realidad, no todo mundo entiende la política como manifestación de la vocación de servicio. Hay quienes entienden la política como oportunidad para enriquecerse, para abandonar la vida miserable en la que se habían hundido. Los ambiciosos de dinero sobran y sobran en cualquier sentido y lugar. Esas personas realmente no son políticos, sino sinvergüenzas simuladores, aduladores, aprovechados de la buena fe y del buen liderazgo de otros. Estas personas, los ambiciosos de dinero y de poder, no son políticos, sino expresiones viles de la politiquería.
Los que ambicionan dinero y poder traicionan la concepción misma de la política. No es lo mismo ambición que codicia. La diferencia es abisal. El que ambiciona acceder al dinero por la vía de lo que debe ser servicio público, realmente es una persona codiciosa. El codicioso no es una persona que tiene la intención de servir.
Hay quienes ven en el ejercicio político, la oportunidad de mostrar sus dotes para la gesticulación, su capacidad de mentir y simular. Para esos, la política es puñalada trapera, puñalada a traición. Ni siquiera hablamos de esas puñaladas sufridas por Julio Cesar a manos de su querido Bruto. Hablamos de simples sinvergüenzas, pobres cínicos que se concentran en la adulación, tanto que se convierten en expertos en lamer las botas de sus patrones. Se trata de sujetos mediocres, que engolan la voz y se convierten en bufones que se ganan la vida haciendo reír a los que pueden llevarlos a fases de ascenso. El ascenso, para los hipócritas, es el proceso mediante el que engordan sus carteras. No más.
Algunos suponen que la buena fe, que la moral, es estorbo para realizar ambiciones personales y tienen razón. Para “El Alazán Tostado”, en política y en el ejercicio de poder “La moral es un árbol que da moras, o vale para una chingada”. Por el contrario, para quien tiene sincera vocación política la moral es un marco de referencia que le da valor a sus acciones. En política la moral es eje en torno al que toda acción debe sostenerse si de lo que se trata es de que el poder sirva para que la gente pueda vivir cada vez mejor.
Esa es la razón por la que el doctor Navarro Quintero será juzgado por su obra política, por sus resultados en la administración pública. La vida política de Navarro Quintero es muestra de verticalidad, de austeridad, de congruencia. No es novedad, sino su trayectoria de vida. Su misma vida profesional no es una carrera contra el tiempo para ganar dinero a manos llenas. Su idea de la ética profesional y de su compromiso con la medicina, es la de servir a los demás y no de servirse de los demás. De haber querido, el doctor Navarro sería un profesional de la medicina completamente enriquecido. Muchos médicos se han enriquecido a rabiar porque han usado su formación profesional para amasar fortunas incalculables.
No todo mundo entiende la política como lo hace el doctor Navarro Quintero. En todos lados se cuecen habas. Un buen número de pícaros prolifera en todas las siglas. Creo que la mayoría de las personas que actúan en la escena política son personas de buena fe, gente que desea ser útil y servir a los demás. Naturalmente que en términos absolutos Morena carga con la mayor parte de gente que abusa del poder que le ha sido confiado. La razón de esto es sencilla: Morena detenta la abrumadora mayoría de cargos de elección popular, como diputaciones locales, regidurías, sindicaturas, gubernaturas, diputaciones federales y senadurías, etc.
Los abusos y excesos de “morenistas” son innumerables y la Presidenta Claudia Sheinbaum no está obligada a arroparles. El mandatario estatal Miguel Ángel Navarro tampoco está obligado a cobijar con su manto ético a quienes han traicionado y traicionan la confianza que han depositado en personas que mostraban un rostro y ahora otra cara.
Una de las peores manifestaciones de inmoralidad son las incongruencias de “morenistas” en cuanto a la austeridad. Sabemos que muchos de esos “morenistas” han amasado grandes fortunas que ahora presumen, que ahora exhiben movidos por estúpida vanidad. Así es, en efecto: Morena es mayoría abrumadora y los defectos que se observan son abrumadores. Sin duda la inmensa mayoría de personas son buenas personas que buscan servir a los demás y naturalmente, resolver sus propias vidas. Una y otra vez, cuantas veces había necesidad, Jonás Flores solía decir que, “El que para la Iglesia vive, de la Iglesia vive” (“¿Acaso no saben ustedes que los que trabajan en el templo, comen del templo; y que los que sirven al altar, participan del altar? Así también el Señor ordenó a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. Pero yo no me he aprovechado de nada de esto, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir antes que alguien me despoje de este motivo de orgullo”: 1 Corintios 9:13-15). Correcto, pero esa forma de vivir no debe ser la de los excesos y los abusos.
Las debilidades humanas están en todas partes, en todos los tiempos. En mayor o menor grado, las debilidades como la vanidad y el ansia de poder son parte de la naturaleza humana. ¿Cuál es la diferencia de la corriente que lideran Sheinbaum y Navarro respecto de otras expresiones? La diferencia con otras fuerzas es la intransigencia ante despotismo y ante la corrupción. Otra diferencia: se procesa a los corruptos, no les cobija ni se les promueve.