La lengua del mexicanero en Nayarit está por desaparecer o prácticamente ya desapareció… Antes había cantos, bailes y palabrotas de la abuela; ahora hay más silencio que playlist de oficina. Y sí, la playlist más triste del mundo se llamaría: “Top 10 Palabras Perdidas, volumen 1”.
El mexicanero es una variante del náhuatl que sobrevive escondida entre Durango y Nayarit. El poblado de Santa Cruz de Acaponeta es la comunidad nayarita que alberga más hablantes de esta lengua, según Saúl Santos García, lingüista de la Universidad Autónoma de Nayarit. Entre 2006 y 2014 apenas se registraban entre cinco y seis hablantes.
Bartolo Juárez, hablante de mexicanero, cuenta que de niño el maestro le pegaba a quienes no hablaban bien español, “te castigaban hasta todo el día, por no pronunciar palabras en español”. Por su parte, Jerónimo Campos, también mexicanero, dice: “Ahora les piden 10 palabras en inglés; pero nadie pide 10 en mexicanero”.

Hubo un tiempo en México en que se pensaba que tener muchas lenguas era un problema, como si fuéramos una especie de Babel versión latinoamericana. Así que dijeron: “¡No! Aquí todos españoles, órale, uniforme cultural”. Y ojo: ya no fue con la Iglesia, fue con la educación.
La lógica parecía sencilla: “Si los pueblos originarios hablan español, tendrán acceso a todas las oportunidades”. Hoy pasa algo parecido: nos dicen que, si no hablas inglés, te quedas atrás. El detalle es que no fue tan sencillo, porque una lengua no es sólo palabras: ¡es identidad, es historia, es la manera en que le hablas al mundo y hasta cómo le hablas al amor o al desamor!

Cada lengua trae soluciones: nombres de plantas, chistes que no se traducen, refranes que funcionan mejor que Google. Perder una lengua es como borrar funciones del manual de la vida: “¿Dónde pongo esto? Ah, ya no existe”.
Y, siendo honestos: perder las groserías originales debería ser delito cultural. Si dejamos que las palabras se vayan, lo único que nos quedará para las reuniones familiares será: “¿Recuerdas cuando…?” y la respuesta será: “No, pero tengo subtítulos”. Aprendamos, celebremos y hagamos ruido, pero del bueno: el de las voces que aún resisten.