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lunes, octubre 13, 2025
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Reúne CAÍN a sus protagonistas para celebrar 30 años

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El aniversario del colectivo de artistas e intelectuales convocó al exgobernador Antonio Echevarría Domínguez, figura clave de políticas públicas y promotor de infraestructura cultural de Nayarit, en una jornada de memoria y recuentos celebrada en el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz

Aunque lo habían invitado, la voz de Socorro Varela mostró el asombro y la sorpresa: “Está llegando Toño”. Efectivamente, Antonio Echevarría Domínguez, el empresario y exgobernador, entró acompañado de su hija Martha Elena Echevarría García a lo que fuera la Casa Aguirre, hoy el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz. Esa tarde, a las cinco, la Comunidad de Artistas e Intelectuales, conocida como CAÍN por sus siglas, celebró allí su aniversario 30. La sorpresa de Varela, sin embargo, no tenía del todo razón, porque los activistas y el titular del gobierno que hicieron la mayor tarea artística y cultural del pasado reciente tenían que recordarlo y celebrarlo juntos.

El encuentro no era casual. CAÍN fue el colectivo activista sin redes sociales que dominaba las tertulias y ganaba las calles en protesta por la ausencia de políticas públicas en arte y cultura en la frontera del siglo que se iba, el XX, y el que se estrenaba, el XXI. Su nacimiento y consolidación coincidieron con un momento de ruptura política en Nayarit, cuando la hegemonía del partido que entonces parecía eterno se resquebrajó antes que en gran parte del país. El activismo cultural hecho asociación civil y el activismo político hecho gobierno se encontraron e hicieron su propia revolución: crearon juntos el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECAN), el Festival Cultural Amado Nervo y lograron la adquisición de inmuebles emblemáticos que hoy conforman la oferta museística más importante del estado.

Nacer en el desierto cultural

El surgimiento de CAÍN una necesidad imperiosa, fue y sigue siendo la voz colectiva singular en Nayarit. A principios de la década de los noventa, el panorama cultural de Nayarit era desolador. El Instituto para la Cultura y las Artes de Nayarit (ICANAY) sobrevivía con un presupuesto raquítico, lo que impedía acceder a fondos federales. Socorro Varela Hernández, fundadora y actual presidenta de CAIN, lo recordó así: “El estado se quedó sin ninguna institución rectora, entonces los pintores, escultores, literatos que nos juntábamos, unimos fuerzas y tratamos de hacer un grupo que estuviera bien formalizado (…) para poder tocar puertas y poder hacer sensibilidad en las autoridades”.

Esa falta de apoyo no era sólo presupuestal, sino conceptual. La escritora y miembro fundador Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara lo describe sin rodeos: “El gobierno estatal de esa época mostraba un desprecio hacia el arte y los artistas, no sólo porque el gobernador en turno consideraba que era un área de ‘maricones’, sino porque en los hechos, carecía de interés alguno para la cultura”. En ese árido paisaje, artistas plásticos, poetas, músicos, actores y promotores culturales comenzaron a encontrarse en exposiciones, puestas en escena y tertulias. De esas reuniones surgió la convicción de unirse para contrarrestar la inacción gubernamental y convertirse en interlocutores formales de las políticas culturales. Así, el 20 de febrero de 1995, se constituyeron como asociación civil.

La casa común y la gesta colectiva

El epicentro de esta efervescencia fue la Fundación Nayarit, creada por Raúl Méndez Lugo en la casa donde nació el arquitecto Antonio Rivas Mercado. Ese espacio se convirtió en la casa de reuniones de cada lunes, el sitio de las bohemias, las presentaciones de libros y el lugar donde los proyectos tomaban forma. Desde allí, CAÍN desplegó una actividad incesante que transformó el entorno cultural. Iniciaron los primeros talleres literarios de la entidad, enfrentándose a la vieja guardia que sostenía que la poesía sólo requería inspiración, no técnica.

Su voz se multiplicó en medios impresos, primero en el suplemento Mololoa, río de letras, luego en El Nayar Cultural del periódico Meridiano y posteriormente en Matatipac, Valle de Letras del Nayarit Opina. Publicaron la revista Nayar, sociedad, arte y cultura y durante 15 años editaron una agenda anual temática que se convirtió en un objeto de colección y un registro invaluable de la identidad nayarita, abordando desde oficios y leyendas hasta la plástica local y recetas de cocina. La labor editorial fue prolífica, destacando tres colecciones de plaquetas de poesía: Cuadernos de Matatipac, una segunda en colaboración con la UAN y la tercera llamada Galletita Dura, que dieron voz a decenas de poetas locales.

Pero su acción no se quedó en el papel. Llevaron el arte a las calles y a las comunidades con los Jardines del Arte en Las Varas o Mexcaltitán, y celebraron el Solsticio de Verano con intervenciones artísticas en las plazas de Tepic. En 1999, crearon el Concurso de Poesía Erótica y Amorosa, que a la fecha suma 25 ediciones.

La alianza que cambió la historia

Con la llegada del gobierno de Antonio Echevarría Domínguez (1999-2005), el trabajo de años de CAÍN encontró un interlocutor dispuesto a escuchar. Fue entonces cuando propusieron formalmente la creación del Festival Cultural Amado Nervo y la ampliación del patrimonio cultural del estado. La propuesta fue aceptada. En 2001 nació el CECAN, una institución que finalmente permitió una correspondencia formal con las instancias federales y canalizó los recursos de manera estructurada. El Festival se convirtió en la principal actividad cultural de la entidad y, con el apoyo del gobierno, se adquirieron dos inmuebles históricos: la ex Casa Aguirre, hoy Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz, y el ex Hotel Palacio, que alberga el Museo de los Cinco Pueblos y oficinas del propio CECAN.

Fue el músico y fundador Javier Ayala Fernández quien resumió esa sinergia: “Fue el resultado de las inercias de una época en la que había que luchar un poquito por la cultura (…) para hacer fuerza y así es como surge la comunidad”.

Una tarde para la memoria

La celebración del 30 aniversario en el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz se articuló en torno a un conversatorio. Previo a ello, se proyectó un video con testimonios de una docena de actores de aquella gesta. Ya en el conversatorio, tomaron la palabra figuras clave de la historia del colectivo. Miguel González Lomelí hizo un breve recuento de las aportaciones de CAÍN. América Hernández, primera directora del CECAN, detalló la creación de esa institución y del festival. Lourdes Pacheco comentó sobre el vasto legado editorial. Raúl Méndez recordó el papel de la Fundación Nayarit como la cuna del movimiento. Catalina Guido platicó sobre los Jardines de Arte y el Festival Solsticio de Verano. Las intervenciones musicales estuvieron a cargo de Javier Ayala, cuya voz y guitarra han sido una constante en este viaje de tres décadas.

El evento fue un acto de memoria viva, un reconocimiento a una generación que, como escribió Pacheco, empujó la cultura para no quedar muda ante el árido paisaje. Un grupo de amigas y amigos que, a lo largo de 30 años, interactuaron con seis gobernadores, vieron a sus colegas crecer y a algunos, entrañables como Rodolfo Amezcua, Armando Santa Cruz o Raúl Manjarrez, partir. Hoy, otras generaciones exigen y protestan con nuevos métodos, con redes sociales en la palma de la mano, cuyas voces pueden darle la vuelta al mundo en segundos, pero la labor de CAÍN permanece como el cimiento sobre el cual se construyó el Nayarit cultural del siglo XXI. Porque, como concluye Pacheco, “encontrar una palabra, una melodía, un paso de baile, nos devuelve el azul del cielo, mientras caen los días hasta el fondo”.

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