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miércoles, octubre 22, 2025
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Que Noroña no vuelva

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Pues ¿qué les digo? El ñero nos jugó el dedo en la boca. El lunes dio un adelanto: que el martes anunciaría su solicitud de licencia temporal al Senado. Por un momento, hasta los propios morenistas respiraron aliviados. Creyeron, ingenuos, que el hombre había entendido por fin que le hace un favor más grande al movimiento yéndose que quedándose. Pero resulta que todo era una de sus patanatas. Sale Fernández Noroña con que se va a Palestina y que para eso quiere su licencia de nueve días.

Y uno que creyó que él, Adán Augusto y la larga lista de impresentables que los acompañan, por fin dejarían gobernar en paz a la Presidenta. Pero no. Nos ha enseñado el dedo medio con esa alegría de provocador profesional que tanto lo caracteriza.

La telenovela, como describieron ayer varios medios, es una joya del absurdo. Noroña, después de soltar el anzuelo en redes sociales y dejar que corrieran ríos de tinta sobre su supuesta salida, aclara que su viaje de nueve días a Palestina será cubierto, agárrese, por los Emiratos Árabes Unidos. Un senador mexicano, viajando a una de las zonas más conflictivas del planeta, con el patrocinio de una nación extranjera. La excusa es su “solidaridad” con la causa palestina. Pero la realidad es que usa una tragedia humanitaria como escenario para su propio teatro.

Este numerito sería increíble si fuera un hecho aislado. Pero es el capítulo más reciente de una larga serie de incongruencias. Es el mismo Noroña del viaje a Coahuila en un avión privado con placas de Estados Unidos, un flete de miles de dólares cuyo origen nunca quedó claro. El mismo de la casona de 12 millones de pesos en Morelos, que él mismo presumió en sus redes, olvidando que su partido profesa la humildad. El mismo de la extraña triangulación de donaciones de simpatizantes, muchas desde el extranjero, un tema turbio para cualquier legislador.

Pero el problema de fondo es que Gerardo Fernández Noroña no está solo. Es solo el más ruidoso de un grupo que parece empeñado en sabotear la narrativa de su propio gobierno. Son los nuevos ricos del poder, los que llegaron predicando austeridad y se deslumbraron con los lujos del cargo. Ahí está el recuerdo de Adán Augusto López y sus giras en aviones de la Guardia Nacional, o los relojes caros que no correspondían a su sueldo de funcionario. Son estilos distintos, uno es el porro y el otro el capataz, pero la soberbia es la misma.

Esta frivolidad se mezcla con la sombra de la corrupción que Morena no ha sabido o no ha querido sacudirse. El megafraude de Segalmex, ocurrido bajo el manto de la 4T, sigue siendo una herida abierta que contradice el lema de “no robar”. Vemos nombramientos de amigos y parientes, licitaciones dudosas y una larga lista de morenistas que actúan con la misma prepotencia y opacidad que tanto criticaron del viejo régimen. Creen que porque ahora tienen el poder, tienen también una bula papal que los perdona de la congruencia.

Cada uno de estos escándalos le resta fuerza a la Presidenta. La obligan a guardar silencios incómodos, como hizo cuando le preguntaron por la licencia de Noroña. La desvían de su agenda y la meten en el lodo de las grillas internas. Estos personajes no la dejan gobernar en paz porque el único proyecto que les interesa es el suyo. Su ego es más grande que la causa que dicen defender.

Así que la finta de Noroña de que se iba es solo un síntoma. Una prueba más de que la mayor amenaza para el proyecto de la 4T no viene de la oposición, sino de sus propias filas. De esos “impresentables” que llegaron al poder para combatir los privilegios y terminaron enamorados de ellos. El viaje a Palestina durará nueve días, pero la incongruencia, parece, es para siempre.

Ahí se las dejo y pronto nos leemos.

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