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viernes, septiembre 12, 2025
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El presidio que no debió estar ni debe continuar, donde está

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El Gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero ha realizado las gestiones para reubicar el penal de Tepic. Se trata de una diligencia que muestra elevado sentido humanitario. El lugar es el centro vital de miles de personas que ahí trabajan, que cumplen con alguna pena o que se encuentran en proceso de ser sentenciados o por la vía de la proveeduría o de otros servicios. El objetivo es lograr que se eleve la calidad de vida de todas las personas que de una u otra manera se relacionan con su existencia y actividad.

El Pacto Federal de manera idílica, con inaudita ternura, casi angelicalmente, dispone que “El sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir, observando los beneficios que para él prevé la ley. Las mujeres compurgarán sus penas en lugares separados de los destinados a los hombres para tal efecto” (párrafo segundo del artículo 18). De manera clara y sencilla podemos asegurar que el penal de Tepic no cumple, ni de lejos, con esas especificaciones constitucionales. Por eso la importancia de las gestiones del mandatario nayarita.

Sería muy fácil proponer que en lugar de canalizar varias decenas de millones de pesos a una obra así, convendría mejor destinar ese dinero a becas, a construcción de aulas o centros de salud. No obstante, debemos recordar que las personas que ahí se encuentran privadas de su libertad, merecen un trato humano y que refleje un poco la calidad de una sociedad que les envía a ese encierro.

Los presos, internos, reos, reclusos, cautivos, como se les quiera llamar, también son seres humanos. Esas personas, hombres y mujeres de diversas condiciones y edades, son padres, tíos, abuelos, hermanos, hermanas, hijos, sobrinos. Son parte de familias y por alguna razón y lamentablemente se encuentran en ese lugar. Es verdad que las víctimas también merecen atención y eso es un tema que debe analizarse de manera separada. Por ahora, procede centrarse en el tema que nos ocupa, que involucra a los reos que cumplen condenas en el penal de Tepic.

Al penal se le denomina Centro de Readaptación Social (CERESO) Venustiano Carranza. La Constitución dispone que se deben garantizar condiciones para que la persona privada de su libertad se reinserte a la sociedad de manera productiva. Entre esas condiciones debemos destacar las siguientes:

  • Respeto a los derechos humanos,
  • Separación de hombres y mujeres,
  • Formación para el trabajo,
  • Oportunidades educativas,
  • Acceso a la salud,
  • Condiciones apropiadas para activarse en el deporte, entre otras.

Esa reinserción tiene como finalidad que la persona recupere todo su valor humano y, además, la conciencia de que no debe volver “a delinquir”. Ahora bien, ¿esas condiciones se cumplen en el penal de Tepic? La respuesta es negativa en todas y cada una de las cuestiones aludidas. En los años recientes, con el Gobernador Navarro Quintero, se ha hecho hasta lo imposible para que los reos reduzcan la temperatura de ese infierno en la tierra.

Lo posible en el penal de Tepic se hace imposible. El penal se construyó originalmente para que ahí fuesen encerradas unas 500 personas, con la perspectiva de hacer ampliaciones que permitiesen el encierro de unas 750 almas. Ese era el plan para 1959, cuando se decidió la construcción de una nueva penitenciaría.

Las instalaciones del nuevo reclusorio se empezaron en ese año, durante el gobierno de Francisco García Montero. Finalmente se concluyeron las obras en el primer año de gobierno de Julián Gascón Mercado. El presidente Adolfo López Mateos había decidido hacer gobernador a Gascón para cerrarle el paso a cualquier figura relacionada con Gilberto Flores Muñoz.

En el primer año de la administración de Julián Gascón, se concluyeron las obras del penal de Tepic, que se encontraban alejadas del núcleo “urbano”. La edificación más alejada en Tepic era la Parroquia de la Santa Cruz de Zacate. Más allá no había más que una carretera que llevaba a Xalisco; no había colonias, excepto algunas construcciones aisladas y sin relevancia.

El penal inicia operaciones a fines de 1964 y meses después, en 1965, se escenifica en ese lugar la fuga de película, a sangre y fuego, de Ruperto Beltrán Monzón, hombre de Badiraguato y abuelo de las bandas de narcotraficantes en Guadalajara. En 1966, mediante decreto 4783 se crea el Patronato para apoyar la creación de la Ciudad de la Cultura. Eso llevó a convertir en 1969 (decreto 5162) el Instituto del Estado en Universidad de Nayarit (ahora UAN). Por su parte, el penal se fue convirtiendo en Universidad del Crimen.

Evidentemente fue un craso error haber creado la Ciudad de la Cultura frente a las instalaciones del reclusorio que se había concebido para resolver el problema del encierro de cientos de personas. La fuga de Beltrán Monzón fue una señal que fue ignorada olímpicamente. En una conversación con el doctor Alejandro López Díaz, él me sostuvo que el serio inconveniente se le hizo notar a Gascón Mercado, aunque ni una sola vez reaccionó ante las palabras de integrantes de su gabinete. Aludo a las palabras del doctor López Díaz, debido a que él fue una persona cercana al aludido mandatario nayarita. En efecto, López Díaz fue líder de los diputados priistas y dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional. Hay mucho por escribir al respecto, pero como no es el centro de nuestra atención  por ahora, dejamos el asunto hasta ahí.

Años después, en 1988, siendo gobernador de Nayarit Celso Delgado, el penal de Tepic fue escenario de lo que podría ser considerado como crimen de Estado. Me refiero a los acontecimientos conocidos como el “zorrazo” o el “Caso Zorros”, donde varios reos fueron asesinados por fuerzas antimotines (el agrupamiento “zorros”) al mando del gobierno del Distrito Federal (hoy Ciudad de México).

Tiempo más tarde viene otra etapa. Los actores principales son Celso Delgado, Rigoberto Ochoa Zaragoza, Antonio Echevarría, así como Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Una adenda tragicómica  podría mencionarse en  el caso de Roberto Sandoval y Enrique Peña Nieto. Ya habrá tiempo para tratar esta otra parte de la historia (de nuevo, con adiciones y correcciones).

Por ahora, el penal de Tepic sin duda debe ser reubicado tal y como es la intención del mandatario estatal Miguel Ángel Navarro Quintero. Es verdad, como lo sostenía Michel Foucault, que las prisiones reflejan los problemas no resueltos de la sociedad. No es un individuo el que se ve reflejado ante los barrotes en los que se refleja su vida. Esos barrotes también encierran a una sociedad que no sabe procesar con sentido humano problemas como los carcelarios. Es deseable que la tarea emprendida por el mandatario estatal Miguel Ángel Navarro Quintero, logre convertirse en una realidad. La transformación también debe llegar a las cárceles.

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