¿Qué relación tienen la Revolución Mexicana, Tepic y el Instituto Politécnico Nacional? Están conectados por una historia de amor y valentía.
Resulta y resalta que Juan de Dios Bátiz, el padre del Instituto Politécnico Nacional (IPN), no sólo era un ingeniero militar y revolucionario… ¡también era un romántico!
En pleno caos de la Revolución Mexicana, este hombre se enamoró de una tepiqueña: Laura Pérez. Entre balas y declaraciones de amor…
¡Juan le dijo a Laura: “Cariño, hoy es nuestro día, pero si escuchas disparos, no es la pirotecnia de la boda”!
Se casaron el 20 de agosto de 1915, apenas dos días después de una batalla al lado del general Rafael Buelna. ¡Vaya manera de empezar un matrimonio!
Fue un amor de esos que cambian la historia, porque mientras Juan de Dios luchaba en la Brigada Buelna, se dice, se cuenta, se rumora que Laura lo apoyaba en todo: desde lo moral hasta lo logístico.
Y su luna de miel fue… ¡un exilio en Texas, de 1915 a 1918! ¡Qué romántico! Regresaron a México en 1919. Tuvieron cuatro hijos, y Laura fue ese “pegamento” que mantuvo la unión familiar durante las largas carreras militar y política de su esposo.
El IPN nació un 1 de enero de 1936, fue la jugada maestra del presidente Lázaro Cárdenas del Río… así nació la fábrica de ingenieros, técnicos y genios que arreglan desde el país… hasta tu licuadora.
Porque si algo sabe el IPN, es que el futuro no se sueña… se diseña.
Tras el fallecimiento de Juan de Dios Bátiz, el 20 de mayo de 1979, “su adorada Laurita”, como él la llamaba, conservó su legado académico y patriótico. En 1932, el IPN le realizó una fotoescultura en su honor, junto a la de Juan de Dios Bátiz.
En 1981, el IPN distinguió a Laura Pérez con la Presea Lázaro Cárdenas, una de sus condecoraciones institucionales, reconociendo su labor en la comunidad politécnica como viuda de su fundador. Una manera elegante del Instituto de decirle: “Señora, gracias por mantener viva la chispa… y el archivo.”
Asimismo, contribuyó a preservar la memoria de Bátiz: en 1987, ella y su hija Yolanda donaron la biblioteca personal de Juan de Dios Bátiz , sus libros y muebles de estudio, al CECyT 9 “Juan de Dios Bátiz” del IPN.
Porque Juan de Dios Bátiz no sólo fue un revolucionario: fue un visionario que soñó con fábricas de conocimiento, y Laura Pérez, la cómplice silenciosa, se aseguró de que ese sueño no se oxidara. Juntos, dejaron una huella imborrable en Nayarit, en México y por qué no decirlo en el corazón de la historia.
Fuentes: Gaceta Politécnica No. 1687 año 2022/ ipn.mx CENDI “Laura Pérez de Bátiz”/ El Cronista Politécnico NÚM. 53 año 2012



