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miércoles, septiembre 24, 2025
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¿Serviría a Tepic ser una ciudad esponja?

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Cuando los horizontes de las autoridades los marcan relojes políticos, la viabilidad técnica queda siempre rezagada y se sigue apostando por soluciones insuficientes en la gestión de los recursos hídricos

En Tepic tememos a los truenos. Cuando vienen acompañados de la pirotecnia, las mascotas entran en pánico. Cuando suceden después de los relámpagos, nos alarmamos nosotros, temerosos de las inundaciones y de que la corriente nos arrastre junto con nuestros autos. Cada temporada de lluvias, la historia se repite. Basta una precipitación atípica para que nos sintamos herederos de Noé, pero huérfanos de arca.

Durante décadas, los gobiernos municipales lo han intentado todo: rectificar el río Mololoa, ampliar canales y desazolvar drenajes cada temporada. La intención hay que tenerla en alta estima, pero los resultados demuestran ser insuficientes. El problema de fondo es conocido: los horizontes de las administraciones son de apenas tres años y sus brújulas se mueven por la política, no por las razones técnicas que exigen una visión a largo plazo.

Seguimos anclados a nuestras nostalgias técnicas de los años setenta, válidas para entonces, mientras el mundo gira en otras órbitas. Seguimos aplicando estrategias convencionales que combaten el agua al acumularla y acelerar su desalojo, cuando en otros países ya aplican otra visión: diseñar paisajes que acogen el agua, ralentizan su flujo y permiten que se absorba de forma natural.

Este es sólo un ejemplo, de tantos. Una idea revolucionaria gana terreno en otros continentes y sirve de pretexto para repensar nuestra relación con el agua. El concepto de ciudades esponja fue desarrollado por Kongjian Yu, un arquitecto paisajista de origen chino que, criado en un entorno agrícola, entendió que es mejor aliarse con la naturaleza que luchar contra ella. Su filosofía, que ya ha transformado el urbanismo en China, propone crear ciudades que absorban, limpien y reutilicen el agua de lluvia a través de parques inundables, humedales y superficies permeables.

¿Podría Tepic, una de las patrias de la lluvia, adoptar este modelo? La respuesta está en su propio paisaje. La ciudad está surcada por zanjones, los caminos naturales del agua que, por desgracia, hemos invadido. En lugar de verlos como un problema, una gestión integral los transformaría en corredores verdes multifuncionales. Con la ingeniería adecuada, estos cauces pueden convertirse en captadores y absorbentes naturales, frenando el agua, mitigando las inundaciones y, crucialmente, permitiendo su infiltración para recargar los acuíferos que surten de agua potable a una población en crecimiento. Toda área verde, hasta los jardines domésticos, podrían sumarse a este esfuerzo.

La solución integral, además, debe comenzar en las alturas. El Cerro de San Juan, guardián de la ciudad, es la primera línea de defensa, al igual que otras zonas elevadas. Una reforestación masiva, combinada con la construcción de terrazas en sus laderas, frenaría la erosión que azolva los drenajes y funcionaría como una primera gran esponja que dosifica el agua hacia el valle.

Un proyecto de esta envergadura tiene altos costos, pero son necesarios. El talento existe; localmente hay técnicos en labores institucionales y en la práctica privada que podrían ser convocados. Que no nos gane el «síndrome de Nazaret» y pensemos que todo debe ser aportado por expertos foráneos y no de los hijos de nuestros vecinos carpinteros. Se trata de una visión a largo plazo que rebasa la temporalidad de los ayuntamientos, pero cuyos resultados garantizarían un doble beneficio vital: hacer frente a las inundaciones y asegurar el agua para el futuro. Para Tepic, aprender a gestionar la lluvia de forma inteligente es el único camino para dejar de padecerla y empezar a capitalizarla.

La maquinaria para empezar ya existe. Todos los ayuntamientos cuentan con Institutos de Planeación. En Bahía de Banderas y Tepic, son instancias ya maduras o en proceso de maduración y mejora y con el personal técnico indispensable para ofrecer soluciones que, con un poco de voluntad política, podrían ser vinculantes, aunque los resultados se vean varias administraciones después. No ganarán puntos en las encuestas preelectorales, pero los tepiqueños sí.

La buena noticia es que no es demasiado tarde. El tamaño de la ciudad aún permite garantizar resultados alentadores que metrópolis gigantes ya no pueden aspirar a ver.

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