Fue inaugurado en 1836 y, con su arco monumental de 1845, es el cementerio más antiguo de la ciudad. Pero aquí, entre mármol y silencio, descansan cinco personajes que dejaron huella en la historia de Nayarit.

Número 1: Salvador María de Iturbide y Huarte, hijo del emperador Agustín de Iturbide. Vivió en Tepic como administrador de aduanas y murió ahogado en el río Tepic en 1856, luego de sufrir un ataque de apoplejía mientras nadaba. Trágico, sí, pero digno de telenovela imperial.
Número 2: Amado Nervo Maldonado, padre del poeta Amado Nervo Ordaz. Se dice, se cuenta y se rumora que fue asesinado en una emboscada en un camino entre Tepic y Mazatlán, en 1883.
Número 3: Leopoldo Romano, general y fue el primer jefe político del Territorio de Tepic. Defendió la región contra la ocupación francesa y fue despedido en su casa un 14 de mayo de 1897, justo en la esquina donde hoy se levanta Liverpool. Ahí donde hoy compras ropa, antes se velaban héroes.
Número 4: Amado Fletes, empresario y filántropo, quien donó veinte mil pesos (una fortuna en su tiempo) para obras en Tepic, incluyendo la construcción de una sala de maternidad. Murió en 1899.
Número 5: Gabriel Luna y Rodríguez, maestro constructor, falleció el 3 de abril de 1900 en Tepic. Dejó su huella en la Catedral de Tepic, el Palacio de Gobierno y el antiguo Ayuntamiento. También supervisó la construcción del propio Panteón Hidalgo. Literalmente, él ayudó a construir el lugar donde ahora descansa.
Como dato “pilón”: la Tumba Colectiva del Panteón Hidalgo, conocida como El Osario, fue creada en 1875 y servía para sepultar a los desconocidos o cuerpos no reclamados.

Estas historias no son sólo del pasado; son parte de nuestra identidad. Conocerlas nos ayuda a valorar más nuestro presente y nuestro futuro.
La próxima vez que pases por el Panteón Hidalgo, recuerda que cada tumba tiene una historia que contar, incluso aquellas sin nombre.
¡Mantengamos viva nuestra memoria histórica!



