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viernes, octubre 17, 2025
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Construir ciudadanía, prioridad democrática

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La democracia estadounidense es como árbol vacío, acabado por las termitas caquistocráticas representadas por un sector de propietarios. Ha degenerado en una democracia aparente que se va a pique, está hundiéndose. Esa “democracia” se encuentra sujeta a una patología monstruosa (la caquistocracia, el gobierno de los peores), en la que es inexistente la distinción y separación entre el poder económico, el poder político y el poder ideológico (el control de los medios de información y persuasión, para el despliegue de los modelos mercadotécnicos).

Si la caquistocracia finalmente logra multiplicarse, habrá que reconocer que la democracia ha dado paso a un modelo antidemocrático recurriendo a la vía aparentemente democrática. Michelangelo Bovero describe lo que él mismo denomina cascada de efectos perversos que afectan la democracia. Alude a la esterilización y la idiotización de las fábricas mediáticas del consenso. En esa nueva condición, en el que el poder ideológico (la mercadotecnia es su expresión más vulgar y utilitaria) es controlado por quien detenta el poder económico y el poder político en una sola Trinidad Demoníaca, “el elector tiende a ser escogido, creado, plasmado” desde lo alto. De esa manera, las elecciones dejan de ser expresión democrática y derivan en simple rito legitimador. Por eso Bovero ha señalado que puede haber elecciones sin democracia, como ocurrió también en nuestro país, en algún período de la historia, amenaza para el futuro.

Controlar los medios de información y persuasión, puede construir liderazgos carismáticos carentes de carisma, esto es, liderazgos telecráticos. Esa es una de las rutas que puede llevar al hundimiento de la democracia, de hecho, a la antidemocracia y a la aparición de liderazgos totalmente ajenos a la democracia. Bovero descubre en la caquistocracia, “líderes” poderosos, arrogantes y descarados de manera grotesca. Es la selección al contrario en un modelo aparentemente democrático, en el que en lugar de elegir a los mejores (la aristocracia), elige a los peores, la caquistocracia.

¿Es posible que los electores sean manipulados para elegir a los peores, o para que los peores elijan a sus electores? Es posible, nos dice Bovero al analizar el modus operandi de la caquistocracia (la antinomia de la aristocracia, el gobierno de los mejores) y las condiciones que requiere en la esfera social. La caquistocracia puede prosperar en un escenario que debe y puede recrear y propiciar.

La democracia solamente puede avanzar exitosamente como un modelo de convivencia en la medida en la que los ciudadanos son educados, en la medida en la que el ciudadano es un ciudadano ideal, como lo establece Bobbio. La democracia ideal tiene en su centro al ciudadano ideal.

Las desigualdades llevan a situaciones tremendamente complejas. El ciudadano educado respecto de ser libre tiene como contraparte al ciudadano no educado, figura esta última que en su análisis nos lleva a otras figuras perversas, como escalones que descienden al “infierno” de la antidemocracia.

Existe un más allá profundo, más alejado del ciudadano no educado, ciudadano susceptible de ser elegido por sus gobernantes dada la presencia de control de los medios de información y persuasión, en manos naturalmente de quienes ya detentan el poder económico y que concentran el poder político.

En el segundo escalón se localiza al ciudadano corrupto, que da certidumbre a la sociedad caquistocrática dada su ambición por hacer carrera política o de atesorar bienes. Abajo, en otro escalón se ubica al siervo contento, el ciudadano felizmente sumergido en los mitos dominantes del consumo, sujeto a los pequeños placeres vulgares a los que tiene acceso en el escenario del consumismo.

La etapa final a la que desciende el ciudadano no educado, es la del esclavo fanático, gustosamente exige «criminalizar el disenso», ejecutar planes represivos, perseguir, castigar a los ciudadanos educados respecto de su libertad.

La caquistocracia, dice Bovero, genera y prospera en la República de los Siervos. La caquistocracia (el gobierno de los peores), con el control del poder político, el poder económico y del poder ideológico, es un maligno sustantivo de la antidemocracia, o dicho sea con mayor claridad, de la democracia aparente.

Popper, en su definición de la democracia, ya aludía a la necesidad de ejercer controles sobre el poder político. Controles y límites necesarios para evitar que la democracia derive en dictadura, en gobiernos autoritarios como ocurrió en la Alemania nazi, o en el Perú de Fujimori o como en el caso del Presidente de aquella República bananera que pretendía ser más famoso y mejor interprete que Luis Miguel.

La caquistocracia, los gobiernos telecráticos, concentrando el poder económico, el poder político, están en condiciones de controlar también el poder ideológico que deriva del control de los medios de información y de persuasión. Eso nos lleva a concluir en lo necesario que resulta revertir la tendencia hacia la concentración del poder político, económico e ideológico, en una elite caquistocrática.

El gobierno de Italia de Silvio Berlusconi, como hace décadas era calificado por Bovero, fue ejemplo de la amenaza real que se cierne sobre la democracia. Educar al ciudadano respecto de su derecho de ser libre, es una de las más importantes tareas que tienen los partidos políticos, que eventualmente podrían sucumbir en un escenario de la República de los Siervos, poblada por ciudadanos no educados, ciudadanos corruptos, siervos contentos y esclavos fanáticos. Un problema: los partidos son entelequias, no existen.

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