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Jaguares: radiografía de un rugido

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Creían que era imposible, pero hoy los Jaguares de Nayarit tienen la asistencia más alta de toda la Liga del Pacífico. Su director operativo, Héctor Fitch, me detalla en exclusiva la maquinaria "invisible" de 600 personas que opera en cada juego, por qué tienen una de las nóminas más caras y la orden de "no ser segundo lugar". Ésta es la historia de cómo un sueño familiar y una inversión de 15 años transformaron Tepic

Debo confesar que, cuando Héctor Fitch se sentó conmigo hace meses, mucho antes de que todo esto fuera una realidad, yo era un escéptico. Me platicó lo que querían hacer, la escala del proyecto, y con franqueza le dije que “se me hacía increíble que pudiera tener éxito”. El béisbol de la Liga del Pacífico en Tepic era una quimera. Algo que los periodistas deportivos locales daban por imposible.

El lunes pasado, recibí por primera vez en mi estudio de 8NTV a ese mismo hombre, Héctor Fitch, ahora como el director operativo de los Jaguares de Nayarit. Y lo que era increíble, hoy es creíble. La conversación fue distinta. Atrás los sueños, hablamos de hechos concretos.

El principal hecho es el Coloso Don Alejo Peralta. Es una fiesta familiar. La ciudad está volcada, y Fitch me soltó el dato que lo confirma todo: “Tenemos la mayor asistencia en la liga, traemos el 80 por ciento en casi todos los juegos, es mi media que traigo”. Hay equipos, me dijo, que no llegan ni al 50 por ciento.

En nuestra charla, quise entender cómo se gestó esto. Cómo Nayarit, que siempre era “brincado” por las ligas grandes, de pronto se convirtió en la plaza estelar. Todo, me explicó Héctor, nace del sueño de una familia. “Todo empezó con el sueño de Don Alejo”, me dijo, refiriéndose al legendario Alejo Peralta. Cuando su hijo, el ingeniero Carlos Peralta, vendió a los Tigres, quedó una flama encendida. Honrar esa memoria y continuar el legado fue el motor.

Se alinearon los astros. La familia Peralta compró la franquicia de Sultanes de Monterrey que jugaba en el Pacífico, y en Nayarit se toparon con un estadio óptimo, una infraestructura nueva gestionada por el gobierno estatal y construida por el federal. El doctor Navarro, me confirmó Héctor, fue un facilitador clave para que la Liga Arco-Mexicana del Pacífico diera el sí.

Pero tener un estadio y una franquicia es sólo el inicio. Había que montar una organización de cero. Y hacerlo a una velocidad demencial. “Nosotros sabemos de esta franquicia desde abril… y prácticamente nosotros llegamos a empezar a trabajar aquí en julio. Entonces, lo que ves en el estadio pasó de julio al 15 de octubre”.

Lo que explica esta velocidad es que Fitch no es un improvisado. Viene de una familia de beisbol ; su tío abuelo, Jorge Fitch, está en el Salón de la Fama. Su carrera es un manual de cómo armar proyectos desde los cimientos. Lo hizo en Mazatlán con Venados, donde le tocó la remodelación del Teodoro Mariscal. Y lo volvió a hacer como director general del Águila de Veracruz, una franquicia histórica que había desaparecido y que él ayudó a resurgir. Ésta es, de hecho, su tercera experiencia “empezando de cero”.

Detrás del espectáculo deportivo hay una maquinaria operativa que la mayoría no ve. Le pedí los números. “Nómina regular somos 55 a 60 más o menos”, me dijo. Pero la cifra que me impactó es la de los días de juego: “Somos entre 450 y 600 personas trabajando en el estadio”.

Su filosofía para manejar a ese batallón es fascinante: “ser invisibles y excelentes”. Me explicó: “Mientras nosotros tengamos la excelencia de servicio, nos volvemos invisibles al consumidor final… Es muy raro que tú en el estadio te des cuenta que el electricista está cambiando una lámpara en tiempo real, o que alguien en el baño lo está arreglando… Pero todo eso está pasando en tiempo real”.

