Sus combates se cuentan como historias que huelen a nostalgia por un Tepic que ya se nos fue: lonas sudadas, gritos de barrio.
Polvo que se levantaba cuando la gente se ponía de pie a gritar.
Hablamos de José Guadalupe Santoyo Mora, mejor conocido como Marakame. Nació en Guanajuato, llegó a Nayarit y decidió que no venía de paso: venía a quedarse.
Hace unos treinta y cinco años, la lucha libre en Nayarit era casi inexistente.
Fue entonces cuando don Marcelo Cervantes, suegro de Marakame, decidió traerla de vuelta a la capital nayarita.
Según Marakame, don Marcelo logró juntar a quince muchachos que más parecían una banda de rock sin guitarra, pero con muchas ganas.
Entrenaron, se prepararon y, cuando estuvieron listos, llegó la primera función ante el público.
No había recursos. Marakame pidió prestada una máscara a su hermano y debutó como Viento Negro, luego como Sombra Veloz.
Finalmente, don Marcelo propuso que los hermanos formaran pareja y se presentaran como Los Marakames.

Así se hizo la ceremonia: dos hermanos, una máscara y una ciudad por delante. Lo hermoso no fue solo pelear: pusieron de su bolsillo tiempo y dignidad para ofrecerle al público algo auténtico.
En un tiempo en que todo busca lo extremo y lo viral, ellos apostaron por la lucha clásica: historia, honor, llaves y respeto.
Marakame: derrotó rivales, defendió la tradición y le enseñó a Tepic a volver a luchar. Y su máscara la sigue llevando muy puesta en el corazón y en el imaginario colectivo de los amantes de la lucha libre en Tepic.