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martes, octubre 7, 2025
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Vías, vapor y cables: la llegada del progreso a Tepic

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La perspectiva actual, con un mundo conectado digitalmente, contrasta con la de los tepiqueños del siglo XIX. Para ellos, aislados por una geografía compleja, el “progreso” era una promesa tangible de transformación. Cada invención de la Revolución Industrial fue recibida con la esperanza de un mejor porvenir, apostando su futuro a las máquinas y redes que prometían conectar a Tepic con el mundo. Ésta es la crónica de cómo esas promesas, a cuentagotas, comenzaron a llegar.

El vapor surca el Pacífico: la fiebre del oro llama a puerto

El océano Pacífico estaba a punto de convertirse en una autopista. Aunque el comerciante vasco Maximino Beristain ya había solicitado en 1846 la exclusividad para operar buques de vapor en la ruta Acapulco-San Francisco, la iniciativa no prosperó. El verdadero catalizador del cambio fue el descubrimiento de oro en California, que desató una migración desenfrenada. La ruta más rápida implicaba cruzar el istmo de Panamá y embarcarse de nuevo en el Pacífico, una oportunidad que la naviera estadounidense The Pacific Mail Steamship Company capitalizó al establecer la ruta estratégica Panamá-San Francisco.

Así, el 14 de febrero de 1849, los habitantes de San Blas presenciaron una imagen revolucionaria: el paquebote de vapor “SS California” hacía su escala en el puerto, el primero de su tipo en esas aguas. A bordo viajaba una comitiva que reflejaba las ambiciones de la época: el general Persifor Frazer Smith, comisionado por Estados Unidos para gobernar el nuevo territorio de California, junto a su estado mayor; una comisión de mineros del Potosí, Perú; además de 320 pasajeros y 55 tripulantes. La llegada de aquel buque, impulsado por vapor, marcó un antes y un después para la región.

El mensaje instantáneo: el telégrafo une al país

Pasaron más de dos décadas para la siguiente revolución. En abril de 1872, el “alambre civilizador” comenzó su avance desde San Blas hacia Tepic. El trabajo fue rápido; sólo 18 días después, la oficina telegráfica de Tepic, en la calle de Zacatecas, fue inaugurada con gran júbilo. La línea continuó su expansión hacia el sur, conectando Ahuacatlán, Ixtlán y otras poblaciones hasta alcanzar Guadalajara el 15 de junio de 1872.

Ese mismo día, a las diez de la mañana, el jefe del Distrito Militar, Juan Sanromán, envió el primer mensaje oficial desde Tepic al presidente Benito Juárez. El telegrama, recibido en la Ciudad de México al día siguiente, decía textualmente:

“C. Presidente de la República: En nombre de los habitantes de este distrito militar, tengo el honor de felicitar al primer magistrado de la nación por la importante mejora que acaba de realizar estableciéndose la comunicación telegráfica de San Blas con la capital de la República.- Juan Sanromán”.

Aquel breve texto representó un salto cuántico en la administración del territorio nacional.

La locomotora: una promesa fugaz sobre rieles

Una década más tarde, a finales de 1882, San Blas fue de nuevo el epicentro de la modernización con el inicio del proyecto ferroviario hacia Tepic. La obra, con una subvención gubernamental de  $253,650.00 pesos, permitió a la empresa constructora tender 26.7 kilómetros de vía férrea hasta la población de Huaristemba. Sobre esos rieles, el 8 de febrero de 1884, corrió por primera vez una pequeña locomotora de vapor que ostentaba el nombre de “Jalisco”.

El sueño de la conexión ferroviaria parecía al alcance, pero la desilusión fue rápida. En febrero de 1885, la compañía constructora abandonó los trabajos para asumir otro proyecto con mejores expectativas, dejando los rieles truncos y a la locomotora “Jalisco” como el símbolo de una modernidad que a veces se desvanecía en silencio.

Nuevas redes: el teléfono privado y la luz eléctrica

A pesar del revés, el impulso fue retomado por el empresariado local. En 1888, la región vio nacer una red telefónica privada de vanguardia. Se tendió un tejido de 70 kilómetros de hilos de cobre que conectó las más importantes haciendas productoras con Tepic como epicentro. Firmas como Barron Forbes y Cía., y Juan Antonio Aguirre y Cía., enlazaron sus oficinas con ingenios azucareros, fábricas textiles y fincas arroceras, demostrando que el teléfono llegó primero como una herramienta estratégica para la élite económica.

La llegada de la luz eléctrica siguió un patrón similar. El siglo XIX se despidió sin que las bombillas de Edison iluminaran las calles de la ciudad; fueron las haciendas industriales las primeras en instalar dinamos para generar electricidad. El 10 de junio de 1895, el ingeniero Juan Parkinson realizó las primeras pruebas de luz en la fábrica de Jauja, un evento que provocó una auténtica peregrinación de curiosos.

A pesar de que existían propuestas para el alumbrado público de Tepic desde 1884, sus habitantes tuvieron que esperar hasta el 26 de septiembre de 1906 para ver su plaza principal iluminada. Irónicamente, poblaciones más pequeñas como Santiago Ixcuintla y Ahuacatlán se habían adelantado, iluminando sus plazas en 1904. La luz, como el teléfono, llegó a la región de manera desigual, marcando el ritmo de un progreso que no siempre avanzaba en línea recta.

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