“Así pues, lo más importante en una operación militar es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo”
Sun Tzu
Parece increíble, pero hay en México personas que desearían entregar el país a los Estados Unidos; o a quien sea. Han propuesto que Estados Unidos invada a México o que apoye un golpe de Estado. Son expresiones derechistas extremas que desearían tener un virrey, un tirano, impuesto por un gobierno extranjero. Muestran nostalgia por las ollas de Egipto, representadas por el imperio que presidió Maximiliano de Habsburgo. Unas ollas egipcias que, además, estaban vacías para la mayoría. Los locuaces traidores proponen, casi exigen que el gobierno estadounidense derroque por medio de las armas al gobierno constitucional para que coloque en México a un Prefecto como Pilatos o a un rey como Herodes Antipas.
No pueden ocultar el deseo de que los Estados Unidos invada al país. No pueden convencer a los electores de México para que voten por ellos, para que les crean y, en lugar de eso, le apuestan a convencer al gobierno estadounidense para que se apodere del país. Son expresiones profundamente mediocres, increíblemente ambiciosas, retrógradas, apátridas, que hacen ese tipo de propuestas.
Una senadora, con la cobertura de las siglas del Partido Acción Nacional, propuso que el gobierno estadounidense apoye un golpe de Estado o que de plano invada al país. La propuesta es impulsada por el odio que tienen a la Presidenta Claudia Sheinbaum y al gobierno de Morena-PT-Verde. Desde esas siglas y sin ellas, se propone la invasión para que se acabe la violencia que ellos desataron con una guerra que empeoró todo. Esa violencia es la que se origina en una delincuencia que llegó hasta los más altos niveles del gobierno, hasta el plano en el que las mafias colocaron a uno de sus compinches en la Secretaría de Seguridad federal (Genaro García).
Parece una chifladura, pero esa es la propuesta que formulan quienes odian al gobierno federal y a la Presidenta. No se trata de discrepancias que son bienvenidas y que deben ser apoyadas y promovidas. Se trata de propuestas que nacen de hígados enfermos, no de mentes alucinadas. No pueden convencer a los mexicanos para que cambien el sentido de su apoyo y, en lugar de eso ahora buscan el visto bueno del gobierno estadounidense para que los apoye en un golpe de Estado. Parecen enloquecidos.
Nos enteramos por imágenes que difunde el gobierno de Estados Unidos que se asesina a personas que quizá se dediquen al narcotráfico. Eso se hace en aguas internacionales sujetas al violentado derecho internacional. Cuando esas personas se enteran de tales acciones, no se mesan los cabellos, sino que manifiestan su deseo de que el gobierno estadounidense proceda a bombardear lugares en México. Con tal de no pagar impuestos, propietarios de concesiones de televisión, ruegan para que una potencia extranjera invada al país. Así de bárbaro actúan porque así piensan y siempre lo han hecho.
Cuando el gobierno de los Estados Unidos mata “en caliente” a personas en aguas frente a Venezuela, las mentes enanas no dejan de mostrar o manifestar su simpatía. Quisieran que ese país, los Estados Unidos, vuelva a invadir a Cuba. Desean y así lo dicen, que los Estados Unidos invada Nicaragua. Entre suspiros, recuerdan la invasión militar en Panamá para detener a Manuel Noriega en el marco de una operación militar (invasión) que los estadounidenses cínicamente denominaron “Causa Justa”. Todos los golpes de estado que se escenificaron en Sudamérica o en centro américa son la “inspiración” de quienes proponen, promueven y casi exigen una invasión para que acabe con el gobierno constitucionalmente electo y con el que discrepan a partir del odio.
Quisieran ver la repetición de lo ocurrido un once de septiembre de 1973 en Chile, cuando a trasmano, el gobierno de los Estados Unidos promovió el golpe militar. En esa fecha se asesinó al doctor Salvador Allende y las derechas enfebrecidas aplaudieron delirantes esa presencia oculta. El conservadurismo ramplón no apuesta a la legalidad, no acepta ejercer el poder en el marco de los dictados del Pacto Federal. Ese conservadurismo es la cara de una derecha descarada, antinacionalista, que tuvo el poder y que ahora desea recuperar para seguir obteniendo beneficios espurios, ilegales, legaloides a veces.
A la recalcitrante derecha no le importa que el país vuelva a hundirse en la miseria de millones de mexicanos, en la falsa legalidad y en el falso ejercicio de las libertades en el entorno de una falsa democracia. Los herederos de Judas Iscariote, definido como personificación pura de la hipocresía, hablan a nombre de la democracia, pero promueven un golpe de Estado como buenos traidores que son. Para eso mienten, inventan, lanzan sapos y culebras.
A mediados del siglo XIX, tanto liberales como conservadores daban señales de aceptar la destrucción del naciente país, con tal de no perder su apuesta. Su apuesta consistía en imponer su modo de pensar aniquilando a sus “enemigos” o sometiéndolos despóticamente. A eso se refería Mariano Otero en su contundente crítica a los “hunos” y a los “hotros” (Unamuno dixit). Si no se imponen sus intereses, prefieren que el país estalle.
Hoy, ya no es posible conciliar a las expresiones “ultras”, pues han actuado convencidos de su absoluta impunidad. La verdad es que quienes se escudan en la libertad de expresión para convocar a la violencia, fueron engañados por sus propios “aliados”, por aquellos que eran sus “amigos”. El adeudo con el fisco data de los tiempos de Vicente Fox, de Felipe Calderón y de Peña Nieto. En esa lógica, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador no hizo sino reclamar el pago de un adeudo nacido en los últimos “gobiernos” del PAN y del PRI. Los nuevos “ultras” fueron traicionados por sus amigos, no por sus “enemigos”.
Algunos sinvergüenzas no hacen sino incendiar el hígado de quien ya se entregó a las furias. Unos usan al deudor fiscal en su loco intento por regresar a la innoble práctica de la traición y el disimulo. Los asesores del empresario lo enloquecen aún más. De no ser así, si los asesores son nobles y leales y sugieren la paz y la conciliación, entonces el aconsejado sencillamente ya perdió el otro juicio, el de la testa. Eso es lo que hay en quienes ruegan para que México sea invadido o sometido al viejo esquema de los “cuartelazos”.
Los enloquecidos ya perdieron. Han sido derrotados. Ni habrá invasión, ni habrá golpe de Estado. Las cosas ya cambiaron. Si no lo entienden van a perder hasta lo que habían conservado de un pasado en el que tomaron lo que quisieron. Todavía tienen la oportunidad de salir por la puerta grande, antes de que resulten defenestrados.



