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Origen y destino del oficio político

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El "fraude electoral" contra Emilio González. Nayarit Alfonso Guerra, nuestro "Schindler". Ante adversidades, contundente cierre de filas.

La presidencia de la República estaba en manos de Gustavo Díaz Ordaz, un sujeto que acabó matando a niños y adolescentes. En esos días, era gobernador de Nayarit Julián Gascón Mercado. El Presidente Municipal era un perfecto desconocido: Alfonso Orozco Ortega. Los Senadores nayaritas: Alfonso Guerra Olivares y Ricardo Marín Ramos. Diputados por el estado: una mujer extraordinaria, Marina Núñez Guzmán y otro desconocido: un tal Eugenio Cárdenas Andrade.

Mal se haría de no aludir al trabajo extraordinario de Alfonso Guerra como un embajador en Alemania en tiempos del régimen nazi. El presidente López Mateos prefirió imponer a Gascón Mercado en la gubernatura en lugar de quien un año después sería Senador por Nayarit. El historiador Alfonso Torúa Cienfuegos denomina a Guerra Olivares como “el Schindler de Cananea”, pues contribuyó con su oficio político a salvar a numerosas personas judías del infierno de los  campos de concentración. Por otra parte, de Marina Núñez Guzmán debe mencionarse que fue la primera mujer nayarita que asumió el cargo de legisladora federal. Fue activista de la Confederación de Trabajadores de México, una organización en la que ya tenía una fuerte presencia Emilio González, el principal protagonista de esa reflexión.

El Viejo Emilio no fue siempre un viejo. No opina lo mismo el querido amigo y ex diputado federal Héctor Valencia, que concluye que “Emilio no nació, nomás se apareció”. La expresión de Héctor Guillermo Valencia Mallorquín merece un análisis aparte dado que en ella subyace la descripción de lo relevante que resulta la formación política, el oficio político que se gesta golpe a golpe, verso a verso, sea dicho parafraseando al gigantesco Machado.

Había sido diputado por primera ocasión en 1940 (a sus 27 años). Luego Emilio sería víctima de un fraude electoral con el visto bueno de Adolfo López Mateos. Este fraude está documentado. Las pruebas del “fraude” de 1975 no existen, excepto en la lógica marxista de la crítica a las teorías del señor Weston (“¿Cómo prueba, pues, nuestro amigo Weston esa fijeza? Sencillamente, afirmándola” –K. Marx: Salario, precio y ganancia–).

Esta es la historia. Así pues, eran los años del gobierno de Julián Gascón Mercado. El dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, era el doctor Alejandro López Díaz, quien simultáneamente dirigía lo que entonces era la Gran Comisión de la Legislatura local (1963-1966).

Años antes, en agosto de 1961, Emilio Manuel González Parra había sido despojado de su triunfo en las urnas para entregar la posición a un representante de la “izquierda atinada” (el Partido Popular Socialista –PPS–), a Manuel Stephens García. Podemos darnos el lujo de adelantar una conclusión: el fraude contra Emilio es el prolegómeno de lo que luego sería denominada la era de los “Fraudes Patrióticos”. El Viejo Emilio había sido diputado federal por primera ocasión a la Legislatura XXXVIII (de 1940 a 1943 y Manuel Ávila Camacho como Presidente) y Senador por primera ocasión de 1952 a 1958 (con Esteban Baca Calderón como compañero de bancada y con Adolfo Ruiz Cortines como Presidente).

Seguramente habrá diferencias en los detalles de esta historia. Esas diferencias tienen que ver con la frescura de los recuerdos de algunos protagonistas y con los filtros de la forma de pensar de algunas de las fuentes. Esta historia se alimenta principalmente del resultado de conversaciones con el doctor Alejandro López Díaz. Falta consultar las fuentes periodísticas de esos años, que seguramente habrán de mostrar filtros derivados de la influencia desde el poder. El Viejo Emilio y el querido doctor Alejandro son los principales protagonistas de esta historia.

Esta es la historia. Eran los años del gobierno de Julián Gascón Mercado. El dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, era el doctor Alejandro López Díaz, quien simultáneamente dirigía lo que entonces era la Gran Comisión de la Legislatura local (1963-1966).

El querido amigo Alejandro López Díaz, sostenía que la decisión de expulsar al entonces dirigente estatal de la Federación Estatal de Trabajadores en Nayarit (CTM), se había dado tras conversaciones con el doctor Julián Gascón Mercado, que ostentaba entonces la titularidad del Poder Ejecutivo estatal (1964–1969).

Durante meses, las relaciones del Gobierno estatal con el dirigente cetemista en el estado, se habían tensado. Las razones de esa tensión se relacionan con la actividad tabacalera en el estado que promovía el mandatario estatal. Quizá habría que agregar a lo anterior, las relaciones políticas que sostenía Emilio con el ex gobernador Gilberto Flores Muñoz, mismas que podrían explicar el despojo del que fue objeto años antes, de la diputación federal (1961-1964).

Lo que sigue es un hecho de la mayor relevancia. Las cuatro fuentes de las que proviene esta historia, ponen de relieve la reacción de Emilio González ante lo que ocurría. Tras entrar en una fase de crisis extrema, de choque frente al gobierno de Julián Gascón, Emilio convoca a sus leales hombres de confianza, para deliberar en torno a lo que prevalecía en el estado.

La reunión a la que convocó Emilio, se convirtió en una sesión para preparar la guerra política contra Julián y su gobierno. Al menos eso es lo que proponían todos los dirigentes de las diferentes secciones y sindicatos aglutinados en torno a la CTM de Nayarit. Todos proponían entrar en una franca confrontación contra el gobierno de Gascón Mercado, para doblegarlo. ¿A qué se atenían? Quizá a la fuerza de ese organismo que se había sumado a la campaña electoral para gobernador de Julián Gascón. Quizá se atenían a la fuerza que representaba la CTM en el ámbito nacional. Quizá solamente intentaban mostrarse “leales” y “dispuestos a todo” por el líder Emilio.

Como sea, el hombre nacido en Ixtlán del Río en 1913, escuchó atento los tambores de guerra que hacían tronar sus leales, sus incondicionales, sus capitanes y generales. El llamado generalizado fue a formular una declaración de guerra contra el gobierno de Julián Gascón Mercado.

La reacción de Emilio, aseguran las fuentes, fue de lo más interesante. Tras escuchar los llamados a la guerra, pidió a todos que escuchasen lo que era su determinación.

El que años más tarde sería Gobernador de Nayarit y luego líder del Senado, propuso a todos sus epígonos y corifeos, organizar una gran marcha-manifestación, con la participación de todos los sindicatos, con todas las organizaciones afines y simpatizantes. Esa gran manifestación luego se convertiría en una gran concentración frente a la sede del Poder Ejecutivo. La marcha sería, ¡para manifestar el absoluto respaldo al gobierno encabezado por Julián Gascón Mercado y para reafirmar su militancia en el PRI! Eso, naturalmente, ¿ni por asomo lo esperaba el Gobierno!

La marcha de apoyo al gobierno y al PRI, se realizó. A partir de ese momento, la temperatura ocasionada por las fricciones entre el gobierno y Emilio, disminuyó. Con menos de 50 años de edad, Emilio mostraba su capacidad de maniobra y dejaba en claro que no era enemigo del gobierno. Años después, el mismo Alejandro López Díaz sonreía (a carcajada limpia) al recordar esa historia, pues acabó trabajando para el gobierno encabezado por el mismo Emilio. Solía decir el doctor López Díaz, “¡Acabé comiendo de la mano de aquel que quise correr del partido, de la mano de Emilio!

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