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martes, agosto 26, 2025
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El “Gasolinas”, durante 63 años coordinó peregrinaciones a Talpa

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Pareciera que al “Gasolinas” no le simpatiza su nombre de pila y apellidos, pero en ningún momento expresa inconformidad con sus padres por la designación. Fue el primogénito de ocho hijos que tuvieron en el transcurso de los años el matrimonio formado por Mercedes Solano Chávez y Sebastián Navarrete Martínez.

“Gasolinas” apodo que lleva con mucho orgullo, pues a través de ese remoquete es conocido por una enorme cantidad de amigos y aquellos que no lo son, pero saben de su existencia en la ciudad capital (Tepic). Él es muy dicharachero, pues en lugares públicos hace sentir su presencia al alzar la voz, porque además es un hablador gracioso y ocurrente.

“Eso me pone a pensar a mí en las entrevistas, no viste el suspiro que me aventé (eso dice cuando le pregunto por su nombre); soy enemigo de dar mi nombre porque está bonito, me llamo José Luis Navarrete Solano”. Afirma que nació en el poblado Francisco I. Madero, municipio de Tepic, un 19 de agosto de 1945, pero a tierna edad lo trajeron a Tepic. En aquel lugar su padre plantaba caña, enseguida se hizo ejidatario de H. Casas.

Pretendió ser profesional de Ingeniería Civil, fracasó. Sus padres no tuvieron el suficiente dinero como para sufragar gastos. “Gasolinas” asegura que su madre lavaba ajeno con el interés de ganar dinero para pagarle estudios. A él no le pareció la acción de doña Mercedes y decidió tirar el arpa: abandonó los estudios. La señora lloró durante quince días continuos por la determinación de su hijo. “Ella me decía: échele ganas mi hijo, usted nos va a sacar de pobres. Le fallé, me hice borracho. Agarré la carrera de la alcoholería, pero el 17 de diciembre de 1972 dejé de beber. Hasta la fecha no he vuelto a tomar, y no me arrepiento. En mis actividades de la vida he logrado muchas cosas positivas”.

“Gasolinas” en edad de merecer (17 años) se inclinó por trabajo en obras de construcción, pero no en calidad de albañil, aclara. Mucho llamó su atención la elaboración de castillos que son edificados con varillas corrugadas de diferente dimensión, que tienen la virtud de llevar medidas exactas desde su base porque son para sostener las columnas y diversos pilares de los edificios, su apoyo resulta fundamental en etapas constructivas como la cimentación. El entrevistado afirma que las estructuras que producía son llamados capitel. Con base en el desarrollo de esa actividad, José Luis Navarrete Solano dejó plasmada su huella en muchos edificios emblemáticos de Tepic. Sólo por citar algunos: donde se ubica la delegación estatal del IMSS (Calzada de la Cruz) y la Clínica 1 del Seguro Social (Avenida Insurgentes, al poniente).

El apodo de “Gasolinas” no sobrevino de una persona en especial, sino que “fue la gente”. Detalla que le consiguieron trabajo en gasolinera con doña Anita, mamá del Chele Vargas, era el tiempo que no había bombas despachadoras. Fue allí que Rafael Ibarra, entrenador del equipo de futbol Gasolineros lo invitó a formar parte del equipo infantil. Le entregaron una camiseta que llevaba impreso la palabra Gasolineros CGT. “Como era el primer uniforme que me ponía, bolado, no me lo quitaba. Me decían, hola mi gasolinero, cómo te va”.

Cuenta que fue invitado a integrar la selección de Nayarit para participar en un torneo nacional de futbol. “Hicimos buen papel”. Fue requerido por segunda ocasión para formar parte de la selección que iría otra vez a la ciudad de México, pero días antes se subió a una moto, se cayó y fracturó una pierna. “Vieras que triste es que lleguen todos los integrantes de la selección a despedirse de tí. Ya nos vamos, condenado vago, me dijeron”.

“Luego conseguí trabajo en Tabaco en Rama. Había personal que nos transportaba de mi casa al lugar de la chamba, entonces el chofer me gritaba ándale Gasolinas, vámonos, súbete. Gasolinas y Gasolinas, tanto me decían así que hasta mis hijas desde entonces así me dicen, se les grabó el apodo”.

Más le llena de orgullo y satisfacción haber coordinado, durante 63 años interrumpidos, las peregrinaciones a Talpa, Jalisco, con el propósito de venerar con intensa devoción a la virgen del lugar (“a la chaparrita”, dice el Gasolinas) por hombres y mujeres de diversos municipios de Nayarit. Sustituyó en el cargo de organizador a su abuelo Ángel Zúñiga, luego de haber cumplido éste 98 años de edad.

Comenta que se inició en el grupo de danza, por invitación de una de sus integrantes. “Había varias muchachas guapas, ellas me motivaron a ingresar. A mí me empalagan las muchachas, antes me gustaban más, ahora ya no (acaba de cumplir 80 años de edad). Salí bueno para danzar, porque luego me hicieron capitán”. Enseguida refiere una anécdota: durante el ensayo danzarín, descansaban sentados en una banqueta alta. De pronto, por el lugar pasó un sujeto en visible estado de ebriedad. Dice el Gasolinas que, por quedar bien con las muchachas, le dijo: amigo, se aventó una para cenar. Todos soltaron la risa. En ese momento, el tipo sacó, de entre sus ropas, una pistola que apuntó hacia Gasolinas, por el miedo, a José Luis le pareció un cañón. No sabe de dónde sus piernas sacaron tanta fuerza que de inmediato se desapareció del lugar.

En una de las visitas a Talpa en enero, aún integrante del grupo de danza, tuvo en la basílica lo que él considera un acercamiento milagroso con la santísima virgen. En su mente se deslumbró la imagen divina que provocó el recuerdo principal de su madre y padre, entre otros familiares. Derramó lágrimas. Pidió a la virgen le diera salud, con la promesa de cada año estar presente en su aposento.

Gasolinas llegó a conjuntar como peregrinos un mínimo de 190 personas y un máximo de 320, mismos que descendían, cuando menos, de cinco ómnibus en poblado del municipio de Compostela y caminaban, en travesía por el monte, sobre las rutas que estaban bien trazadas con destino a Talpa. Transitaban durante seis días.

Se concentraban a la entrada del poblado, lugar desde donde era acompañado el contingente de nayaritas por el sacerdote responsable de la Basílica. Al frente de estos caminaba grupo de personas que cargaba por las calles del pueblo la virgen de Talpa con flores y sus adecuados aditamentos que hacían lucir a la venerada imagen. Una vez concluida la misa de bienvenida y acción de gracias terminaba el compromiso con la iglesia católica. Y entonces, a darle vuelo a la hilacha.

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