
Justo cuando se cumple el primer año de gobierno, ya a media noche del 30 de septiembre, sale a escribir en el periódico El País la doctora Viri Ríos. Y hay que ponerle atención, porque no es una opinadora cualquiera. La señora tiene doctorado en gobierno por la Universidad de Harvard , da clases allá y ha escrito libros premiados. Sabe de lo que habla, pues. Su negocio es analizar el poder con bisturí, no con vísceras. Y en su texto, se propone hacerle la autopsia a tres prejuicios, tres ideas que se repitieron como letanía cuando Claudia Sheinbaum llegó a la silla.
El primer muerto en su plancha de disección es la idea de que la Presidenta sería una “calca” de López Obrador. Un títere, pues, con los hilos amarrados a un rancho en Palenque. Ríos agarra este prejuicio y lo hace pedazos con datos duros. Empieza por la seguridad. Nos recuerda que se acabó el discurso de “abrazos, no balazos” y llegó Omar García Harfuch con una orden clara: darle con todo a las finanzas del narco. Y pone unos números que son para sentarse: en los primeros cien días, los operativos crecieron casi 600 por ciento, los detenidos más de 1,200% y las armas decomisadas se dispararon un 5 mil 811 por ciento. “Día y noche”, remata Ríos. La diferencia es brutal.
Luego se sigue con la política exterior. Recuerda que AMLO veía los viajes como cosa de presumidos y que en su primer año no salió del país. Sheinbaum, en cambio, se ha paseado por el G20 y el G7 y es reconocida, dice la autora, como una de las negociadoras más hábiles frente a Trump. Y remata con la economía: mientras Obrador se conformaba con llevarla bien con los empresarios, Sheinbaum está intentando una política industrial en serio, con proteccionismo y sustitución de importaciones.
Aquí el análisis de la académica es impecable. Los datos son los datos. La pregunta que queda flotando acá en la calle es otra: ¿todo ese movimiento en las grandes ligas, todos esos decomisos y viajes, en qué momento se empiezan a sentir en el precio del pollo y en la seguridad de la colonia? Es la eterna distancia entre el pizarrón del estratega y el marcador de la vida diaria.
El segundo prejuicio que Ríos analiza es el de la “popularidad frágil”. La lógica, nos dice, era que en un país sexista, a una mujer presidenta le costaría más trabajo conectar. Y de nuevo, saca los números para demostrar lo contrario. Resulta que en su primer año, mientras AMLO perdió nueve puntos de aprobación, Sheinbaum ganó tres. ¿Cómo le hizo? Aquí la explicación de Ríos es de un sentido común aplastante. Por un lado, mantuvo y hasta amplió los programas sociales que eran el pilar del obradorismo. Por el otro, le bajó al pleito. Se muestra, dice, más dispuesta al diálogo, con un tono más profesional en las mañaneras y hasta con gestos impensables en el sexenio pasado, como disculparse con un reportero. Traducido: a la gente le gusta que le llegue su apoyo, pero no que el presidente se ande peleando con medio mundo. ¿Quién lo hubiera dicho?
Finalmente, la doctora le entra al tema de Morena, ese “monstruo indomable” que se suponía que la Presidenta jamás podría controlar. Ríos describe una estrategia de tres pasos: primero dejar hacer, luego dar un manotazo con una carta y, finalmente, la jugada más fría: la “neutralización”. Esta última es de ajedrecista: dejar que las tribus del partido se quemen solas en sus propios escándalos sin salir a rescatarlos. La apuesta, según Ríos, es que ellos se debiliten para que ella se fortalezca, volviéndose indispensable para el futuro del partido. Una jugada dura, que muestra que en la política no se llega lejos siendo buena persona.
Y aquí es donde el texto de Viri Ríos llega a su conclusión más importante. Nos pide que dejemos de buscarle un titiritero a la titiritera. Critica a los analistas que, por misoginia, le atribuyen las decisiones polémicas a Palenque o a sus operadores. Nos exige que le reconozcamos el poder, con sus luces y sus sombras. Su frase final es una sentencia: “No es una mujer mojigata que heredó el poder. Es el poder”. Y en eso, la doctora de Harvard y el sentido común de la calle están completamente de acuerdo. El primer año sirvió para dejar claro quién manda. Ahora vienen los otros cinco para ver si ese mando nos lleva a un lugar mejor.
Ahí se las dejo y pronto nos leemos.