
Varios protagonistas que aspiran a la gubernatura de 2027 ya muestran señales de fuertes calenturas. Todos se mueven en un escenario en el que las reglas brillan por su ausencia. ¿A quién le corresponde meter orden en la carrera por la gubernatura de Nayarit? La respuesta es sencilla por obvia: son los partidos los que deben ordenar la competencia. Solamente que hay un problema y es serio: los partidos no existen.
En la realidad política, el orden en la busca de cargos públicos debe procurarse desde las esferas de poder. Ese poder no necesariamente se obtiene por medio de los cargos públicos. Un ejemplo de lo anterior, es el proceso sucesorio que se vivió en México rumbo a las elecciones presidenciales del 2000. El expresidente Ernesto Zedillo no controló ni a los integrantes de su gabinete, menos a los protagonistas de la contienda por el poder. Antes, localmente, rumbo a las elecciones de 1999, el gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza, por respeto al gobierno federal y a la dirigencia nacional de las siglas PRI, no metió mano. Eso y el carisma de una figura tan potente como la de Antonio Echevarría Domínguez, llevó al fracaso al PRI en su busca por retener la gubernatura local.
Las fiebres están ya a la orden del día. Ya son cotidianos los despliegues de actividad para posicionarse en las “preferencias” rumbo al 2027. Los protagonistas centrales buscan afanosamente obtener o acrecentar su popularidad. Algunos aspirantes al mayor cargo en juego para 2027 se calientan hasta casi convertirse en vapor. Se busca una popularidad que compita con la de las “galletas de animalitos”. ¿Será esa la receta para obtener la candidatura o para ganarla? La relación entre popularidad e impopularidad deriva en rentabilidad. Obviamente, a más impopularidad es menor la rentabilidad electoral. No obstante, una suma y resta de popularidades es llevar al terreno de la frivolidad y la trivialización el supremo interés de la sociedad.
No hay debate. Lo que hay son pleitos y posicionamientos de algunos que suelen sudar hasta las ajenas calenturas.
No parece haber proyecto de desarrollo. No parece haber una propuesta política. En el ámbito local no parece haber una propuesta articulada y viable que se corresponda con las exigencias históricas del estado, ni con el proyecto nacional de transformación. Lo que hay en la escena son acciones encaminadas a influir en la correlación de fuerzas bajo el supuesto de que ciertos indicadores garantizarán la candidatura de un partido o de una alianza.
En ausencia de la fortaleza que debería provenir de las siglas, hay quienes suponen que la Presidenta Claudia Sheinbaum impondrá candidato(a). Me parece lógico que la ciudadana Claudia Sheinbaum influya en la definición de quien sucederá en el cargo al actual gobernador de Nayarit. Mal haría la doctora Sheinbaum si renunciase a su derecho y alta responsabilidad política. La opinión de la doctora Sheinbaum pesa y no se puede ni se debe soslayar. Su liderazgo es indiscutible.
Ahora bien, cabe seguir la ruta mayéutica. ¿Cuáles son las variables que influirán en la definición del nombre del (la) candidato(a) a la gubernatura? ¿Quiénes son las personas que cargarán con la responsabilidad de evaluar y entregar los resultados? ¿Quiénes son lo que deben formular las reglas y vigilar su cumplimiento a los aspirantes a la gubernatura? ¿Cuáles son las variables en las que deben tomar ventaja los aspirantes?
En ciertas esferas se asegura que la Presidenta Claudia Sheinbaum impondrá candidato(a). Suponer que la Presidenta impondrá la candidatura, lleva a suponer que es necesario “hacerle la barba” a la titular del Ejecutivo Federal (de ser así, es bueno que ya lo digan). De ser así, quizá procedería meter freno a todos los aspirantes para evitar futuras fisuras. Con eso se les haría un favor a los beneficiados por el dedazo y se evitaría la catástrofe personal de los que sean rechazados por la divina voluntad. No obstante, pensar de esa manera es hasta irrespetuoso para la Presidenta Sheinbaum.
Hasta ahora parece que la popularidad es el objetivo de los aspirantes. La mayoría de los protagonistas no se acercan a los sectores sociales. Prefieren dejarle la “chamba” a las redes sociales. Muchos protagonistas prefieren un “like” en lugar de un buen apretón de manos. Popularidad o rentabilidad, he ahí la cuestión. Una persona puede ser muy popular, pero indeseable. Popular fue el COVID, pero nadie lo quería en su casa. Popular y hasta rentable, así puede ser el perfil de un candidato: pero carente de una filosofía social y cargado de amarguras destructivas, vengativas.
Y la ruta de la bazofia y la ponzoña parece interminable. Otros actores “filtran” información que en ocasiones son verdades y en muchas más, son mentiras, son calumnias. Esto es parte de la guerra de lodo. Esto aplica para la vida privada y para el ejercicio de cargos públicos. El lodo llega a la vida privada, afectando a la familia y a los amigos. El légamo toca obviamente al ejercicio de funciones de los que aspiran a la candidatura a gobernador: se habla obviamente de corrupción, de enriquecimiento, etcétera.
El lodo afecta de manera negativa, sea cierta o falsa la “información” que se filtre. Dicho de otro modo, mientras el enlodado personaje se sacuda la porquería, el ácido de la mentira corroe la buena reputación de un personaje.
Esto, la calumnia, el lodo, la bazofia, no siempre funciona. Las mil y una mentiras que se dijeron contra Navarro Quintero en 2021, se toparon contra una impecable carrera política de quien ganó con el mayor número de votos que se había registrado en el estado. Durante toda su vida, el doctor Navarro se dedicó a servir, sin esperar nada a cambio y sin ambicionar fortunas dinerarias indebidas, sino viviendo en la justa medianía.
El próximo año será de intensa actividad de quienes sienten que pueden cargar con una candidatura triunfadora.
Algunos quieren ganar conquistando las redes sociales. Varios “competidores” ni siquiera se acercan a los medios que muy a pesar de los pesares, son referentes con los que la población se orienta. La fiebre lleva a los brazos de publicistas el futuro de las víctimas de fuertes calenturas.
Hasta ahora, los protagonistas actúan sin reglas que regulen una competencia que es informal, pero real. Las siglas parecen borradas del mapa. Unos hacen lo que quieren por estar fuera del gobierno, Otros se atienen a que tienen el gobierno.
No obstante, debe recordarse que en política todo cambia, con, sin, a pesar o hasta contra la voluntad de los protagonistas. A Charles de Gaulle se le atribuya una frase con la que aquí cierro por ahora: “Ni victorias eternas ni derrotas perpetuas”. Sin duda. Eso debe pensarse antes de encerrarse en una burbuja indestructible.



