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Las especies exóticas, ecocidio a flor de piel

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El medio ambiente de la ciudad de Tepic ha soportado furiosos embates con la introducción de especies exóticas. Por otra parte, como consecuencia del crecimiento de lo que se conoce como mancha urbana que invade zonas federales y que carece absolutamente de planeación. Por otro lado, como consecuencia de la introducción de una flora y fauna que han dañado y lo siguen haciendo, a las especies nativas.

La ciudad de Tepic es belleza pura, es nobleza de órdago. Durante cientos de años, se mantuvo discreta, generando cultura, siendo tierra de grandes hombres y mujeres. Fue región poco atendida por la corona española y espacio para el crecimiento de extranjeros. Durante los primeros años del México independiente, fue una de las principales poblaciones del séptimo cantón de Jalisco. Luego fue ciudad del Distrito Militar y más adelante, del Territorio Federal. Finalmente se convierte en sede de los poderes locales tras la transición del Territorio federal a entidad federativa con la Constitución reformada en 1917. Nunca ha dejado de ser el hogar de quienes aspiran a una vida sencilla, tranquila, apropiada para que las personas crezcan en múltiples dimensiones. Es por eso que aquí acabó sus últimos días don Rubén Martí Atalay, uno de los fundadores de Nayarit como estado de la Federación. Es Tepic, una gran ciudad.

Durante siglos la gloriosa ciudad de Tepic creció lentamente, tanto en lo que ahora podríamos denominar zona urbana como en población. Hasta hace medio siglo, Tepic era una pequeña ciudad que se extendía a buena distancia de lo que ahora es el libramiento carretero, que se construyó allá por 1978-1979. Por otro rumbo la ciudad apenas rebasaba lo que es la avenida Prisciliano Sánchez. El otro rumbo, hacia lo que es la salida a Bellavista, Tepic apenas llegaba a colonias como la Mololoa (la aristocrática colonia Mololoa, solía decir un locutor de radio. Hacia el poniente, la ciudad apenas tocaba el espacio donde se construyeron los estadios de béisbol y fútbol.

Ya nos podemos imaginar que el entorno ecológico estaba casi intacto. Cierto es que había tierras ocupadas por actividades agrícolas o pecuarias. Las aguas del río Mololoa prácticamente estaban intactas. Espacios como el cerro de San Juan mantenían flora y fauna casi virgen. La caza no afectaba de manera relevante el entorno de las especies nativas, ni en cuanto a la flora ni en lo concerniente a la fauna. Ese idilio empezó a deteriorarse a fines de los años setenta.

La obra del primer cuerpo del libramiento carretero fue concluida siendo gobernador Rogelio Flores Curiel, personaje que injustamente ha sido víctima de todo tipo de atropellos históricos. El segundo cuerpo del libramiento se concluyó durante el mandato de Rigoberto Ochoa Zaragoza, uno de los dos mejores gobernadores que ha tenido Nayarit.

Al iniciar la década de 1980, empezó a percibirse una fuerte presión ejercida por el desplazamiento demográfico campo-ciudad. En agosto de 1981, siendo todavía gobernador de Nayarit Rogelio Flores Curiel, se registró una invasión de tierras en la periferia de las instalaciones del Instituto Tecnológico Regional de Tepic (ahora Tecnológico Nacional campus Tepic). En esos días ya era gobernador electo Emilio M. González Parra. Las tierras invadidas estaban sembradas de caña de azúcar.

De 1981 a 1983, se registra en Nayarit una fiebre de invasiones de tierras. Una buena parte de esas tierras ocupadas por paracaidistas eran zonas de producción agrícola o ganadera. La afectación al medio ambiente inicialmente fue por razones productivas, para la siembra o para hatos ganaderos. Esa actividad económica empezó a trasladarse cada vez más lejos. La “siembra de casas” afecta de manera significativa al medio ambiente, pues al urbanizar se acaba la producción agrícola y también al medio ambiente. No obstante, algunos gobernantes afectaron al entorno natural de la capital del estado de una manera más activa. Uno de esos casos fue el del gobernador Gilberto Flores Muñoz, que al promover la construcción del parque “La Loma”, promovió la introducción de especies exóticas, como la casuarina y los eucaliptos, originarios principalmente de Australia. Las cosas no andaban muy bien desde que se introdujo otra especie exótica (al menos) a la ciudad de Tepic, el laurel de la India. Esté árbol es originario de países de Asia y Oceanía, entre otros, de Birmania, India, China, Nepal, Vietnam, Malasia o Tailandia.

Los buenos defensores del medio ambiente, los que estudian y trabajan el tema, saben que todas las especies exóticas como las que mencionamos tan solo en la esfera de la flora, afectan los ecosistemas nativos. Las especies que han sido introducidas por gobernantes ignaros en materia ambiental, compiten ventajosamente con las especies nativas, actúan en la lógica de la depredación, alteran el hábitat, incorporan al medio local nuevas enfermedades y especies parasitarias.

Un ejemplo de lo que ocurre con la presencia de especies exóticas como el eucalipto, es la liberación de sustancias que inhiben a la competencia local. Se les denomina compuestos alelopáticos, como el eucaliptol, terpenos, flavonoides y taninos. De esa manera, se manifiesta un impacto en las especies animales nativas, dado que cambia la población de insectos, de reptiles, de mamíferos, etc. De esa manera, la introducción de una flora ajena a la evolución de los espacios locales, afecta a la fauna a tal grado que puede hablarse de aniquilación de especias nativas, con todo lo que implica para la cadena trófica. Al introducir al sistema ambiental local especies exóticas, se altera el hábitat evidentemente con una vasta cadena de consecuencias que todavía no se han medido.

Las consecuencias por esa alteración desorbitada del medio ambiente, pueden ser hasta de índole económica, dado que se afecta a la ganadería, a la pesca, a la misma agricultura. Todas las actividades productivas tienen un impacto en el medio; no obstante, resultan inevitables y debe intentarse que tengan el menor impacto posible en el medio.

En el medio urbano, la introducción de especies exóticas como los eucaliptos, las casuarinas o los laureles de la India, han generado ya hasta costos en vidas humanas. El equipamiento urbano de ciudades como Tepic, son constantemente atacadas por especies arbóreas que destruyen banquetas, calles enteras, redes de drenaje sanitario o de agua potable y reducen la efectividad del alumbrado público, dañan las redes de alimentación de energía eléctrica, etc.

En esta reflexión no hay xenofobia ecológica, pero sí preocupación por la conservación de la riqueza genética local. La capital del estado y el resto del territorio nayarita, no debe sujetarse a una especie de “terraformación” grotesca que ya destruye la riqueza natural, cultural y social a partir de un asedio persistente en la esfera medioambiental. Con todo, aún es posible frenar la destrucción del medio ambiente y ahí está la oportunidad para recuperar la riqueza irrepetible de lo local.

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