Esta operación no sólo genera empleos directos. Está revitalizando la economía de la zona. “Todo lo que está pasando en indirecto alrededor de la colonia, se está yendo para arriba la colonia”, aseguró Fitch. Los vecinos rentan sus cocheras, han aparecido puestos de comida, y la colonia Santa Teresita, me dijo Héctor, “va a dejar de ser este referente que tenía antes de malos hábitos y ahora va a ser un gran lugar donde se va a albergar el deporte, la cultura y la educación”.

Claro, mantener esta operación es costoso. Jaguares, como empresa privada, se encarga de todos los gastos del estadio, desde la luz y el agua hasta el mantenimiento, durante todo el año. El nivel de compromiso es tal que, según estima Fitch, tienen “la tercera nómina de la liga”, probablemente sólo detrás de potencias como Hermosillo y Culiacán.

Esto me llevó a hacer la pregunta que flota en el ambiente, la de los críticos. ¿Es Jaguares de Nayarit un gran negocio para sus propietarios?.

La respuesta de Héctor fue directa. “Yo creo que ningún equipo deportivo de México es el gran negocio”. Fue claro en que los dueños en este país lo hacen por “amor al arte”, por amor al deporte y por dejar un legado. “Las inversiones que tuvieron que realizar para poder llegar aquí son muy grandes. El retorno de inversión está marcado a 14, 15 años”. Me dijo que el enfoque actual es deportivo, no monetario. La orden del ingeniero Peralta: “ser los mejores”. “No venimos a ser segundo lugar… queremos ser campeones en la primera”.

Esa búsqueda de excelencia se nota hasta en la comida. Lograron traer los legendarios tacos de cochinita del extinto estadio del Seguro Social en la Ciudad de México. “Es tan, tan, tan la emoción, compromiso y dedicación que traemos que están ahí con nosotros”, dijo sonriendo.

Pero el proyecto no se queda en la nómina. Le pregunté qué se está haciendo por el beisbolista nayarita, por esa cantera de jóvenes que existe en el estado. “Pues a jugar en Jaguares de Nayarit”, respondió. Me contó de una clínica reciente donde participaron 200 niños de ligas locales y confirmó que viene un proyecto de semillero: “Vamos a tener la escuela de Don Alejo Peralta”.

El impacto ya es medible. Habló con el profesor Alberto Acebo, una eminencia del beisbol local, quien le informó que desde la llegada de Jaguares, la matrícula en las ligas infantiles se duplicó: pasaron de 250 a 500 niños. “Estas nuevas generaciones están ahí”, afirmó Héctor.

Finalmente, abordamos el tema de la accesibilidad. Fitch desmintió que sea un espectáculo caro. “Los precios están muy segmentados… 300 diamante central, 200 oro… y 100 plata. O sea, lo hice 3, 2, 1, para que haya posibilidad para todos”. Además, tienen programas sociales robustos: los niños que llegan uniformados de béisbol entran gratis. Regalan boletos en colonias y escuelas, e incluso me contó la anécdota de 10 niños de la Santa Teresita que siempre pedían boletos afuera; hace poco, les entregó sus propios abonos de temporada. “Nadie se va a quedar fuera de ver el béisbol”, sentenció.

La llegada de Jaguares está educando a una nueva generación de aficionados. Estamos aprendiendo, o reaprendiendo, a ver el rey de los deportes. Como bien dijo Héctor, el béisbol es un deporte familiar, donde puedes convivir en paz con el aficionado del equipo contrario.

Nuestra charla concluyó reconociendo el origen de todo: la visión del presidente López Obrador y del gobernador Miguel Ángel Navarro, quienes concibieron y construyeron un estadio de primer nivel. “El estadio, para mí, y conozco toda la otra liga, es de los mejores”, afirmó Fitch. “Está muy bien hecho, está muy bien pensado… Fue de las decisiones por qué se vino para acá Jaguares. Porque tenía un gran estadio y era una gran afición”.

Ese sueño que me parecía increíble es hoy una realidad que llena de orgullo a Nayarit.

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