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viernes, septiembre 26, 2025
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Ahí se las dejo… | Ninguno, juez

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Hay que leer la nota del reportero Oscar Verdín Camacho para entender que la justicia a veces no llega con trompetas y fuegos artificiales, sino en voz baja y en una sala casi vacía.

Este lunes, nos cuenta, le avisaron por escrito al exgobernador Roberto Sandoval que le tocan siete años de cárcel. Después de tanto circo, maroma y teatro; de audiencias que parecían telenovela y que tenían la galería del público a reventar, llega el primer numerito. Siete años. Por usar un papel falso.

Mire usted qué cosa. La Fiscalía, que no son hermanas de la caridad, pedía diez. Los abogados del exgobernador, por supuesto, no quieren ni un día. Y ahora todos tienen diez días para volver a meter papeles y que el pleito siga en otra oficina, la de apelaciones. El carrusel no para, nomás cambia de caballitos.

Pero lo más sabroso del relato de Verdín no es la condena. Son los detalles, esos que pintan el cuadro completo.

El primero: la sala. El lugar donde antes no cabía un alfiler para ver el show, ahora sólo tenía a tres familiares y al reportero. Se acabó el morbo. El público se fue a ver otro espectáculo. La justicia, cuando es lenta y burocrática, aburre a las gradas.

El segundo detalle: la petición de siempre del ahora sentenciado. Que sus datos personales no se hagan públicos, por favor. Hay que tener el cuero duro para, después de haber manejado la vida y los dineros de todo un estado, salir con la preocupación de la privacidad, como si fuera un ciudadano cualquiera al que le hackearon el feisbuc.

Y el tercero, quizá el más revelador: el silencio. Cuando el juez le pregunta si quiere añadir algún comentario, el hombre que dio discursos de horas, que llenó plazas con su voz, contesta desde una pantalla con dos palabras frías: 

“Ninguno, juez”. El punto final de la oratoria. El telón que cae sin estruendo, es un murmullo de la resignación.

Esta primera condena de siete años, por el primero de cuatro expedientes, se siente como el primer paguito de una deuda que parece impagable. Es la justicia de los abonos chiquitos. A ver si con eso nos vamos quedando tranquilos.

La pregunta es si con estos plazos la gente se conforma o se cansa.

Ahí se las dejo y pronto nos leemos.

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