7.7 C
Tepic
martes, noviembre 18, 2025
InicioOpinión"Peregrinos de esperanza"

“Peregrinos de esperanza”

Fecha:

spot_imgspot_img

En medio de un país en que las palabras y las obras me recuerdan, entre otras cosas, la cobertura de la Revolución Sandinista que Televisa e Imevisión llevaban a cabo y que mostraban dos enfoques que parecían corresponder a dos realidades distintas ―lo que ha quedado de manifiesto en relación con la Marcha de la Generación Z a nivel nacional y con la detención de Isaac Benjamín Cárdenas Valdez, a nivel local―, mis “palabras” en esta ocasión se referirán al Mensaje de los Obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano al Pueblo de Dios en México publicado el pasado jueves 13 de noviembre, hacia el final de su CXIX Asamblea Plenaria, primera que se realiza bajo el pontificado de León XIV.

El propósito de este mensaje que denominan “Iglesia en México: Memoria y Profecía – Peregrinos de Esperanza hacia el Centenario de nuestros Mártires”, lo expresan en estas palabras: “queremos compartirles nuestra palabra y nuestro sentir como pastores que caminamos con ustedes, que escuchamos sus dolores, que compartimos sus esperanzas y que, unidos en Cristo, buscamos ser instrumentos de consuelo y de profecía”.

Un poco más adelante se refieren al magisterio del Papa León XIV como fuente para “discernir el camino que el Señor espera de nosotros en este momento de la historia de México y de la Iglesia”.

En el segundo apartado de su Mensaje, los obispos mexicanos hablan de la “Ruta Jubilar 2025 -2031 – 2033”.

Ante todo, el Jubileo de la Esperanza 2025 que está por terminar, acerca del cual recuerdan que fue convocado por el Papa Francisco, para quien la esperanza “no es optimismo ingenuo ni evasión de la realidad, sino virtud teologal que nos sostiene en medio de la tribulación” y que ha dejado “la certeza de que somos peregrinos, no habitantes instalados [sino] caminante hacia la patria definitiva en el Reino de Dios”.

Y, después, la referencia al “Jubileo Guadalupano” que se realizará el año 2031 con motivo del V Centenario del Acontecimiento Guadalupano en el Tepeyac y cuyo lema será “Esperanza de reconciliación y libertad” y al jubileo del año 2033 para conmemorar “el bimilenario de la Redención Universal”.

Y una referencia, al menos interesante, al año 2026, año de “Memoria de la resistencia cristera que nos interpela” en el que se hace referencia a la proclamación de la Solemnidad de Cristo Rey, a la “Ley Calles”, a la persecución religiosa más cruenta de nuestra historia y al levantamiento armado del pueblo católico reprimido, a 200,000 mártires que dieron su vida por una causa sagrada, por la libertad de creer y de vivir según su fe.

El tercer apartado, por su parte, está dedicado ―en un lenguaje que podría considerarse profético―, a las “realidades que no podemos callar en el contexto mexicano actual”.

Primero, una especie de panorama general:

“Continúan los asesinatos y las desapariciones. Sigue derramándose sangre inocente en nuestras calles, pueblos y ciudades. Familias enteras son desplazadas por el terror de la delincuencia organizada. Vivimos La inseguridad cotidiana al transitar por los caminos y autopistas. I.as extorsiones se han vuelto sistemáticas para pequeños y medianos empresarios, para agricultores y transportistas, incluso para las familias humildes, obligados todos a pagar “cuotas” a los criminales bajo amenazas de muerte. El Estado, que en muchos lugares ha cedido el control territorial a grupos delictivos, no logra recuperarlos.”

Y, después, algunos puntos más específicos:

“Sacerdotes, religiosas, agentes de pastoral, incluso algunos políticos que buscan cambiar esta situación han sido amenazados y asesinados ante la impotencia ciudadana. Hemos tenido que llorar la muerte de varios hermanos presbíteros que dieron su vida sirviendo a sus comunidades.”

“Nuestros jóvenes están siendo secuestrados y llevados a los campos de corrupción o exterminio conviniéndose en uno de los más grandes dramas de nuestra sociedad.”

“La migración forzada continúa. Miles de mexicanos se ven obligados a abandonar sus tierras, no solo por buscar mejores oportunidades, sino también por huir de la violencia. Y los que migran se encuentran con nuevas formas de violencia en el camino. Por nuestro territorio cruzan miles de hermanos centroamericanos y de otros continentes, víctimas de extorsión, secuestro, trata y muerte.”

Este panorama expresado en lenguaje profético que muestra un panorama apocalíptico viene acompañado en el mensaje episcopal por una crítica severa de “algunos discursos públicos [que] construyen una narrativa que no corresponde a la experiencia cotidiana de millones de mexicanos” y que guardan cierta semejanza con el “Discurso de la montaña” del evangelio de Mateo “Han oído que se dijo…”:

“Nos dicen que la violencia ha disminuido, pero muchas familias que han perdido seres queridos o poblaciones enteras que viven con miedo constante experimentan otra realidad.

Nos dicen que se combate la corrupción, pero ante casos graves y escandalosos, no se percibe la voluntad de esclarecerlos, por lo que prevalece la impunidad.

Nos dicen que la economía va bien, pero muchas familias que no pueden llenar su canasta básica y muchos jóvenes que no encuentran oportunidades de trabajo nos hacen ver que esto no es verdad.

Nos dicen que se respetan las libertades, pero quienes expresan opiniones críticas son descalificados y señalados desde las más altas tribunas del poder.

Nos dicen que somos el país más democrático del mundo, pero la realidad es que hemos visto cómo han comprometido los organismos y las instituciones que garantizaban la auténtica participación ciudadana para concentrar el poder arbitrariamente.”

Todo esto, acompañado del reconocimiento que en algunas ocasiones no han acompañado a esos ‘queridos hermanos y hermanas en Cristo’” a quienes está dirigido el Mensaje, de un decirse siempre cercanos a las víctimas, a los pobres, a los que sufren y afirmar que su “amistad es sobre todo con el pueblo sencillo que lucha cada día por sobrevivir con dignidad”…

Cerca de la conclusión, la toma de distancia del pesimismo que parece derivar del diagnóstico: “la esperanza cristiana no consiste en cerrar los ojos ante el mal, sino en mantenerlos abiertos reconociendo que Cristo ha vencido al mal con el bien”.

Y concluyen los obispos con referencias a la Guadalupana que “unió culturas y pueblos en torno a Cristo”, “impulsó los sentimientos de libertad” “sostuvo a nuestros mártires en su testimonio” y “acompaña hoy a nuestro pueblo que sufre” y al Espíritu Santo, a quien piden “Que ilumine nuestras deliberaciones. Que nos conceda la sabiduría para discernir los caminos que Dios espera de nosotros. Que fortalezca nuestra unidad como Colegio Episcopal y nuestra comunión con todo el Pueblo de Dios”.

¿Voz que clama en el desierto?

Más artículos